Mirar un cuadro y retratarse
'Mirar un cuadro' es un programa que roba la autoridad a la Academia, que cambia el foco de atención y lo lleva a la calle, a su conocimiento y a su compromiso con la protección del patrimonio artístico
“Es un cuadro regular, no es de los mejores de Velázquez”. El visitante estaba ante Mercurio y Argos, en el Museo del Prado, y respondía a las preguntas de los periodistas y cámaras de RTVE, hace casi 40 años. Mirar un cuadro fue una serie dirigida por Alfredo Castellón para la cadena pública, que entre 1982 y 1984 dio a conocer 109 cuadros de museos españoles, siempre bajo la mirada y la palabra de los visitantes. El protagonismo de estos programas -todos en el archivo web de la cadena- es de la ciu...
“Es un cuadro regular, no es de los mejores de Velázquez”. El visitante estaba ante Mercurio y Argos, en el Museo del Prado, y respondía a las preguntas de los periodistas y cámaras de RTVE, hace casi 40 años. Mirar un cuadro fue una serie dirigida por Alfredo Castellón para la cadena pública, que entre 1982 y 1984 dio a conocer 109 cuadros de museos españoles, siempre bajo la mirada y la palabra de los visitantes. El protagonismo de estos programas -todos en el archivo web de la cadena- es de la ciudadanía, de sus vínculos con el patrimonio y de sus interpretaciones. Tan variadas y tan diversas, con tantas ideas y sensibilidades tan diferentes.
“Es un cuadro supersurrealista de Goya, que intenta expresar las pesadillas y se adelanta a su tiempo. Es esperpento auténtico, que dijo Valle-Inclán que lo inventó Goya. A mí esta pintura me sugiere el rock más duro”, apunta un alumno heavy, con chupa de cuero, pelo largo y pañuelo rojo al cuello, ante Las parcas, de las pinturas negras de Goya. “Es un cuadro que no me dice nada”, dice una compañera del otro, con un peinado muy Paloma Chamorro. “Hay una cosa muy importante: El perro en el medio, es un perro plácido, un perro bien alimentado. Describe a un Tintoretto relajante frente al perro de Goya y su tristeza. Es un perro simpatiquísimo y muy tranquilo”, explica una mujer ante El lavatorio.
Mirar un cuadro es un programa que roba la autoridad a la Academia, que cambia el foco de atención y lo lleva a la calle, a su conocimiento y a su compromiso con la protección del patrimonio artístico. Fue una reivindicación a la libertad de interpretación, al derecho que tienen todas las generaciones a revisar su historia del arte desde un punto de vista propio. Porque la pintura es, en realidad, un reflejo de quienes la miran y admiran, porque somos máquinas de interpretación y el asedio a la imagen es un acto reflejo que sucede desde hace siglos y retrata cada época, porque el arte es una provocación que obliga a retratarse. Ante un cuadro nadie puede permanecer mudo, impasible o indiferente. Ante Cocina al punto con Peña y Tamara, sí. De aquella televisión cultural solo resiste, desde hace 25 años, La aventura del saber.
Ante los cuadros, decenas de acentos, idiomas y tonos que hacen de un museo el tesoro de la diversidad. También los silencios hablan y definen: en el programa dedicado a La historia de Nastagio degli Onesti, de Sandro Botticelli, nadie, ninguno de los visitantes que pasan por las tablas inspiradas en el Decameron de Boccaccio, observa ni se refiere al asesinato de la mujer que ha rechazado a su asesino, que la raja por la espalda y le arranca su corazón y se lo tira a dos mastines, que lo devoran. A veces se olvida que mirar un cuadro es ver lo que sucede más allá de la materia de la pintura.