Si es feo, se lleva

Chanclas de piscina con calcetines, chándals, referencias a la comida basura…la tendencia de las últimas temporadas encumbra los objetos ‘demasiado’ cotidianos.

Daniel Zuchnik (Getty Images)

Siguiendo con la tónica de abrir su línea editorial a los intereses masivos, Vogue no sólo ha colocado a Kim Kardashian en su portada, también ha realizado un editorial que pone en común dos de los elementos más demandados de la era internet: los gatitos y las zapatillas de deporte. Bajo el título Cats and flats, la publicación de moda más importante del mundo ha hecho oficial lo que ya sabíamos todos: la era del tacón alto y el zapato escultórico ha pasado a mejor vida. No deja de resujltar extraño, sin embargo, que Vogue decida dedicar un reportaje al calzado más plano e informal ...

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Siguiendo con la tónica de abrir su línea editorial a los intereses masivos, Vogue no sólo ha colocado a Kim Kardashian en su portada, también ha realizado un editorial que pone en común dos de los elementos más demandados de la era internet: los gatitos y las zapatillas de deporte. Bajo el título Cats and flats, la publicación de moda más importante del mundo ha hecho oficial lo que ya sabíamos todos: la era del tacón alto y el zapato escultórico ha pasado a mejor vida. No deja de resujltar extraño, sin embargo, que Vogue decida dedicar un reportaje al calzado más plano e informal (y a los protagonistas de Instagram), por mucho que el público disfrute con ellos.

Pero el auge de las prendas y accesorios inspirados en el deporte es sólo la punta del iceberg de una macrotendencia generalizada. A la moda de las próximas temporadas le interesan, curiosamente, todos los elementos que ha rechazado durante décadas por considerarlos de mal gusto, demasiado populares o impropios de un ámbito donde la sofisticación prima muy por encima de la funcionalidad.

El último editorial de Vogue Usa mezcla dos elementos tan dispares (y poco habituales en la revista) como los gatos y las zapatillas de deporte

Vogue.com

Karl Lagerfeld, autor de perlas como “un chándal es un signo de derrota. Cuando pierdes el control de tu vida, te compras un chándal”, calzó con deportivas (de tenis, eso sí, para no perder el aura elitista) a sus modelos en el pasado desfile de Alta Costura de Chanel. Para el de prêt à porter, se decantó por un supermercado, un espacio al que sus clientas más fieles seguramente estén poco habituadas. Cerraba el desfile Cara Delevingne, vestida con un crop top y unas mallas rosas agujereadas que se acercaban más a lo que entendemos por un chándal que al clásico tailleur de la firma francesa.

El recurso al supermercado ya lo puso en práctica Moschino en su desfile masculino de primavera de 2012. La firma italiana, sin embargo, basa su identidad en reformular a golpe de ironia los símbolos más obvios de la cultura popular, así que era casi de esperar que los modelos aparecieran con blazers estampadas como envases de detergente entre estanterías atestadas de botes de tomate. En esta ocasión, Jeremy Scott, su flamante director creativo, ha dado rienda suelta a su vertiente iconoclasta fundiendo el logo de la marca con el famosísimo emblema de Mcdonalds. Nada incoherente dentro de la trayectoria del diseñador y de la propia Moschino, si no fuera porque hacía años que una prenda de la casa no se convertía en un súperventas presente en todas las revistas de moda. ¿Por qué ahora?

PIXELFORMULA/SIPA (PIXELFORMULA/SIPA / Cordon Press)

El logo de Moschino que imita al de Mcdonalds ha logrado que la firma italiana vuelva a convertirse en protagonista

Cor

En su columna semanal en el diario The Guardian, Hadley freeman habla de la reciente obsesión de la industria hacia la iconografía de la comida basura. De las sudaderas de Scott a las cajas de comida china en forma de bolso de Charlotte Olympia. ”Se trata, por supuesto, de una moda que celebra lo mundano y desaprueba la creencia general de que se trata de un ámbito elitista”, afirma Freeman. Aunque dicho mensaje esconde otro mucho más inquietante. “Parece sacado de la segunda parte de Zoolander, con modelos desfilando vestidas de envoltorio de chocolatina para el disfrute de celebridades y profesionales que no las comen desde 1995”, continúa el texto.

