Réquiem (y culto) por el último videoclub Blockbuster del planeta
Una sucursal del estado de Oregón se ha convertido en lugar de peregrinaje para el turismo cinéfilo y en bastión del cine analógico.
La ciudad de Bend, en el estado de Oregón, es el arquetipo de una pequeña urbe estadounidense. 90.000 habitantes, una calle principal que divide la ciudad, un río –el Deschutes– flanqueado a su paso por parques en ambas orillas y un par de ilustres atletas en sus libros de historia reciente. Un hijo pródigo, Ashton Eaton, brillante decatleta olímpico; y otro adoptivo, el ciclista ganador de la Vuelta a España, Chris Horner. La gente de Bend se entretiene en el histórico cine Tower, sufren con cada canasta de los Trail Blazers y hacen cola los fines de semana para almorzar en M...
La ciudad de Bend, en el estado de Oregón, es el arquetipo de una pequeña urbe estadounidense. 90.000 habitantes, una calle principal que divide la ciudad, un río –el Deschutes– flanqueado a su paso por parques en ambas orillas y un par de ilustres atletas en sus libros de historia reciente. Un hijo pródigo, Ashton Eaton, brillante decatleta olímpico; y otro adoptivo, el ciclista ganador de la Vuelta a España, Chris Horner. La gente de Bend se entretiene en el histórico cine Tower, sufren con cada canasta de los Trail Blazers y hacen cola los fines de semana para almorzar en McKay Cottage, un restaurante familiar famoso por sus tortitas y sus huevos Benedict con bacon. Un paraje natural idóneo para quienes disfrutan del senderismo, la escalada o el ciclismo de montaña rodea el núcleo urbano, haciendo del turismo uno de los puntos fuertes de su tejido comercial. La gran recesión castigó con fuerza su economía en 2009, con cuotas del desempleo de más del 17% y una caída en el precio de la vivienda de más del 50%, pero se ha recuperado en los últimos tiempos con el ratio de creación de puestos de trabajo más alto de todo el país (6,6%). Semejante normatividad cotidiana, que haría morirse de aburrimiento a cualquier personaje adolescente surgido de una clásica película ochentera, es desbaratada por una singular atracción que hace de Bend el objeto de titulares en todo el mundo y un escenario instagrameable por excelencia: el último videoclub Blockbuster.
De 9.000 locales en Estados Unidos a solo uno. De abrir una sucursal cada 17 horas, a clausurarlas con un ritmo similar al de un beat de música trance. Con el cierre este mes de julio de dos tiendas en Alaska, el de Bend es ahora el último bastión que la decadente multinacional del alquiler de películas, que desde hace años sirve paradójicamente como sinónimo para calificar cualquier taquillazo, mantiene en funcionamiento. Convertida ya en un reclamo más, en un refugio nostálgico que los turistas fotografían a su paso, la tienda es un pilar básico en la comunidad de Bend. Aquellos que están de paso cuestionan a su gerente, Sandi Harding, sobre el motivo de que el letrero con la palabra ‘Open’ siga colgando de su escaparate, pero no así sus paisanos, que continúan atendiendo sus prescripciones cinematográficas por encima del big data digital. “En casa, no puedes escoger la película, tenerla en tus manos, leer la carátula trasera, tener esa experiencia. Creo que eso es lo que se echa en falta”, confesó a Time el irreductible encargado, al frente desde mayo de 2005 y sin planes de cerrar el negocio a corto plazo.
Las dos tiendas Blockbuster de Alaska que acaban de cerrar coparon los titulares hace pocos meses gracias al programa informativo de corte satírico de HBO Last Week Tonight with John Oliver. El presentador inglés intentó alargar la vida de las sucursales enviándoles atrezzo adquirido por él mismo en la subasta que el actor Russell Crowe organizó con motivo de su divorcio. Una coquilla utilizada por el australiano durante el rodaje de la película Cinderella Man ha sido exhibida en la tienda de Anchorange desde el pasado mayo, pero el reclamo no ha sido suficiente. Los largos y fríos inviernos de Alaska, sumado al alto coste de la conexión a Internet en ese estado, lograron insuflar oxígeno a estos penúltimos reductos del imperio del entretenimiento ya derrocado. En el caso de Bend, su supervivencia solo es achacable al compromiso de un vecindario compuesto por un gran número de jubilados poco interesados en sumarse a la revolución del streaming.
Desde que se hizo pública la reciente viudedad del local de Harding, decenas de usuarios han tomado Google para reseñar con entusiasmo la sucursal, que actualmente tiene una puntuación de 4,8/5 en el famoso buscador. La abrumadora mayoría jamás han pisado la ciudad. “Nunca he estado allí pero se merecen cinco estrellas por continuar con la tienda operativa. Mantened vivo el sueño”, dice uno. “Un pequeño grupo de cinéfilos entregados y yo vamos a peregrinar a este lugar sagrado”, apunta otro. “La dinastía Blockbuster debe regresar, la gente de Bend ha sido escogida para comenzar la revolución que traerá de vuelta otra vez los videoclubs”, concluye un activista beligerante. Portland, la urbe más poblada de Estado y considerada como el corazón del hipsterismo estadounidense, tiene una razón más en Bend para hacer honor a dicho calificativo.
La piratería y el auge imparable de las plataformas de contenido bajo demanda han derribado con una curva igual de vertiginosa a las empresas analógicas como Blockbuster. A los responsables de la todopoderosa Netflix les gusta recordar que fue una multa por no devolver a tiempo la película Apolo 13 (de 40 dólares) la que hizo que una manzana les golpeara en la cabeza. La plataforma nació como una alternativa a los videoclubs, pero prescindiendo de las tiendas físicas para basarse en el envío por correo y una módica tarifa plana. En el año 2000 Blockbuster pudo comprar la por entonces diminuta emergente, valorada en apenas 50 millones de dólares, pero rechazaron la propuesta –con la soberbia que otorga el éxito– argumentando que suponía un nicho de público muy limitado y anteponiendo el modelo de pago por cada alquiler. Con el paso del tiempo y la posterior apuesta de Netflix por el terreno digital, acabarían por hacerles pagar caro dicha decisión. El que fuera Goliat se declaró en bancarrota en 2010. Cuatro años antes, Blockbuster cerró sus 94 tiendas en España (llegó a tener más de un centenar) y destituyó a 688 empleados. Actualmente Netflix está valorada en más de cien mil millones de dólares.
Los nostálgicos de la cadena pueden viajar a Bend y pasearse por sus largas estanterías repletas de carátulas de estrenos o clásicos del séptimo arte. Para quienes el desplazamiento sea prohibitivo, pueden hacerlo desde sus redes sociales ya que actualmente el enclave más fotografiado en Instagram localizado en la ciudad no es otro que la fachada del último bastión del cine que ya nunca más será. Si tiene la oportunidad y decide alquilar una película, antes de devolverla, por favor, acuérdese de rebobinarla.