El salvaje asesinato de Samuel Luiz llega a juicio con peticiones de pena de hasta 27 años para cada uno de los cinco acusados
“Era un puto maricón”, dijo el principal procesado tras el linchamiento colectivo del joven enfermero en julio de 2021 en la zona de copas de A Coruña. Las declaraciones de supuestos culpables, testigos y peritos se alargarán más de un mes
No ha habido otra muerte en España en los últimos años que haya despertado mayor reacción social que la de Samuel Luiz Muñiz. El chico nacido en Brasil en 1997 y emigrado a España con sus padres cuando tenía un año, pacífico, religioso, discreto, auxiliar de enfermería que ...
No ha habido otra muerte en España en los últimos años que haya despertado mayor reacción social que la de Samuel Luiz Muñiz. El chico nacido en Brasil en 1997 y emigrado a España con sus padres cuando tenía un año, pacífico, religioso, discreto, auxiliar de enfermería que estudiaba para protésico dental, murió en plena zona de copas de A Coruña por la paliza salvaje de una manada de chavales de su edad.
Era la madrugada del 3 de julio de 2021, primer fin de semana de apertura de locales de ocio nocturno tras la encerrona de la pandemia. Samuel había salido con una amiga, se hallaban en las inmediaciones de un concurrido pub, el Andén, haciendo una videollamada a otra chica en Pontevedra. Querían celebrar con ella, en la distancia, la resurrección del ambiente de fiesta en la ciudad tras la desolación del confinamiento. Pero otro hombre, Diego Montaña Marzoa, nacido en A Coruña en 1997 y entonces de 25 años, había salido del mismo pub que Samuel. Diego, que no conocía de nada al otro joven, estaba con su novia, Katy Silva Barros, de 19 años, y supuestamente se picó porque interpretó, erróneamente, que Samuel y su amiga le estaban grabando con el teléfono.
“Deja de grabarnos”, “¡deja de grabar, a ver si te voy a matar, maricón!”, con esta amenaza proferida por un Diego Montaña fuera de sí, al filo de las tres de la madrugada del 3 de julio, estalló el linchamiento colectivo, a la vista de todo el mundo, de una víctima inocente cuya orientación sexual podía ser evidente para los agresores, pero que era un tema del que Samuel todavía no hablaba con sus padres. La muerte a golpes a cargo de una jauría “cruel y deshumanizada”, describe la fiscal del caso, será juzgada a partir de este miércoles tras la elección, que ya tuvo lugar el martes en la Audiencia de A Coruña, del jurado popular. El juicio, con un calendario de declaraciones de acusados, testigos y peritos que se extiende hasta el 18 de noviembre antes de que los jurados se encierren para deliberar, sienta por asesinato en el banquillo a los cinco mayores de edad que pudieron ser identificados o se delataron entre sí entre la marabunta criminal.
Se trata, además de Diego Montaña y Katy Silva, para los que la Fiscalía pide 25 años de prisión y cinco de libertad vigilada; de Alejandro Freire y Alejandro Míguez, que se enfrentan cada uno a 22 años, a los que acusa de golpearlo; y de Kaio Amaral, que suma 27 años de petición de pena no solo por participar en la paliza mortal, sino por robarle y hacer desaparecer el móvil de la víctima en medio de la confusión. Dos menores que la Policía Nacional también acreditó que participaron en la barbarie nunca llegaron a entrar en la cárcel pese a cumplir pronto los 18: fueron juzgados a los nueve meses, se declararon culpables de un delito de asesinato y aceptaron una condena de tres años y medio en un centro tutelado. Ahora, cuando van a ser juzgados sus amigos de la pandilla (Montaña, Freire y Amaral siguen en prisión provisional desde el principio), ya disfrutan de días libres. Ninguno tenía antecedentes penales antes del suceso que conmocionó a España y buena parte del planeta aquel verano en el que se multiplicaron las manifestaciones contra la homofobia y se convirtió el rostro de Samuel en todo un símbolo de la causa.