Los” bolsos-basura” que llevaron las modelos en el desfile de Lanvin para esta primera parecen incluso una cita explícita a la película de Ben Stiller, en la que se retrataba una colección basada en la indumentaria de los vagabundos. La misma inspiración le valió a Galliano hace más de década la amonestación de medios y clientela. En aquella ocasión su referencia al mundo de los clochards parisinos era mucho más acentuada. Y quizá eran otros tiempos, poco habituados a que las altas esferas de la moda ironizaran con los bajos fondos.

Porque nadie puede negar que los elementos de la cultura (muy) popular e incluso de lo que durante años se ha tachado de “hortera” está inspirando al lujo a todos los niveles
. Basta con echar un vistazo al calzado del próximo verano, que, junto a las deportivas, encumbra a las chanclas de piscina o a las sandalias Birkenstock a la categoría de objetos de lujo. O a las colecciones de DKNY y Alexander Wang, que tiran de algo tan denostado en los últimos tiempos como los logos – una vuelta al emblema liderada por las sudaderas de Kenzo, el último gran éxito de la moda reciente. El nombre de la marca estampado bien grande es, precisamente, lo que le ha valido a la firma Hood By Air la nominación al premio LVMH, el emporio del lujo por excelencia.

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Los bolsos de Lanvin imitan en la forma a una bolsa de basura

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Zapatillas, chándals, logotipos, chanclas, referencias a la comida basura…la moda siempre ha enriquecido su imaginario con esa estrategia que los sociólogos llaman trickle up, es decir, tomando códigos y elementos surgidos en las calles y reformulándolos hasta convertirlos en protagonistas de pasarela y, por extensión, en objetos de deseo con precios de más de tres cifras. El caso más citado es el del movimiento punk, ocurrió recientemente con la revisitación del grunge e incluso las sneakers tuvieron su momento de esplendor durante los años ochenta. Hoy la industria tiene la década de los noventa en su punto de mira, y quizá sea ese el motivo por el que los logotipos y las chanclas ocupan portadas. Sin embargo, resulta extraño que esta “mitificación de lo callejero” alcance a iconos tan dispares como Courtney Love, los envoltorios de hamburguesas, el supermercado, el cliché del turista que lleva sandalias con calcetines  la señora cubierta de logos y la joven “hortera” que lleva un abrigo encima del chándal. Como si no bastara con inspirarse en un elemento de la cultura masiva,  todo lo considerado contrario al estilo marca actualmente la pauta en algunas de las marcas mas sofisticadas y elitistas.

¿Ruptura de prejuicios? Probablemente, pero cargada de ironía. Al fin y al cabo, este intento generalizado por bajar la mirada hacia lo masivo, incluso hacia lo denostado, no tiene repercusión en los precios. La industria reinterpreta a su manera lo que vive alejado de ella, experimenta con códigos contrarios, pero siempre los traduce a su lenguaje.

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Alexa Chung con bolso de Vuitton y sandalis Birkenstock, la extraña combinación que marca la pauta de este próximo verano

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El resultado, al menos, no deja lugar a dudas: Ya existen editoriales que retratan las chanclas de piscina de Adidas (por no hablar de las celebridades que las combinan con vestdos), Carolina de Mónaco se ha calzado unas deportivasmarca Chanel para asistir al Baile de la Rosa y la colección de Moschino es quizá una de las más reseñadas de la temporada. Paradójicamente, lejos de convertirse en una industria más abierta y masiva, la moda se vuelve más aspiracional cuando se inspira en la calle: las famosas se pelean por llevarla, la prensa se hace eco de la estrategia y el público, a fuerza de ver las prendas, acaba reconociéndo la marca de la que proceden y, como comenta Freeman, "sintiéndose identificado" No deja de ser irónico que la moda sea capaz de desdecirse e inspirarse en lo que durante años ha criticado. Y , sobre todo, que sean sus propios clientes los que la convierta  en un éxito.

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Los bolsos se convierten en mochilas y los estampados en sucesiones de logotipos.

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