EL GRAN 'HACKER', EN LIBERTAD (IV)

La detención

Mitnick es detenido y su caso se convierte en una campaña de protesta que al grito de 'Free Kevin' pide su puesta en libertad

Tras su arresto, Mitnick fue trasladado a la cárcel del condado de Smithfield, en Carolina del Norte, donde pasó una semana en el agujero, es decir, en prisión incomunicada. El peso de su fama era tal que las autoridades pensaron que aislarlo del mundo era la única manera de que no se fugara ni manipulara las redes telefónicas e informáticas de la prisión. Una semana después pasó a una celda, pero sólo si aceptaba determinada condiciones. No habría fianza. No habría audiencia preliminar. Y esperaría al juicio en prisión.

Opiniones encontradas

"Si alguien parece un ...

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La noche del 15 de febrero, a la 1:30 de la madrugada, Shimomura, Markoff y una decena de agentes federales esperaban en una furgoneta a la puerta del bloque, mientras el experto japonés conseguía averiguar el apartamento exacto del que provenía la señal que emitía Mitnick mientras realizaba uno de sus ataques. La detención se realizó sin que el mayor y más poderoso hacker de la historia se resistiera. Gracias a esta historía, Shimomura se hizo famoso y escribió un libro ensalzando sus propias habilidades frente a las de Mitnick. Markoff, por su parte, publicó una de las mayores exclusivas de su vida. Pero el papel del periodista en esta historia es una obsesión para Mitnick, que nunca ha culpado de su caída al japonés ni al FBI. Markoff dejó de ser un simple testigo, dice, para convertirse en uno de sus principales protagonistas. El reportero nunca publicó, por ejemplo, que una de las fechorías de Mitnick había consistido en leer su propio correo electrónico durante cinco años. "Sí, debí publicarlo", admite, "pero yo siempre me identifiqué como periodista y cumplí con mi trabajo", añade. "Mitnick se vuelve loco con el tema de Markoff, le acusa de todos sus problemas", explica otro periodista tecnológico estadounidense. El reportero, insiste el pirata, exageró sus crímenes y es el único responsable de todos los problemas que sufriría a continuación.

Tras su arresto, Mitnick fue trasladado a la cárcel del condado de Smithfield, en Carolina del Norte, donde pasó una semana en el agujero, es decir, en prisión incomunicada. El peso de su fama era tal que las autoridades pensaron que aislarlo del mundo era la única manera de que no se fugara ni manipulara las redes telefónicas e informáticas de la prisión. Una semana después pasó a una celda, pero sólo si aceptaba determinada condiciones. No habría fianza. No habría audiencia preliminar. Y esperaría al juicio en prisión.

Opiniones encontradas

"Si alguien parece un hacker y huele como un hacker, los hechos de su crimen son secundarios", dice en un artículo el escritor Charles Platt, uno de los mayores defensores de Mitnick. "Puede haber robado millones de Citibank, o simplemente haber entrado en el ordenador de otra persona. No hay diferencia; si lleva el estigma de ser un hacker, está condenado. Y eso es precisamente lo que le pasó a Kevin Mitnick", añade. "Violó la ley, y fue lo suficientemente estúpido como para hacerlo, no una ni dos, sino cinco veces", rebate John Markoff. "Sus crímenes costaron cientos de millones de dólares a las empresas a las que atacó. Lo que hizo no está bien". Las compañías aseguran que por las visitas de Mitnick habían perdido un total de 80 millones de dólares, pero ninguna de ellas ha declarado esas pérdidas al organismo regulador de la Bolsa, como es su obligación.

Pasaron cuatro años, lo que convirtió a Mitnick en el convicto estadounidense que más tiempo ha pasado en la cárcel sin juicio. Mientras él estaba preso, su historia se convirtió en mito. La comunidad hacker mundial se movilizó como nunca lo ha hecho antes, ni después, y lo hizo como mejor sabe: pirateando páginas web, entre ellas las de The New York Times y el Senado estadounidense. "Podéis parar a UNO pero no podréis pararnos a TODOS. ¡Liberad a Kevin!", decía el mensaje que dejaron unos piratas en la página del Senado, en junio de 1999. Ese "Liberad a Kevin" se imprimió en camisetas, pegatinas, carteles. Los seguidores de Mitnick se manifestaron por todo el país y llegaron a recaudar 3.000 dólares para que el pirata pudiera pagar su defensa para el juicio, que se celebró, finalmente, en 1999.

La expectación era enorme. El público y la prensa escucharon atentamente las primeras declaraciones de Mitnick sobre las razones que le habían guiado a acceder compulsivamente, durante 15 años, a cualquier dispositivo que se le pusiera por delante: "He conseguido acceder a los sistemas informáticos de algunas de las mayores corporaciones mundiales, y he penetrado con éxito en los sistemas más seguros que jamás se hayan desarrollado. He utilizado métodos técnicos y no técnicos para obtener el código fuente de varios sistemas operativos y dispositivos de telecomunicaciones, para estudiar sus vulnerabilidades y su funcionamiento interno. Todo lo hice para satisfacer mi curiosidad, ver lo que podía hacer, y obtener información secreta sobre cualquier cosa que despertara mi curiosidad". La curiosidad de Mitnick le costó cinco años de cárcel -ya había cumplido cuatro- y la prohibición de acercarse a un ordenador o dispositivo inalámbrico en tres años.

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Carteles y pegatinas con el lema 'Free Kevin' fueron colocados en casi todo el mundo.

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