‘El Conquis’: sufrimiento a la vasca en el ‘reality’ que arrasa en ETB
Después de 17 ediciones, el concurso de resistencia bate sus propias marcas de audiencia y se acerca al 30% de cuota de pantalla en el País Vasco
Tres equipos de ocho personas se arrastran boca arriba atados de pies y manos. Reptan como gusanos buscando la salida de un laberinto muy embarrado. Gritos y tacos, muchos tacos, se mezclan con el ingenio y la resistencia en un auténtico lodazal en el que unos pasan sin miramientos por encima de los que van más lentos. Hay que ganar para comer. Una ciénaga plagada de mosquitos y bichos diversos espera a quienes pierdan en la...
Tres equipos de ocho personas se arrastran boca arriba atados de pies y manos. Reptan como gusanos buscando la salida de un laberinto muy embarrado. Gritos y tacos, muchos tacos, se mezclan con el ingenio y la resistencia en un auténtico lodazal en el que unos pasan sin miramientos por encima de los que van más lentos. Hay que ganar para comer. Una ciénaga plagada de mosquitos y bichos diversos espera a quienes pierdan en la cara más amarga, húmeda y dura de la República Dominicana. El conquistador del Caribe, El conquis, el reality de la televisión pública vasca, ETB, que ya va por la 17ª temporada, está batiendo récords de audiencia con cuotas de pantalla cercanas al 30%, el triple que la media de la cadena. El ganador en 2005 y 2014 y capitán de equipo este año, el remero Eneko Van Horenbeke, asegura: “Es ya un fenómeno social”.
Juanito Oiarzabal dice: “Engancha porque no hay ni trampa ni cartón”. El alpinista y participante de Supervivientes 2007, que ha coronado las 14 montañas más altas del planeta sin oxígeno adicional y que ha sufrido diversas amputaciones y todo tipo de contratiempos, califica de “auténtico infierno” el lugar al que van los que pierden. Después de 10 participaciones en Argentina, Chile, Colombia y Panamá, el pasado año Oiarzabal visitó durante unos días a los concursantes en el Caribe. “El campamento fue un auténtico suplicio, un infierno. No hay tierra firme, duermes en el fango y los mosquitos te devoran. No puedes dormir, no descansas de la humedad que hay”, da fe. De las 16 ediciones anteriores, tres han sido ganadas por mujeres. Lourdes Zuriarrain, recientemente fallecida, fue la primera en abrir ese marcador. Ganó la ikurriña (el premio para el vencedor, junto con un importe económico, que este año será de 20.000 euros) en la edición que se celebró en Ushuaia, en Tierra de Fuego, Argentina.
Producciones Hostoil, del grupo Mediapro, ha dado con las claves para incrementar las audiencias y el impacto social. Los directores del programa, Txema Montoya y Joxan Goñi, explican que hay una generación de jóvenes de 18 a 24 años que han crecido con El Conquis. “Es la generación de quienes veían el programa con sus padres, porque se puede ver en familia. En cierta manera, es uno de los programas de sus vidas”, argumenta Goñi.
Diego Sorarrain es uno de ellos. El joven de 25 años, cocinero en el Oteiza, el hotel del chef con tres estrellas Michelin Pedro Subijana, lo ha visto con su familia desde que tiene uso de razón. “Julian Iantzi (el presentador del programa) es un show, y me gusta ver el esfuerzo, la solidaridad, el sufrimiento. Es como la vida misma. Los que aparentan ser más débiles ganan a veces a los más fuertes”, señala a la espera del desenlace de esta edición, el 5 de julio.
Los participantes superan juegos cada vez más duros en los que el ingenio y la suerte provocan giros inesperados. Después, participan en una asamblea en la que comentan el juego, y finalmente los perdedores se retan en un duelo. Iantzi, que ahora graba como concursante Masterchef, explica: “Nosotros no podemos competir en presupuesto”. “Tenemos que competir en realidad”, asegura, “y te garantizo que es mucho más jodido de lo que la gente piensa. Hay participantes que se tiran ocho días sin comer en una pocilga que no querría ni Shrek”.
En el juego de supervivencia caníbal, los participantes arrancan con la boca, sin utilizar las manos, trozos de un cerdo abierto en canal. El equipo con la cesta que más pesa al final del tiempo estipulado se lleva el cerdo de premio, pero asado. El equipo se garantiza un día más en el programa, y sus miembros avanzan en el objetivo final de ondear la última ikurriña.
En Euskadi, cada uno de los programas de los lunes y los debates dirigidos en plató los miércoles por Patxi Alonso, que es además productor ejecutivo del concurso, son líderes absolutos. En Navarra, La Rioja e incluso Cantabria y el País Vasco francés, arrastran a miles de telespectadores. Esta última semana obtuvo el 27,3% de share, con una audiencia acumulada de 348.000 telespectadores en Euskadi (dos millones de habitantes) y su área de influencia. La etiqueta #conquis22 fue trending topic con más de 3.000 tuits. Y así cada semana.
El ritmo es terrible para los concursantes y para el equipo de producción. En apenas un mes graban 25 entregas, casi una al día con juego, asamblea y duelo. Los 36 concursantes y los más de 220 miembros del equipo, con 15 cámaras y un dron, sufren un clima extremo con calor sofocante, colas de huracán y una tensión y esfuerzos extenuantes que quiebran las voluntades más férreas. Van Horenbeke, ganador de la Bandera de la Kontxa en 2002, Mister Bizkaia 2003 y concursante de Gran Hermano en 2007, relata: “En Argentina nos decían que los vascos estamos locos, que ellos no hacían eso ni por dinero. Es verdad que somos brutos y que nos gustan las pruebas de fuerza”. El primer programa, en 2005, se llamó El conquistador del fin del mundo y se rodó en la bahía de Ushuaia, Argentina.
El considerado mejor programa autonómico de 2008 por la Academia de Televisión Española, asegura Montoya, “atrapa a los espectadores porque los participantes sacan lo peor y lo mejor de sí mismos cuando las cosas se ponen feas, duras y difíciles. Y a veces se ponen muy muy feas”. El equipo rojo de chicos, el azul mixto y el verde íntegramente compuesto por chicas, se enfrentan a ellos mismos, a sus fantasmas y miedos, y cómo no, a las cacatas, arañas peludas como puños de grandes, que no son venenosas pero que si te pican “te acuerdas de todo el santoral”, dice Van Horenbeke. “En el campamento muy pobre convives como puedes con ratas, cangrejos, cacatas y hormigas que tienen más hambre que nosotros”, describe el remero.
Montoya ironiza: “Hay una constante, y es que las mujeres se quejan muy poco, pero los tíos desde el primer día”. Goño dice, resignado: “Lo de las palabrotas, sin embargo es común a los dos géneros. Lo de cagarse en todo forma parte ya del dialecto del programa”.
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