El ministerio público defiende que se trata de un asesinato porque los agresores —entonces amigos y hoy enfrentados entre sí en su estrategia de endosarse unos a otros las culpas— se ensañaron con aquel joven enfermero, incapaz de hacerles frente, con “ánimo de causarle la muerte” y hasta cuando ya estaba inconsciente. “Los continuos y brutales golpes propinados a Samuel fueron realizados con la intención deliberada de aumentar innecesariamente su dolor y sufrimiento físico para alcanzar el fin letal, reflejo de una crueldad y deshumanización extremas”, insiste la fiscal en su escrito de acusación. Según este, toda la escena aconteció en unos siete minutos. Desde el enfrentamiento inicial de Diego Montaña hasta que se fueron sumando los demás amigos, mientras Katy Silva bloqueaba el paso a quien quería auxiliar a la víctima y se produjo una persecución brutal a lo largo de 150 metros del frente marítimo de A Coruña, y Samuel cayó y fue ayudado por dos migrantes senegaleses, Ibrahima Diack y Magatte Ndiaye, las únicas personas que lo hicieron, aparte de su amiga. Samuel trató de levantarse y huir, pero al final se desplomó y siguieron dándole puñetazos y patadas en “zonas extremadamente vulnerables” como “la cabeza y la cara”.
Samuel Luiz, el joven que quería ser protésico dental y que llevaba años trabajando en una residencia de ancianos mientras enseñaba la Biblia y tocaba la flauta travesera en la Congregación Cristiana, un movimiento evangélico del que su padre era líder espiritual, fue trasladado todavía con un suspiro de vida al Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña y su muerte fue certificada a las 6.50 horas de la mañana. Hemorragias, traumatismo craneoencefálico, edema y muerte cerebral. Todo ello sumado a golpes y heridas por todo el cuerpo y derrames en los órganos del tórax.
La fiscal recoge en su escrito no solo aquella frase pronunciada por Diego Montaña que corrió como la pólvora por las redes sociales los primeros días (“a ver si te voy a matar, maricón”) sino también “te voy a apuñalar, vas a morir” y otra más, de nuevo atribuida en las testificales al acusado que empezó el linchamiento: “¡Quién le mandó al puto maricón meterse en eso, si era un puto maricón!”, presuntamente pronunciada después de que la turba se dispersase por las calles de la ciudad al comprobar que Samuel ya no se movía. La acusación defiende que “por las palabras, gestos, forma de vestir, tono de voz y apariencia física” de la víctima, se “desencadenó una reacción aún mucho más virulenta” en Montaña por su “animadversión a la orientación homosexual que le atribuyó”. También afirma que la novia del primer agresor era “plenamente consciente” de esta ”profunda animadversión hacia la homosexualidad” y la “compartía” de lleno.
La Fiscalía les atribuye a todos un delito de asesinato por alevosía y ensañamiento y a Kaio uno de robo con violencia. Concurre para el caso de Diego Montaña y Katy Silva la agravante de discriminación “en relación a la orientación sexual de la víctima”, por lo que las penas por asesinato que la acusación pide para ellos son más altas. Todos se enfrentan, además, a un lustro de libertad vigilada tras sus años entre rejas, y a indemnizar conjuntamente a los progenitores del fallecido con 227.727 euros por perjuicios y daño moral, además del precio del teléfono móvil (859 euros). A la hermana, con 35.557 euros. Y también al padre con otros 40.000 por la incapacidad total permanente que le impidió volver a trabajar. “Nos quitaron la única luz que iluminaba nuestra vida”, escribió la familia en una carta que amaneció un día pegada en el suelo, entre las flores del altar espontáneo que los vecinos de A Coruña levantaron, aquellos días de conmoción, en el pedazo de acera donde se desplomó Samuel.