Jordi Cruz: “En ‘Art Attack’ no era consciente de que el espectador infantil lo es para toda la vida”
El presentador recuerda en un libro cómo sus sueños infantiles se cumplieron antes de ser adulto y el ancla que supuso su familia ante el éxito prematuro
El presentador Jordi Cruz (Barcelona, 45 años) perdió a su padre en 2021, años después de que falleciera su madre. Le dedicó un mensaje de despedida en Twitter. “Cuando pierdes lo que más quieres intentas guardar todos los recuerdos. Yo prefiero escoger uno y cuidarlo para que se mantenga eterno e intacto. Nuestro primer viaje juntos. Tú y yo. Hoy...
El presentador Jordi Cruz (Barcelona, 45 años) perdió a su padre en 2021, años después de que falleciera su madre. Le dedicó un mensaje de despedida en Twitter. “Cuando pierdes lo que más quieres intentas guardar todos los recuerdos. Yo prefiero escoger uno y cuidarlo para que se mantenga eterno e intacto. Nuestro primer viaje juntos. Tú y yo. Hoy te digo adiós papa. Ahora todo es silencio. Pronto volverá la vida”. La posibilidad de poder encapsular más recuerdos le llegó pocas semanas después, mientras seguía recogiendo todo en cajas en el hogar familiar. Una editorial le ofrecía repasar su vida, el temprano éxito televisivo con Art Attack y Club Disney y la relación con su familia.
Mejor no te lo creas (Plaza & Janés), titulado como una de las advertencias que le hacía su padre, es el resultado de ese paseo por sus recuerdos. “Al principio estaba reacio a la idea. No quería hacerlo porque sí. Quería que hubiera una base de verdad en el libro. Tenía muy reciente esos consejos que mi padre me había dado en vida, que conforman un 80% o un 90% de mi forma de ser (junto a los de madre). Así que arranqué por ahí”, comenta en su casa de Madrid, justo antes de iniciar el trayecto que tantas veces ha hecho, que le llevará por unos días de regreso a Barcelona.
En el texto cuenta que, de pequeño, se metía en problemas por decir en el colegio que había estado de vacaciones en Disneylandia cuando no había salido de España. Él sigue defendiendo que, en su cabeza, era real. Poco después, lo era también fuera de ella. Cruz comenzó muy joven en la radio y televisión local, pero siendo todavía adolescente mandó una prueba en vídeo para Club Disney y logró su primer trabajo a nivel nacional. Ganaba 6.000 euros al mes de los de finales de los noventa, con la mayoría de edad recién cumplida.
A lo largo de 250 páginas narra con naturalidad qué pasa cuando muchos de los pájaros que tienes en la cabeza siendo niño se convierten en reales antes de hacerte adulto. Y que es compatible tener los pies en el suelo y la cabeza por las nubes.
“Madrid es la ciudad que conocí con 18 años, con una casa para mí mismo, un sueldo, un buen trabajo en televisión en el que las audiencias no existían y sabías que el contrato iba a durar hasta el final. Es como vivir la adolescencia con unas condiciones bárbaras. Muchos de mis amigos vivían con sus padres, así que donde se hacían todas las fiestas era en mi casa”.
Y, además, cuando trabajaba, también se lo pasaba bien. Un día conocía a las Spice Girls y otro a Backstreet Boys, los ídolos de la gente de su edad. O rodaba en Disneylandia, la de verdad. Con Art Attack, un predecesor de los tutoriales y unboxings de YouTube, apuntaló su condición de comunicador fetiche para varias generaciones. “No era consciente de que el espectador infantil es un espectador para toda la vida. En cuanto sales en la tele, la gente te coge cariño y te lo muestra. Y siempre he tenido claro que ese cariño hay que cuidarlo. No lo puedes utilizar solo en tu favor”.
Con una imaginación que estaba siempre en activo y ante el éxito prematuro en televisión, la familia le sirvió de ancla. Además de sus padres y su hermano en Barcelona, tenía a su tía en Mallorca, donde Cruz ha vivido y trabajado en varios momentos de su vida, cuando las cadenas y radios nacionales no llamaban por teléfono. Antes vivía con más ansiedad lo imprevisible de esta profesión. “Salía un anuncio de ‘se busca presentador’ y ya estaba pensando en dónde tendría que vivir si me cogían y cómo me iba a organizar con los perros. Se me iba la cabeza”, ríe. En los tiempos de mayor éxito no hubo desfase en cuanto a drogas, pero sí robó muchas horas al sueño. “No quería perderme la parte de vida normal de un chico de esa edad. A lo mejor iba a la fiesta de cumpleaños de un amigo en Barcelona y cogía un avión a las siete de la mañana para grabar en Madrid de empalmada”, recuerda.
Otro de los consejos paternos le recordaba que no todo el mundo es bueno. Pero en Mejor no te lo creas menciona a mucha gente buena que ha conocido en los medios de comunicación. Confiesa que la suerte y una personalidad que se aleja de forma natural de los ambientes tóxicos se lo ha permitido. Aunque también admite sin rodeos que tiene una espina clavada con su reciente etapa en la emisora Cadena 100, que acabó antes de lo que él hubiese deseado. El destino le ofreció de inmediato varias alternativas: presentar un formato novedoso, el talent de deportes electrónicos Top Gamers Academy de Gestmusic con estrellas del mundo digital como Rubius y WillyRex y el podcast ¿Sigues ahí? de Netflix, que le ha dado una de sus relaciones profesionales más satisfactorias, con Samantha Hudson.
El ser percibido por la audiencia como alguien eternamente joven le permite seguir siendo un rostro conocido en el entretenimiento actual. “Si hubiese sido joven en esta época de ahora, estoy seguro de que me habría puesto a trastear con YouTube y Twitch. Y, en algunos aspectos, sería más fácil, porque no tienes que esperar a que un productor o una cadena apuesten por ti. Desde tu casa llegas al mundo. Es una maravilla”, dice.
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