Yalitza Aparicio y el incierto futuro de otras estrellas fugaces de Hollywood
La gran aparición en el cine internacional de los últimos meses, nominada al Oscar a la mejor actriz por ‘Roma’, asegura no haber recibido ninguna propuesta para continuar su carrera como intérprete. ¿Se sumará a la lista de flores de un día de la meca del cine?
Es un requisito imprescindible en cada edición. Tanto como las estrellas mediáticas, el regreso de otras que lo fueron y parecían amortizadas o los representantes de la cuota europea y de autor. Los Oscar no son los Oscar sin alguna cara exótica y anónima, amateur en esto de leer guiones, cuya responsabilidad sea la de hacer que el espectador en su casa se identifique con ella y aliente su candidatura. Uno de nosotros sentado en ese patio de butacas repleto de privilegiados, como ese vecino al que le toca la lotería y aparece abriendo el telediario. Nominados con casi nulas po...
Es un requisito imprescindible en cada edición. Tanto como las estrellas mediáticas, el regreso de otras que lo fueron y parecían amortizadas o los representantes de la cuota europea y de autor. Los Oscar no son los Oscar sin alguna cara exótica y anónima, amateur en esto de leer guiones, cuya responsabilidad sea la de hacer que el espectador en su casa se identifique con ella y aliente su candidatura. Uno de nosotros sentado en ese patio de butacas repleto de privilegiados, como ese vecino al que le toca la lotería y aparece abriendo el telediario. Nominados con casi nulas posibilidades de llevarse la estatuilla a casa pero que, más allá de saludar a Lady Gaga y compartir plano con Leonardo DiCaprio, aspiran a un premio incluso superior: arrancar una carrera como actores desde el propio Olimpo. Pero este deseo pocas veces termina por verse cumplido. Una vez los últimos invitados abandonan las afterparties y los fotógrafos recogen sus réflex, los denominados hasta entonces como the next big thing pasan a convertirse en flores de un día con un turbio futuro profesional por delante. La última, Yalitza Aparicio.
“Me gustaría continuar en el mundo de la interpretación, de hecho, uno de mis primeros propósitos es aprender inglés. Pero no sé si podrá ser aquí en Hollywood”, afirmó en una entrevista la que diera vida a la empleada doméstica protagonista de la película más alabada del año, Roma. Aparicio, una joven profesora del municipio rural de Tlaxiaco que consiguió el papel por casualidad entre 3000 candidatas, no solo ha recopilado decenas de nominaciones por su trabajo, sino que se ha erigido en una figura inspiradora para las mujeres de origen indígena gracias a su desparpajo en la alfombra roja y a protagonizar portadas –históricas–como la de Vogue México. La sensibilidad demostrada en cada plano del filme ganador de tres Oscar debería ser suficiente para conseguir al menos otra oportunidad como actriz, pese a que hace un par de años ni supiera de la existencia de su prestigioso director, Alfonso Cuarón. De momento, según confesó a The Washington Post, más de una veintena de nominaciones no se han traducido en ninguna oferta profesional. “Me encantaría tener otra oportunidad. Sueño con un papel que haga que la gente se vea reflejada en él, pero todavía no hay nada”.
Si tiramos de historial podríamos afirmar que lo más probable es que Yalitza Aparicio no vuelva a pisar en su vida el escenario del Dolby Theatre. Sacados del contexto de la obra concreta que les hace célebres, los intérpretes aficionados o menores de edad suelen ser colocados al fondo de los archivos de los directores de casting, que no consideran exportable a nuevos proyectos el talento exhibido hasta ahora. Flores de un día o juguetes rotos, lo cierto es que en la industria estadounidense se amontonan ejemplos de proyectos de estrellas que jamás volvieron a tener abiertas las puertas de la meca del cine en la que debutaron.
Uno de los casos más recientes es el de Quvenzhané Wallis, la actriz más joven en ser nominada al Oscar por el filme Bestias del sur salvaje. Con tan solo 9 años, su interpretación de una niña que vive libre junto a su padre en una comunidad rural de Luisiana fue calificada por los medios como “una fuerza de la naturaleza” y aplaudida por celebridades como Michelle Obama. Tras la nominación sumó un par de créditos más, entre ellos el de la protagonista del remake del musical Annie, pero su último rol cinematográfico data de 2015. Desde entonces, a Wallis solo la hemos visto aparecer en un puñado de episodios televisivos y como dobladora en un par de trabajos.
Un caso parecido vivió su sucesora en el récord de precocidad, Keisha Castle-Hughes. Nominada en 2004 con apenas 13 años por Whale Rider, la neozelandesa perdió una estatuilla que caería en manos de Charlize Theron, pero la carrera de ambas ha sido totalmente opuesta. Su momentum se extendió durante doce meses, en los que sumó un papel en Star Wars: La venganza de los Sith y una aparición en un videoclip de Prince, pero jamás volvió a tener una oportunidad en un filme con opciones de aspirar a premios. Desde entonces se gana la vida gracias a la televisión y su papel más conocido es el de Obara Sand en la serie Juego de Tronos.
También encontró refugio en la pequeña pantalla Gabourey Sidibe, una estudiante de psicología que dejó la carrera tras conseguir un papel en la película Precious y, a posteriori, una nominación al Oscar como mejor actriz. Sidibe ha formado parte del elenco de ficciones como American Horror Story o Empire, además de copar los titulares por su drástica pérdida de peso (80 kilos) tras someterse a una cirugía para combatir su obesidad mórbida. En uno de sus últimos filmes, Agente Contrainteligente, compartió reparto con uno de los ejemplos masculinos en este club de estrellas fugaces: Barkhad Abdi. El actor de origen somalí debutó por todo lo alto en Capitán Phillips, un thriller protagonizado por Tom Hanks en el que interpretaba al líder de un grupo de piratas que secuestran un buque mercante. Abdi ganó un Bafta y fue nominado al Oscar, pero desde entonces suma pequeños papeles o roles de villano que evidencian que el ‘malo’ estándar de Hollywood ya no debe ser ni ruso ni nazi, sino con faz negra.
Esta tendencia de nominados exóticos que más tarde son desdeñados es habitual en la industria del cine estadounidense, pero no exclusiva. Nombres como Marieta Orozco, Andoni Erburu, Micaela Névarez o Rosana Pastor no son los de unos ciudadanos anónimos cualesquiera, sino los de cuatro intérpretes ganadores de un premio Goya. Una lista a la que se ha sumado este año el actor Jesús Vidal por su rol en Campeones y que, además de demostrar su evidente talento interpretativo, consiguió emocionar a todos los espectadores de la gala con su discurso de aceptación. ¿Quién puede asegurar que en unos años seguirán frescos en la memoria del cinéfilo los apellidos Aparicio o Vidal?