‘Mask Singer’, surrealismo pop para evadirse del 2020
Antena 3 estrena la exitosa exportación surcoreana en la que famosos cantan escondidos tras estrambóticos disfraces
Una gamba gigante aparece sobre un escenario para cantar un éxito de C. Tangana, Beyoncé o, quizá, de Manolo Escobar. Y detrás del disfraz hay un famoso escondido. Lo que parece un sueño imposible de descifrar por la psicología es la premisa real de Mask Singer: adivina quién canta, que estrena este miércoles (22.45) Antena 3. Fremantle España y Atresmedia Televisión han adaptado la que es la exportación surcoreana más viral y lisérgica desde el ...
Una gamba gigante aparece sobre un escenario para cantar un éxito de C. Tangana, Beyoncé o, quizá, de Manolo Escobar. Y detrás del disfraz hay un famoso escondido. Lo que parece un sueño imposible de descifrar por la psicología es la premisa real de Mask Singer: adivina quién canta, que estrena este miércoles (22.45) Antena 3. Fremantle España y Atresmedia Televisión han adaptado la que es la exportación surcoreana más viral y lisérgica desde el Gangnam Style de PSY. Si el entretenimiento en la pequeña pantalla pasa por evadirse de la realidad, la nueva apuesta de la cadena busca llevar este mantra televisivo a niveles nunca vistos.
Javier Calvo y Javier Ambrossi, responsables de las series Veneno y Paquita Salas, la cantante Malú y el humorista José Mota forman el grupo de investigadores que intentará descifrar, con Arturo Valls como maestro de ceremonias y la relativa ayuda de pistas ambiguas, quién se encuentra tras las 12 máscaras que compiten en el programa. Entre ellas, habrá un pulpo, un pavo real y un caniche azul. En cada entrega, uno de los participantes desvelará su identidad. “Este tipo de programa-evento es lo que necesita ahora mismo la televisión en abierto. Es de esas cosas que tienes que ver en directo si no quieres que te lo cuenten”, advierte uno de los detectives, Javier Calvo, sobre un espacio que está pensado para consumirse con un ojo puesto en las redes sociales.
Muy pocas personas de la productora y de la cadena conocían el listado de cantantes enmascarados en el momento de grabar el programa, así que veremos al jurado de expertos colocarse semana a semana al mismo nivel que el espectador, compartiendo su misma incertidumbre. No lo tiene fácil para resolver el misterio. Tras los disfraces puede encontrarse casi cualquiera. Quizá sea una vieja gloria de la música con millones de discos vendidos o una estrella del deporte en activo. Puede que sea un político retirado o el actor secundario de un culebrón de sobremesa.
“Una de las cosas que engancha del concurso es que está vivo y crea una tensión constante. A nosotros, la curiosidad casi nos quita la vida. A la tercera semana, ya no podíamos esperar a saber quién era el girasol o la gamba”, comenta entre risas José Mota, que confiesa haber sido el más arriesgado de los cuatro con sus teorías.
El formato, uno de los más exitosos de la década tras emitirse en más de 40 países, se coloca a medio camino entre el talent show clásico de occidente y la fiebre asiática por el cosplay y el anime. Con esos ingredientes dispara lo que la ciencia define como uno de los resortes básicos de la risa: la incongruencia. Ya ha logrado momentos memorables y surrealistas en sus ediciones internacionales. La exgobernadora de Alaska Sarah Palin ha rapeado vestida de oso, el rebelde Mikey Rourke ha desertado del concurso liberándose antes de tiempo de su peluda y calurosa máscara de Gremlin y uno de los superhéroes de Hollywood, Ryan Reynolds (Deadpool), ha interpretado la balada Tomorrow bajo un infantil disfraz de unicornio.
Durante las cuatro primeras galas de Mask Singer: adivina quién canta, los famosos ocultos estarán divididos en dos grupos con seis participantes en cada uno. Se irán enfrentando de dos en dos. El vencedor de cada duelo pasará a la siguiente fase, mientras que el perdedor quedará en riesgo de eliminación. Las máscaras menos votadas volverán a cantar en un desafío final para saber el participante que debe desvelar su identidad. A partir de la quinta gala, los dos grupos se unificarán y empezarán a competir entre sí para lograr el trofeo del ganador: la máscara de oro.
El diseño de vestuario es una de las claves del programa, pero también lo es la entrega de sus concursantes. “Al principio piensas que no vas a sentir empatía con esos muñecos, pero desde la primera gala ya empiezas a enamorarte de alguno de ellos y a tener tus favoritos. Los participantes han creado tan bien sus personajes que a menudo, cuando se quitan la máscara, no esperas encontrarte a la persona que te encuentras. El espectador no va a dar crédito”, apunta Javier Ambrossi, quien defiende que el casting español es mucho más potente que el de la edición estadounidense. “Además de gente que va a pasárselo bien, veremos a famosos que buscan una segunda oportunidad o que quieren desvelar su desconocido talento por la música. Y hay algunos casos tan sorprendentes que todavía no comprendemos por qué han ido a Mask Singer. Hay gente que jamás había participado en propuestas de este tipo. Nos dicen que se sienten libres al estar ocultos bajo el disfraz y que se lo pasan como niños”, avanzan los tres detectives, con cierta sensación de envidia.
Para ellos, el verdadero esfuerzo para sacar el proyecto adelante ha recaído en la productora, que, además de aplicar estrictas medidas de seguridad para evitar que se filtraran las identidades de los participantes, ha tenido que afrontar la prevención sanitaria para proteger a todo el equipo en tiempos de coronavirus. “Que haya podido salir adelante un reto así me parece muy esperanzador. Es una muestra de que, si trabajamos unidos, podemos seguir logrando objetivos y evitar el ahogo absoluto. ¿Placer culpable? "Al contrario. Mask Singer es un placer necesario en estos momentos. La gente ansía, ante tanto sufrimiento, poder disfrutar”, destaca Mota. “Nos va a tocar estar mucho tiempo en casa en los próximos meses, así que más vale que nos lo pasemos bien en ella”, concluye Javier Calvo.