‘Bienvenidos a Chechenia’, retrato de una violenta ‘purga LGTBI+’ a la sombra de Putin
El director David France emplea tecnología propia del ‘deepfake’ para proteger la vida de los participantes de su documental sustituyendo sus rostros por los de otras personas
“Cada día me aseguraban que me iban a matar. Y me decían cómo”. Este titular que dio la vuelta al mundo en 2017 lo pronunciaba Maxim Lapunov, un joven gay residente en Chechenia. Denunciaba en rueda de prensa haber sido arrestado, trasladado a un centro de detención irregular —parecido a un campo de concentración— y torturado en él durante casi dos semanas. Varias organizaciones de derechos humanos habían dado la voz de alarma meses antes,...
“Cada día me aseguraban que me iban a matar. Y me decían cómo”. Este titular que dio la vuelta al mundo en 2017 lo pronunciaba Maxim Lapunov, un joven gay residente en Chechenia. Denunciaba en rueda de prensa haber sido arrestado, trasladado a un centro de detención irregular —parecido a un campo de concentración— y torturado en él durante casi dos semanas. Varias organizaciones de derechos humanos habían dado la voz de alarma meses antes, ante el brutal tratamiento que sufre la comunidad LGTBI+, y que llega hasta el asesinato, en esta región prácticamente independiente de Rusia. El presidente checheno, Ramzán Kadírov, confirmó lo evidente al negar en televisión las denuncias sobre una llamada “purga homosexual” asegurando, con el beneplácito de Vladímir Putin, que en su territorio “no existen los gais”.
Cuando Lapunov se atrevió a hablar ante los medios, el reportero de investigación David France, candidato al Oscar en 2013 por su documental Cómo sobrevivir a una epidemia, ya llevaba meses en la zona. Estaba preparando su película Bienvenidos a Chechenia, que forma parte del catálogo de Movistar+. El estadounidense muestra un exhaustivo registro del arriesgado activismo humanitario en la región, que ayuda a huir fuera de Rusia a ciudadanos en peligro. Para poder registrarlo en imagen, France tuvo que optar por la tecnología deep learning que le permitió ocultar el rostro de 23 de las personas que participan en él. En vez de pixelados, aparecen con las facciones de otras personas para proteger su identidad.
“Utilizamos esta tecnología de un modo que sea muy evidente para el espectador quién lleva una máscara digital y quién no. Quería que el hecho de que tengan que ocultar sus caras fuera un personaje más en la película. Es, además de una forma de protección, un modo de representar lo que están pasando en ese momento de sus vidas: tienen que estar ocultos y escondidos en su propio país”, comenta el director en una conversación telemática.
En el caso de las mujeres, es todavía más complicado y arriesgado lograr su huida, ya que en esa zona no pueden realizar muchas actividades cotidianas sin la compañía de un hombre. En uno de los momentos más escalofriantes del documental, la cámara de France muestra una arriesgada operación encubierta, propia de una película de espías, que los activistas ejecutan. Necesitan subir a un avión a una joven lesbiana amenazada de muerte por su propia familia. Porque la comunidad LGBTI+ de Chechenia no solo se protege del ataque de las fuerzas de seguridad, la homofobia está tan extendida en la cultura de la región que sus propios familiares los matan para evitar lo que consideran que es una deshonra social. Son los denominados “asesinatos de honor”, que, según denuncian varios periódicos de habla rusa, la policía chechena recomienda y promueve entre sus ciudadanos.
Para France, la Ley de Propaganda Homosexual que impulsó Putin en 2013 ha legitimado lo que ocurre en 2021 en Chechenia y en lugares como la Hungría de Orbán: “Sin duda él abrió camino para este tipo de respuestas contra lo que la comunidad ‘queer’ ha logrado en las últimas décadas. Su actitud está generando un efecto llamada también en Brasil y Polonia, que cuenta con zonas libres de gais, e incluso en Estados Unidos durante la era Trump, que resucitó una campaña del miedo a los transexuales”. Bienvenidos a Chechenia incluye grabaciones de móviles que muestran ataques extremadamente violentos, registrados por los propios agresores e interceptados por grupos activistas para desmentir a Kadírov y Putin. Los autores de estos vídeos son a menudo miembros de los cuerpos de seguridad chechenos, que guardan lo ocurrido a modo de trofeo o lo envían a sus superiores para confirmar que han completado el trabajo encomendado, explica el estadounidense durante la conversación.
Estrictas normas de seguridad
Además de la exhaustiva investigación que exigía este proyecto, France tuvo que mantener al mismo tiempo tres líneas de acción por motivos de seguridad. La primera de ellas, para no poner en riesgo a las personas que estaba grabando; la segunda, para conservar el material grabado; y la última, para protegerse a sí mismo. “Contábamos con tres empresas de seguridad trabajando en cada una de estas tareas. Tuvimos que crear toda una coreografía para cumplir con esos protocolos, que ocupaban decenas de páginas con instrucciones y que teníamos que repasar una y otra vez”, rememora. Rodó el documental con sus manos y solo con la ayuda de un productor ruso, mientras fingía estar haciendo turismo en la zona, viajando con una cámara de vídeo casera. Fue con ella con la que grabó durante 20 meses. No hubo focos ni equipo de sonido, y evitaron a toda costa que el material gráfico pasara por internet. Los discos duros y sus múltiples copias con los archivos digitales eran enviados por correo ordinario para sacarlos del país lo antes posible, cuenta.
La película centra también su mirada en dos de los voluntarios que los intentan proteger a otros arriesgando su vida. Uno de ellos, David Isteev, se presenta como una figura trágica. “Es un simple periodista que, al descubrir que está ocurriendo una locura de tal magnitud, siente que no tiene más remedio que involucrarse. Vive en las sombras mientras ayuda a gente a la que no tiene oportunidad de conocer en persona. Su historia recuerda a la de esos héroes anónimos que salvaron vidas durante el régimen nazi”, lamenta el director. Tanto Isteev como otra de las voluntarias, Olga Baranova, prefirieron no recurrir a la tecnología y mostrar sus rostros a cámara. “Eran conscientes de que las autoridades chechenas ya sabían de ellos y sintieron que el aparecer en una película de alcance internacional les podría aportar cierta seguridad”, explica France.
Bienvenidos a Chechenia se estrenó en el Festival de Sundance 2020, pocas semanas antes del inicio de la pandemia. Las restricciones de movimiento que ha traído durante más de un año la crisis del coronavirus han reducido a cero las posibilidades de huir de Rusia, mientras el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo delibera sobre la denunciada de Maxim Lapunov. Pero el impacto internacional del documental ha abierto nuevas vías a los activistas. “Al exponerse, no han podido volver a hacer el trabajo de campo que hacían antes, pero han usado la película como arma política. Les ha permitido establecer relaciones con gobiernos extranjeros, incluido el de Estados Unidos, con los que ahora colaboran. Su intención es que el resto de países ejerzan una presión ante Rusia, mediante sanciones, que obligue a Putin a no mirar hacia otro lado”, concluye France.
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