La pequeña Olivia Gimeno fue asfixiada por su padre el mismo día de su desaparición, según los forenses
La autopsia al cuerpo rescatado del fondo de mar en junio no revela sustancias de “interés toxicológico”
La pequeña Olivia Gimeno Zimmermann, la niña de seis años cuyo cuerpo fue hallado en el fondo del mar el 10 de junio por el buque oceanográfico Ángeles Alvariño, falleció de “muerte violenta” el mismo día de su desaparición, el 27 de abril, según el informe médico forense definitivo de la autopsia. Este examen ha revelado, a su vez, que la causa fundamental de su muerte es “compatible con una asfixia mecánica por sofocación”, que...
La pequeña Olivia Gimeno Zimmermann, la niña de seis años cuyo cuerpo fue hallado en el fondo del mar el 10 de junio por el buque oceanográfico Ángeles Alvariño, falleció de “muerte violenta” el mismo día de su desaparición, el 27 de abril, según el informe médico forense definitivo de la autopsia. Este examen ha revelado, a su vez, que la causa fundamental de su muerte es “compatible con una asfixia mecánica por sofocación”, que provocó el consiguiente edema agudo de pulmón. La data de la muerte de la niña se sitúa entre las 19.54 y las 21.00 del 27 de abril, el mismo día de su desaparición junto a su hermana Anna. El cuerpo de esta segunda niña no ha sido encontrado, al igual que el del padre, Tomás Gimeno, el presunto asesino y actualmente desaparecido.
La sofocación se produce cuando se obstaculiza la entrada de aire debido a estar ocluidos los orificios respiratorios (nariz y boca) o de las vías respiratorias, imposibilidad de realizar los movimientos respiratorios por compresión del torax o por la falta de aire respirable.
Gimeno se había separado de la madre de sus hijas, Beatriz Zimmermann, el año anterior, tras mantener una larga relación. Según el auto judicial hecho público el 12 de junio, Gimeno mató a sus hijas entre las 19.47 y las 21.00 horas de aquel 27 de abril, en su casa, en la localidad de Igueste de Candelaria (este de Tenerife). La desaparición de las niñas provocó una conmoción en la isla. Las pesquisas, lideradas por la Guardia Civil, se centraron en los primeros días en tierra firme.
Al poco tiempo, las pesquisas se centraron en el mar, dado que la noche del 27 de abril, Tomás Gimeno había sido visto entrando y saliendo de su barco de recreo de un muelle deportivo de Santa Cruz de Tenerife. La incorporación a la búsqueda del buque oceanográfico Ángeles Alvariño, permitió que el 10 de junio se encontrase el ancla de la embarcación de Gimeno con dos bolsas de deporte atadas: en una estaba el cuerpo de la pequeña Olivia; en la otra, presumiblemente, había estado el de Anna. Esta ultima, sin embargo, estaba abierta y vacía en el momento de su hallazgo.
Relato de los hechos
El relato de los hechos llevados a cabo por Tomás Gimeno el día de la desaparición, recogidos en el auto judicial, da cuenta de un plan concebido con antelación. La noche anterior, el desaparecido había acudido hasta la finca familiar en la que trabajaba en Guaza (en el municipio turístico de Arona, sur de la isla) para dejar tapado con una funda otro de sus coches, un Alfa Romeo Guilia negro. Ya el 27 de abril la expareja pactó que Gimeno recogería a las niñas a las cinco de la tarde en su domicilio y las devolvería a las nueve de la noche. Esa tarde, lo primero que hizo fue recoger a Anna, de un año, en la casa de Beatriz Zimmermann, en la localidad Radazul (municipio de El Rosario), que se encuentra a pocos kilómetros de la finca en la que Gimeno acabó con la vida de las niñas.
Con Anna sentada en la Maxi Cosi ubicada en el asiento delantero de su Audi A3, Gimeno se dirigió al centro educativo Die Villa, en el municipio de El Rosario, al que acudía Olivia los martes y jueves de las 13.00 a las 17.00.
