De la residencia a casa por Navidad
Salidas a un solo domicilio, con una burbuja de convivencia estable, una PCR antes del reingreso y extremar vigilancia después, son las recomendaciones generales para garantizar la seguridad de los más mayores
“¿Ni siquiera un beso pequeñito?”, pregunta Benita Pablos, de 91 años, al salir de su residencia en el barrio madrileño de Usera. Su nieto se niega, mejor con el codo le dice. “Ya, pero eso no es lo mismo”, refunfuña, con lo besucona que ella ha sido. Van a ser unas navidades muy distintas para Benita. Nada más llegar a casa de una de sus dos hijas, María Jesús Valero, lo comprueba. Lo primero que nota es que ninguna de ellas, ni su nieto, se quitan la mascarilla en ningún momento. Tampoco hay villancicos de fondo y procuran no alzar la voz. Tienen todo el día la ventana abierta como medio pal...
“¿Ni siquiera un beso pequeñito?”, pregunta Benita Pablos, de 91 años, al salir de su residencia en el barrio madrileño de Usera. Su nieto se niega, mejor con el codo le dice. “Ya, pero eso no es lo mismo”, refunfuña, con lo besucona que ella ha sido. Van a ser unas navidades muy distintas para Benita. Nada más llegar a casa de una de sus dos hijas, María Jesús Valero, lo comprueba. Lo primero que nota es que ninguna de ellas, ni su nieto, se quitan la mascarilla en ningún momento. Tampoco hay villancicos de fondo y procuran no alzar la voz. Tienen todo el día la ventana abierta como medio palmo, lo suficiente para que se ventile toda la casa pero no entre frío. Además, como ya no puede estar mucho tiempo de pie, a lo único que puede ayudar es a pelar alguna patata o a supervisar a su hija desde la otra punta de la cocina. Por no hablar de que hasta los turrones van precintados en formato individual. Sin embargo, nada supera que este año falte uno a la mesa. “Mi padre falleció el 26 de marzo de coronavirus. Intentaremos no mencionarlo mucho, haremos como que siempre fuimos cuatro”, comenta María Jesús.
Benita tiene anticuerpos, pasó el virus de forma asintomática y sin fiebre. Por eso, al vivir en Madrid le permiten salir de la residencia sin más limitaciones que las generales o las del propio centro. Aunque la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología recomienda extremar las precauciones incluso en estos casos y no basar la decisión de la salida del familiar en que tenga o no anticuerpos. Benita estará dos días en casa de su hija, porque ella misma no quiere estar tantos días fuera de la que ya es su casa. En cambio, Catalina Muñoz deberá estar fuera un mínimo de tres días de la Residencia Peñuelas, también en Madrid, porque nunca ha pasado el coronavirus. Su hija, Carmen Boti, lleva una semana de aislamiento preventivo para evitar cualquier tipo de contagio. El día de Nochebuena cenarán las dos bastante temprano porque luego Catalina ya no aguanta mucho despierta en el sofá. Poco más. A sus 92 años lo que más feliz le hace es ver el belén puesto.
No hay un criterio único sobre las salidas de los mayores de las residencias con motivo de las fiestas. Son los Gobiernos regionales los que han elaborado sus protocolos para minimizar el riesgo. Las recomendaciones generales del Ministerio de Sanidad son restringir las salidas a un solo domicilio, con una burbuja de convivencia estable, además de realizar una prueba PCR antes del reingreso y extremar la vigilancia tras la vuelta. En Extremadura o Cataluña no se permiten las salidas de menos de 24 horas y en otras como Valencia deben durar al menos siete días. Además en muchas comunidades se ha decretado unos días de aislamiento para después, que van desde los siete días en Galicia, hasta las dos semanas en Asturias.
Esto ha hecho que muchas familias opten por no realizar estas salidas. No solo por el riesgo que conlleva, sino porque tampoco quieren tener a sus padres, tíos o abuelos tantos días aislados después de la cuarentena que han pasado. Por ejemplo, de la residencia de Lansac-falcon, en Zaragoza, no quiere salir ninguno a pesar de que puede presumir de no haber tenido ningún positivo. Su directora, Ester Lansac Blasco, explica que los familiares pueden hacer visitas en seis turnos separados por una pantalla. También hablar con ellos a través de videollamadas, tras las cuales desinfectan los móviles. “Todos los años se les hace un menú especial sorpresa por Navidad, pero este año los 24 abuelicos se dividirán en dos turnos para cenar más espaciados. Primero irán los de triturado, que no pueden comer gambas enteras ni turrones, y después el resto”, cuenta.
A Gabriel Liesa de la Sociedad Catalana de Geriatría le preocupa especialmente que las familias se dejen llevar por la emoción al hacer mucho tiempo que no se ven, y eso haga que se relajen las medidas de seguridad. Esto podría generar un contagio y que este no sea detectado por la residencia a tiempo. “Lamentablemente, ya hemos vivido lo fácil que es la transmisión en un espacio como una residencia de ancianos donde todos viven en comunidad”, comenta Liesa. Eso sí, si se siguen todas las medidas de seguridad, explica, estas salidas pueden tener un impacto muy positivo en el bienestar emocional y la calidad de vida de los más mayores. María Jesús, la hija de Benita, opina que se puede hacer sin riesgos, pero depende de las familias. Ellos, por su parte, están muy concienciados. “Después de sufrir lo de mi padre, lo último que queremos es perjudicar a mi madre, aunque tenga que cogerle la mano con guantes. Es mejor estar así que no estar”.