¿Bondad?
Es muy raro que ganen los buenos. Y si alguna vez lo hacen tardan muy poco en convertirse en malos. Así pensamos los simplistas y los demagogos
Cuentan de aquel misántropo y cínico llamado Diógenes que al preguntarle por qué paseaba sin tregua por las calles de Atenas acompañado de un farol, este respondía: “Busco una persona honrada”. Él, probablemente tampoco lo sería. Recuerdo esa historia al observar el vistoso titular de una entrevista con el actor Javier Cámara en la que afirmaba: “Hoy, la bondad va ganando por goleada”. Benditas sean las utopías. ¿Qué datos poseería el genial cenizo ...
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Cuentan de aquel misántropo y cínico llamado Diógenes que al preguntarle por qué paseaba sin tregua por las calles de Atenas acompañado de un farol, este respondía: “Busco una persona honrada”. Él, probablemente tampoco lo sería. Recuerdo esa historia al observar el vistoso titular de una entrevista con el actor Javier Cámara en la que afirmaba: “Hoy, la bondad va ganando por goleada”. Benditas sean las utopías. ¿Qué datos poseería el genial cenizo Rafael Sánchez Ferlosio cuando escribió Vendrán más años malos y nos harán más ciegos?
Bogart dividía sin matices a sus semejantes entre profesionales y vagos. Es transparente que el personal que ha cuidado a moribundos y supervivientes en las tenebrosas UCI, en la capital del dolor, eran ante todo profesionales. Hacían lo que tenían que hacer, poseían lo que hay que tener. Pero aseguran muchas de las personas que estuvieron internadas en aquel infierno, que esos profesionales no solo intentaban cuidar su organismo, sino que también les donaban amabilidad, compasión, generosidad, alguna sonrisa, el inmenso valor que alcanza los gestos pequeños en situaciones críticas. Pero sospecho que el egoísmo, la vileza, el abuso, el engaño y la mediocridad van a mantener idéntico esplendor que a lo largo de toda la historia de la humanidad. Es muy raro que ganen los buenos. Y si alguna vez lo hacen tardan muy poco en convertirse en malos. Así pensamos los simplistas y los demagogos.
Tampoco perviven los modales, la buena educación, el respeto al prójimo. Qué miedo me dan esas legiones de ultracuerpos que van por las calles permanentemente incrustados a la pantalla de un móvil, que atropellan a otros transeúntes sin pedir disculpas, que no ceden el paso a ancianos e impedidos físicos, que se saltan arteramente los semáforos y los pasos de cebra, que no recogen la mierda de sus adorables perritos. ¿Incívicos, irresponsables? Son algo peor. No hay pandemia que cure sus taras.
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