La directora de este centro es la actual pareja del padre de las niñas. En ese momento, Gimeno aprovechó para entregarle un estuche lapicero con cinta de embalar, y le pidió que le llamara a las 23.00 de ese día. “Pese a ello”, relata el auto, “abrió el estuche a las 17.20 horas, encontrando en su interior un fajo de dinero por importe de 6.200 euros y una carta despidiéndose de ella”.
Tomás, Anna y Olivia pusieron rumbo hacia la casa de los abuelos de las niñas. Allí se quedó la más pequeña, mientras su padre llevaba a Olivia a clases de tenis hasta las 18.30. Mientras tanto, Tomás Gimeno aprovechó su soledad para acudir por primera vez ese día al puerto deportivo donde estaba amarrada su embarcación de recreo, Esquilón, de seis metros de eslora. Allí introdujo el motor en el agua “y lo arrancó a modo de prueba”.
Gimeno y sus dos hijas llegaron a la finca en Igueste de Candelaria a las 19.47. Tres minutos después, Olivia le manda un mensaje de voz a su madre en el que le transmite que el padre le pide que a las 21.00 vaya a su domicilio a buscar unos cuadros y que metiera el coche dentro.
El padre de las niñas abandona la finca a las 21.05 en su Audi A3 con los cadáveres de sus hijas. Conduce de nuevo hasta la capital, Santa Cruz de Tenerife, algo menos de 20 kilómetros de distancia. Se detiene a las 21.13 en casa de sus padres. En ella, deja a escondidas a su perro Oto, dos tarjetas de crédito con sus claves y dos juegos de llaves del Alfa Romeo.
Llegada de Zimmermann
Mientras tanto, Beatriz Zimmermann había llegado pasadas las 21.00 a la finca de Tomás Gimeno. Entró caminando, cogió los cuadros y llamó por teléfono a su expareja. En esta conversación, él le miente y le dice que “iban a comer algo y que le dejaría a Anna en su domicilio de Radazul”.
A las 21.27 Gimeno regresó al puerto deportivo Marina de Santa Cruz. Aparcó frente al Pantalán A, donde está la plaza de su barco. Llevó a cabo tres viajes desde el Audi al barco con distintos objetos, entre ellos las bolsas de deporte en cuyo interior, “presuntamente”, se encontraban los cuerpos de sus hijas. A las 21.40 zarpó.
Beatriz Zimmermann, ya presa de los nervios, lo llamó de nuevo a las 21.51. En esta conversación su expareja le comunica que “ya estaba fuera de la isla con las niñas”. En la siguiente llamada, a las 21.59, le reiteró que “no iba a ver más a las niñas ni a él”. A las 22.30 y las 22.40 Zimmermann le volvió a llamar, ya desde el Puesto de la Guardia Civil en el que presentó la denuncia. En una de estas llamadas, Tomás Gimeno incluso llego a hablar con un agente del cuerpo armado.
Mientras hablaba por teléfono, el padre de las niñas culminaba su trágico plan. Hacia las 22.30, “sobre una zona que conocía”, Gimeno arrojó a sus hijas al mar en dos bolsas de deportes amarradas a un ancla por medio de una cadena y un cabo. Este fue el ancla que el Ángeles Alvariño encontraría el 10 de junio. Unos 14 minutos después de esta macabra operación, el móvil del desaparecido se queda sin batería y él decide regresar a puerto.
Gimeno se topa en su regreso con la Guardia Civil, que le propone sanción por saltarse el toque de queda imperante en aquel entonces: cuando los agentes han zarpado, y tras decirles que dormiría en su barco, Tomás Gimeno pregunta al vigilante del muelle si le puede prestar un cargador de móvil. El suyo no es compatible con su terminal, por lo que se ve obligado a adquirir otro en una gasolinera cercana, además de una caja de cigarrillos y una botella de agua. A las 23.58 regresó a la Marina, estacionó en el mismo sitio y se dirigió a la cabina del vigilante para cargar su móvil. Esperó a bordo de su embarcación hasta las 00.13. A esa hora recogió su dispositivo, revisó su coche y a las 00.27 zarpó por última vez.