Casado y el franquismo en color

De tanto colorear el pasado, acabamos confundiéndolo con el presente y nos pasa lo que a Pablo Casado, que invocamos la Guerra Civil para cualquier cuita del hoy

El líder del PP, Pablo Casado, el miércoles pasado durante una intervención en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.E. Parra (Europa Press)

En el embarazo de nuestro primer hijo encargamos una ecografía en tres dimensiones. No tenía valor diagnóstico, nos dijeron, no se veía en ella nada que no se pudiera ver mejor en una ecografía convencional, pero era muy cuqui, te regalaban un deuvedé en colores y, con un poco de suerte, en la pantalla asomaba la cara del feto como si fuese el león de la Metro, para algarabía de abuelas y tíos. Un timo, vaya. Con el segundo hijo ya no picamos y nos gastamos el dinero de la eco en una cena, mucho más memorable.

Esa sensación de estafa siento cuando caigo en uno de ...

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En el embarazo de nuestro primer hijo encargamos una ecografía en tres dimensiones. No tenía valor diagnóstico, nos dijeron, no se veía en ella nada que no se pudiera ver mejor en una ecografía convencional, pero era muy cuqui, te regalaban un deuvedé en colores y, con un poco de suerte, en la pantalla asomaba la cara del feto como si fuese el león de la Metro, para algarabía de abuelas y tíos. Un timo, vaya. Con el segundo hijo ya no picamos y nos gastamos el dinero de la eco en una cena, mucho más memorable.

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Esa sensación de estafa siento cuando caigo en uno de esos documentales históricos coloreados. Como los ecógrafos tridimensionales, un montón de informáticos, conchabados con historiadores, se han propuesto enseñarnos las atrocidades del siglo XX sin el molesto blanco y negro. Son una peste que infesta los canales de historia y de ciencia. Las guerras mundiales en color, la guerra civil en color e incluso el franquismo en color, lo que tiene mérito, porque la mitad del franquismo ya estaba rodado en technicolor.

De tanto colorear el pasado, acabamos confundiéndolo con el presente y nos pasa lo que a Pablo Casado, que invocamos la Guerra Civil para cualquier cuita del hoy, lo que no extraña en un país donde otros ven franquistas por todas partes. Esto pasa por colorear y sentir una cercanía tan patológica por aquel ayer. El blanco y negro, como bien sabía Bertolt Brecht, propicia la distancia necesaria para que el espectador entienda que aquello no va con él, que todos esos personajes están muertos y que aquel mundo no tiene más consistencia que una ficción. Al ver a Franco en color, algunos se transforman en esos padres que interpelan a la ecografía tridimensional, como si el niño hubiera nacido ya y ese deuvedé fuera carne.

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