Dolly Parton ha decretado que este año la Navidad empieza en noviembre
‘Navidad en la plaza’ es tan cursi, inocente y hortera como parece. Es exactamente la película que quiere ser
Hace poco se desveló que Dolly Parton había donado un millón de dólares a la compañía farmacéutica Moderna para su investigación en la vacuna de la Covid-19 e Internet celebró a la cantante como el hada madrina que, en realidad, es desde hace ya varias décadas. Parton siempre ha destinado todo el dinero que le sobra a causas benéficas y a hacer del mundo un lugar mejor. Así que el estreno de su parábola musical Navidad en la plaza (Netflix) llega en el ...
Hace poco se desveló que Dolly Parton había donado un millón de dólares a la compañía farmacéutica Moderna para su investigación en la vacuna de la Covid-19 e Internet celebró a la cantante como el hada madrina que, en realidad, es desde hace ya varias décadas. Parton siempre ha destinado todo el dinero que le sobra a causas benéficas y a hacer del mundo un lugar mejor. Así que el estreno de su parábola musical Navidad en la plaza (Netflix) llega en el mejor momento posible: Dolly Parton ha decretado que este año la Navidad empieza en noviembre.
Se trata de una canción de Navidad con su propio señor Scrooge (Regina, interpretada por Christine Baranski), cuya profesión consiste en esa cosa tan estadounidense de ser la dueña de un pueblo. Regina considera que el sarcasmo es una personalidad y no cree en los cuentos de hadas (“Si tienes la casa tan infestada de ratones y pájaros como para que monten un número musical, llama al exterminador”, asegura), así que pretende desahuciar a todos los aldeanos, nada menos que el día de Nochebuena, para vender el pueblo entero a una empresa que va a construir el centro comercial más grande del mundo, “un lugar que venderá café a precio inflado y tendrá cien salas de cine que sirvan sushi”. La verdadera fantasía de esta fábula es que algún empresario abra un cine en 2020. Ella misma advierte a los aldeanos, gente sencilla con valores y sueños sencillos que confían ciegamente en que Dios proveerá, que no esperen un milagro navideño porque “esto no es Qué bello es vivir”.
Excepto porque sí lo es. Regina se cuestiona su propia avaricia capitalista cuando conoce a un ángel con el pelo cardado, tops de lentejuelas y tacones de plataforma (Parton) que el cielo le ha mandado para convencerla de que dé marcha atrás y además, en sus propias palabras, “baje los alquileres para elevar los ánimos”. Solo falta Bernie Sanders vestido de Papá Noel. Si Engels veía a Jesucristo como el primer socialista, Dolly Parton es un mesías pop cuyo evangelio es la amabilidad implacable. Al fin y al cabo ya en 1980 ella compuso 9 to 5, un manifiesto folk contra el acoso sexual, la discriminación machista y la explotación laboral. “Vas a arruinarle la vida a una aldea en nombre del progreso” reprocha un vecino a Regina. “Peor, ¡en nombre del dinero!”, corrige otro.
Navidad en la plaza es tan cursi, inocente y hortera como parece. Es exactamente la película que quiere ser. Y su discurso está tan acorazado que criticar su idealismo dice peores cosas del crítico que de la película. Si el público ha abrazado esta Navidad prematura (All I Want For Christmas de Mariah Carey ya está entre las canciones más escuchadas de Spotify) es porque tiene ganas de que 2020 se acabe y porque necesita cualquier excusa para ponerse contento.
El ángel Dolly adoctrina citando a Alexander Pope (“Errar es humano, perdonar es divino”) y todos los personajes de Navidad en la plaza siguen siendo encantadores con Regina aun cuando ella los está dejando en la calle. Regina decide cambiar (spoiler, aunque el lector lo habrá visto venir) sencillamente porque todos sus vecinos han creído en ella. La redención de la villana se consuma cuando pone el capitalismo al servicio del bien y fleta un helicóptero, pagando de su bolsillo el tratamiento, para salvar la vida de una niña. Dios bendiga a América.
A Dolly Parton nunca ha parecido importarle que, Jolene aparte, nadie la haya tomado nunca en serio como artista a causa de su carácter y su aspecto (“Hace falta mucho dinero para lucir así de barata”, defiende ella). Pero de unos años a esta parte se la saluda como a una filósofa de los buenos modales, una compositora formidable y un símbolo de la alegría. Navidad en la plaza está atestada de sus aforismos (“Los más pobres son los que no saben que es mejor dar que recibir”, “Si juzgas a alguien por sus errores nunca conocerás quién es de verdad”, “El dolor es amor que no tiene dónde ir”) y, sinceramente, quizá sea el momento de probar con la inocencia porque a esta civilización le ha ido regular con el cinismo. El último plano de la película es Dolly Parton mirando a cámara y animándonos a “salir ahí fuera e iluminar con vuestra luz”. ¿Quién querría ser el villano que le lleve la contraria?