‘Heartstopper’, una de las series más luminosas y adorables de la temporada
La producción de Netflix se apoya en la gran labor de sus protagonistas para abordar de forma sensible y amable una relación LGTBI en la adolescencia
Ser adolescente no es fácil. Pero unos adolescentes lo tienen un poco más fácil que otros. Los protagonistas de Heartstopper son de los que no lo tienen sencillo, porque a los cambios, tanto físicos como emocionales y racionales, derivados del paso a la edad adulta se suman las dificultades de la homofobia y las dudas sobre la propia identidad sexual.
No es necesario ser adolescente ni pertenecer al colectivo LGTBI para empatizar con los protagonistas de la serie juvenil que N...
Ser adolescente no es fácil. Pero unos adolescentes lo tienen un poco más fácil que otros. Los protagonistas de Heartstopper son de los que no lo tienen sencillo, porque a los cambios, tanto físicos como emocionales y racionales, derivados del paso a la edad adulta se suman las dificultades de la homofobia y las dudas sobre la propia identidad sexual.
No es necesario ser adolescente ni pertenecer al colectivo LGTBI para empatizar con los protagonistas de la serie juvenil que Netflix estrenó el viernes pasado. Pero es indudable el valor extra que supone para los jóvenes de hoy encontrar en la pantalla (posiblemente, la de su móvil) referentes como Charlie y Nick, referentes positivos en una serie que, aunque explore algunos de los clichés habituales en estas historias, lo hace con gran eficacia y una sensibilidad que invita al espectador a ver del tirón sus ocho episodios de media hora con una sonrisa permanente en los labios. Como Con amor, Víctor, camina por el lado luminoso de la vida adolescente, lejos, muy lejos, de los dramas de Euphoria o, sin llegar a los extremos de la ficción de Zendaya, Genera+ion. Y eso, en los tiempos que corren, siempre es de agradecer.
En realidad, la historia de Charlie y Nick ya tuvo un recorrido previo en forma de cómic escrito por Alice Oseman y publicado primero en internet y, tras su éxito, en formato físico. Ella misma se ha encargado de la adaptación televisiva de la historia de amor del tímido y soñador Charlie Spring y el popular jugador de rugby Nick Nelson. Con una estética que, como en Sex Education, parece fuera del espaciotiempo que conocemos, la traslación a la pantalla de esta historia se apoya en la gran labor de sus protagonistas, Joe Locke (Charlie) y Kit Connor (Nick), y en un sólido reparto secundario donde merecen destacarse la aparición, que se mantuvo en secreto hasta su estreno (quien prefiera dejarse sorprender puede saltar al siguiente párrafo), de la oscarizada actriz Olivia Colman como la madre de Nick y la voz en off de Stephen Fry como el director del instituto.
Una de las muchas cosas buenas de Heartstopper es que la historia de amor comienza pronto en el relato. Hay obstáculos, muchos. Charlie viene de una experiencia muy mala y sufre acoso escolar por su condición sexual. Nick tiene sentimientos hacia alguien de su mismo sexo por primera vez y entre sus amigos está instalada la homofobia como algo normal. Pero pronto saltan chispas entre ellos y, aunque hay pasos atrás, la sensación a lo largo de la serie es que ambos caminan hacia delante de forma casi constante. Pequeñas animaciones, que recuerdan al espectador el origen comiquero de la historia, ayudan a resaltar unas emociones que quedan, igualmente, retratadas a la perfección en el rostro de los actores. Otro gran mérito de la serie es esquivar con éxito el riesgo de caer en la ñoñería. Todo es natural y sincero, y su amabilidad no le impide abordar los dramas y problemas relacionados con la situación.
Aunque la relación de Charlie y Nick está en el centro de la historia, también encuentran su propio hueco personajes como Elle, una chica transexual que al cambiar de entorno se ha liberado del pasado que no la dejaba avanzar; o la pareja de lesbianas Tara y Darcy, que deciden exponer públicamente su relación; o Tao, que no está dispuesto a que su amigo sufra y que sirve de ejemplo de una masculinidad diferente a la habitual.
Heartstopper sabe bien qué es y a qué espectador busca. Su público no será masivo ni será la serie que salve a Netflix. Pero sí es una de esas producciones, pequeñas y de nicho pero con unos fieles entregadísimos, que te reconcilian con la vida, aunque solo sea para pasar cuatro horas con una sonrisa en los labios.
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