El día que Amal se hizo fuerte y le dijo “no” a su maltratador
La mujer asesinada en Las Pedroñeras (Cuenca) estaba atrapada: apenas hablaba castellano y el presunto homicida, del que intentaba separarse y que también acabó con la vida de sus dos hijos, boicoteaba todos sus trabajos
La comunidad marroquí de Las Pedroñeras, un pueblo de 6.500 habitantes de Cuenca, recuerda con especial relevancia un episodio del 17 de junio. Mahdi pretendía celebrar la fiesta del Cordero, una de las más importantes para los musulmanes, junto a su mujer Amal y sus hijos Adam e Hiba. Pero ella se hizo fuerte y se negó. Era una de las primeras veces en las que marcaba un límite con el hombre...
La comunidad marroquí de Las Pedroñeras, un pueblo de 6.500 habitantes de Cuenca, recuerda con especial relevancia un episodio del 17 de junio. Mahdi pretendía celebrar la fiesta del Cordero, una de las más importantes para los musulmanes, junto a su mujer Amal y sus hijos Adam e Hiba. Pero ella se hizo fuerte y se negó. Era una de las primeras veces en las que marcaba un límite con el hombre que llevaba años maltratándola. Ella había emprendido el camino de la separación y pretendía que esta vez fuera la definitiva y pudiera convertirse en una mujer independiente y feliz junto a sus pequeños. Ese mismo día, Mahdi puso de foto de perfil de su Whatsapp una imagen de él con sus hijos en la fiesta del Cordero del año anterior. Díez días después, acuchilló a toda su familia, la apiló y se fue a tomar cervezas.
Amal tenía 30 años. Cuando cumplió los 18, llegó un hombre llamado Mahdi a su pueblo, en la provincia del interior marroquí de El Kelaa des Sraghna. Su padre acordó que sería su marido: él llevaba ya un tiempo viviendo en España, tenía un trabajo fijo y se la acabaría llevando allí. Se celebró el matrimonio y el hombre regresó a España, mientras que Amal permaneció en Marruecos dos o tres años más, hasta que se trasladó con su marido. Durante ese tiempo, él insistió, por ejemplo, en que ella se sacara el carné de conducir en Marruecos para poder convalidarlo en España, algo que sería mucho más sencillo que sacárselo después de mudarse.
Las Pedroñeras es una localidad conocida por la producción de ajo y que cuenta con una importante población marroquí que convive con el resto del municipio sin mayores problemas. “Mahdi fue uno de los primeros marroquíes en llegar al pueblo, así que él casi siempre se relacionaba con españoles. Era de los pocos que trabajaba en el matadero. Conforme nuestra comunidad se fue haciendo más grande, él se ofrecía para ayudar porque hablaba bien español”, relata Sara Hassani, una amiga de Amal que llegó a Las Pedroñeras con siete años. La familia de Sara Hassani fue de las primeras en instalarse en la localidad conquense, por eso conoce a Mahdi y ha visto su evolución: “Empezó a beber más y más y también a maltratar a Amal, o es que nos empezamos a enterar entonces”.
A pesar de la violencia, de tener que hacerse cargo de dos niños pequeños y de encontrarse en un lugar al que llegó mucho después que su marido, que además le sacaba 14 años, Amal hacía esfuerzos ímprobos por sacar la cabeza. Apenas hablaba español, pero eso no le impidió trabajar en varios almacenes de ajos del municipio. “Llegó un punto en el que él solo quería verla abajo. Cuando veía que algo le funcionaba se lo arruinaba. Se presentaba en sus trabajos dando gritos, se ponía delante de su coche, se lo destrozó...”, recuerda Hassani.
Después del nacimiento del primer hijo, hace ocho años, la violencia se hizo más intensa y comenzó una historia de detenciones, noches en el calabozo, denuncias de los vecinos... Un ciclo que combinaba estallidos de agresividad con el perdón que le concedía Amal una y otra vez. “Ella no quería que sus hijos sufrieran, que crecieran sin padre, incluso le daba reparo que le pusieran una pulsera telemática y los niños se asustaran si la oían. Muchos le decían que tenía que aguantar, pero a la vez, ella veía a otras mujeres marroquíes del pueblo que se habían conseguido divorciar y también anhelaba eso. A mi me hizo varias preguntas sobre si era caro, cuánto tiempo tardaba...”, apunta Hassani, que es abogada. “Él no iba a aceptar ser uno de esos hombres dejados, no iba a ser como los otros”, añade.
Amal utilizó todos los recursos que tenía a su alcance. También acudió a los servicios sociales municipales. Gracias a ese contacto, siguió una formación del Ayuntamiento para acceder a un plan del empleo municipal. Recientemente había empezado a trabajar como limpiadora en instalaciones municipales. Ella no era de las habituales en las reuniones que organizan las mujeres marroquíes en el parque o en alguna casa los fines de semana; quería evitar encontrarse con su marido, pero, a su manera, había encontrado el modo de congeniar con ellas y les relataba las amenazas que últimamente le había proferido por mensajes. Hacía poco que uno de sus hermanos se había trasladado a Las Pedroñeras para estar con ella, pero justo esta semana se había ido de viaje a Italia.
El viernes 28 de junio, Amal se despertó temprano para dejar la comida hecha e irse a trabajar. Antes que ella, se preparó y salió de la casa una familiar lejana de la mujer que se había instalado con Amal poco tiempo atrás. Se despidió de ella como cada día y quedaron en verse al final del día. Los investigadores creen que ese es el momento en el que Mahdi accedió a la casa, probablemente por un agujero que solía hacer en el patio para colarse en la vivienda, y acabó con la vida de su mujer y sus hijos. “A mediodía, la familiar regresó y le extrañó no ver a nadie, pero no le dio más importancia. Volvió a salir de la casa y cuando entró ya por la tarde, vio que la comida que había dejado preparando a Amal seguía intacta”, relata Hassani, que ha hablado con la chica, que no quiere ver a nadie por el impacto sufrido. La muchacha se fijó en unas gotas de sangre en la pared y salió corriendo en busca de un compatriota que habla bien español, y acudieron a la Guardia Civil.
Mientras todo esto sucedía, varios vecinos del pueblo han declarado que Mahdi pasó toda la tarde de ese viernes bebiendo en un bar e invitando a amigos. Poco después fue detenido por los agentes de la Guardia Civil por matar a toda su familia.
Un allegado de la familia se encargó de hacer una videollamada a los padres de Amal para darles la noticia y la madre, de los nervios, salió corriendo a la calle pidiendo que le devolvieran a su hija. Unas horas después, otra mujer sostenía el móvil durante el homenaje a estas tres víctimas de la violencia machista celebrado el sábado por la noche. Al otro lado de la pantalla estaba ella, una abuela y madre viendo como el pueblo los despedía. La comunidad marroquí ha celebrado este domingo su primera reunión para recaudar fondos para la repatriación.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.