Luca Guadagnino: “¿Por qué los cineastas españoles imitan a Hollywood y no a Víctor Erice?”
El director de ‘Call me by your name’ estrena el martes su primera serie, ‘We are who we are’, en HBO España
Luca Guadagnino (Palermo, 49 años) estrena este martes en HBO España su primera serie televisiva, We are who we are, retrato colectivo de un grupo de adolescentes que vive en una base militar estadounidense cerca de Venecia, donde tuvo lugar esta conversación. El director de Call me by your name visitaba el festival de cine de la ciudad italiana para presentar dos de sus proyectos: un documental sobre Salvatore Ferragamo y un corto ...
Luca Guadagnino (Palermo, 49 años) estrena este martes en HBO España su primera serie televisiva, We are who we are, retrato colectivo de un grupo de adolescentes que vive en una base militar estadounidense cerca de Venecia, donde tuvo lugar esta conversación. El director de Call me by your name visitaba el festival de cine de la ciudad italiana para presentar dos de sus proyectos: un documental sobre Salvatore Ferragamo y un corto rodado durante el confinamiento. Además, Guadagnino se prepara para presidir el jurado del Festival de San Sebastián, que empieza el próximo viernes.
Pregunta. Su serie se ve como si fuera una película. ¿Quiso ir a la contra de lo que triunfa?
R. No lo hice adrede, pero no sé hacer las cosas de otra manera. No veo muchas series, nunca he visto una temporada completa. Pero tengo la sensación de que a la televisión le interesa menos el lenguaje visual que la idea de relato, en un sentido novelesco. Sigue siendo un poco esclava de la narración: debes seguir una estructura, desarrollar arcos narrativos y mostrar bustos parlantes que hacen avanzar la trama. Me parece deprimente: ni el cine ni la vida son así.
P. Grandes cineastas han fracasado al pasarse a la televisión.
R. Mientras no me haga decir sus nombres…
P. ¿Se encontró usted con algún reto inesperado?
R. Al principio pensé en rodar los ocho capítulos de ocho maneras distintas, con distintos estilos y movimientos de cámara. Cada episodio iba a ser un ensayo fílmico. No tardé en entender que era una gilipollez. Mi productor me preguntó: “¿Dónde está la emoción?”. Tenía razón, los actores estaban constreñidos. Al final me limité a observarlos. De repente, la serie se liberó.
P. La serie habla de jóvenes que se hacen mayores en un momento de máxima ansiedad global. ¿Por eso son tan melancólicos?
R. Bueno, es que yo soy profundamente melancólico. Escogí el año 2016 como punto de arranque porque marca el final de una ilusión. Creímos que el cambio provocado por Barack Obama sería para siempre y, de repente, entendimos que no. En realidad, el progreso es un paso hacia delante y otro hacia atrás, o hacia la derecha o la izquierda…
P. Quiso rodar en un cuartel estadounidense en Vicenza, pero el Departamento de Estado le denegó el permiso.
R. Dijeron que sí y luego que no. Esperaron al último minuto, tal vez porque aspiraban a evitar que rodáramos la serie. No lo consiguieron: decidimos construir un cuartel desde cero. Supongo que no les gustó lo que cuento: niños de 14 años que beben, personajes transgénero viviendo en el cuartel, soldados que se marchan a Afganistán sin preparación…
P. Sus jóvenes son como huérfanos: los adultos están ausentes y, cuando aparecen, están todavía más perdidos que ellos.
R. Me inspiré en los Peanuts de Schulz, que también son como huérfanos. El filósofo Georg Lukács decía que ser humano es estar solo y siempre he estado de acuerdo. Siempre estamos solos en el mundo, por mucho que intentemos camuflarlo inventándonos codependencias.
P. Muchos de sus personajes son LGBTIQ.
R. Para mí, lo queer no está ligado a la sexualidad, sino a una diferencia radical del individuo. Ser queer es no preocuparse por ser incluido y no sufrir por una posible exclusión. Así son mis personajes.
P. ¿Es más fácil ser queer hoy que cuando usted era joven?
R. No estoy seguro. Tal vez lo sea en Madrid o en Barcelona, pero váyase a la Mancha… Me peleo siempre sobre este tema con mucha gente. Yo creo que es solo el capitalismo, que intenta vendernos que el individuo puede serlo todo y, en consecuencia, comprarlo todo. Yo creo que esa diferencia radical sigue siendo difícil de encajar.
P. ¿No es más fácil rodar una serie como la suya que en otro tiempo?
R. Tampoco lo tengo claro. Hace 30 años ya existía Twin Peaks. En realidad, creo que vivimos en tiempos más conservadores. Es una época en la que resulta difícil describir situaciones que puedan dañar a algunas personas, por lo que muchas veces, para no molestar a nadie, dejamos de hacer o de decir ciertas cosas. Por otra parte, la derecha y la extrema derecha se imponen en elecciones perfectamente libres en muchos lugares del mundo. ¿Sucede eso porque vivimos en tiempos abiertos en los que se nos permite ser lo que queramos? Pues no lo creo…
P. Su serie es distinta en otra cosa: no tiene reparos en mostrar la desnudez. Sobre todo, la masculina.
R. No es algo que formalice en mi cabeza. Si alguien está desnudo en es porque lo estaría en la realidad. Si dejara el pene fuera de campo sería un acto de falsedad y estupidez. ¿Que la mayoría de directores lo siguen creyendo un tabú? Por supuesto. Pero yo no creo en las mayorías.
P. Tras el éxito de Call me by your name no se marchó a Hollywood. Prefirió seguir trabajando desde Europa, incluso para los estudios o para HBO.
R. Soy demasiado viejo para aceptar trabajar en proyectos en los que no tengo un control total. Intentaron contratarme un par de veces, pero los guiones eran malos. No crecí con el afán de replicar el modelo estadounidense. Si el cine europeo hoy se encuentra en un estado deprimente es porque muchos directores se pusieron a imitarlo en los ochenta. ¿Por qué los cineastas españoles no siguen el ejemplo de Víctor Erice y prefieren imitar los estándares hollywoodienses, a veces con mucho éxito?
P. ¿Es un problema de imperialismo cultural?
R. No, es un problema de holgazanería en cantidades industriales…
P. ¿En qué le ha cambiado la pandemia?
R. No me ha cambiado, pero ha coincidido con una crisis personal: perdí a mi padre y me dejó mi compañero. ¿Debería sollozar todo el día o tratar de encontrarle un sentido y buscar energía en medio de todo este dolor? Me lo sigo preguntando cada día…
P. Defiende que, ante el cataclismo social que se avecina, el sector cultural debe contraatacar sin demora.
R. Por eso acepté ser presidente en San Sebastián. Me parece terrorífico el precio que van a pagar los cines, los teatros y las salas de conciertos.
P. Tras la Segunda Guerra Mundial, los festivales fueron creados para apoyar a la industria, pero también para favorecer la cohesión social.
R. Y ahora tienen que recuperar esa función. Volvamos a empezar, reconstruyámonos. No será fácil, pero no tiene por qué serlo. Lo que resulta fácil no suele durar.
P. ¿Qué papel ha jugado el cine español en su educación cinéfila?
R. Me gusta mucho, pero me gustaría saber más. Hace 30 años vi una película que me fascinó: Cielo negro, de Manuel Mur Oti. Hoy sigo pensando en ella a menudo. Y después amo a todos vuestros maestros, del cine mudo a Almodóvar. ¿Es Pedro un personaje querido en España?
P. Otro día le cuento…
R. No entiendo cómo puede dividir. Su cine es una afirmación de la vida. Me dicen que hay gente que todavía no ha digerido que saliera travestido en televisión en los ochenta. A mí me parece divino.