Shirin Neshat: “Las jóvenes iraníes desafían al Gobierno y rompen las reglas día a día. Son inspiradoras”

El pasado mayo hablamos en su nueva casa-estudio de Brooklyn con la artista iraní, cuya gran retrospectiva, ‘I Will Greet the Sun Again’, se inaugura ahora en el Broad Museum de Los Ángeles. Allí muestra sus fotografías, presenta su nueva película y reescribe su herencia.

La artista, posando para 'S Moda' el pasado mayo en su casa de Brooklyn.gigi stoll

...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Con 17 años, Shirin Neshat (Qazvín, 1957) dejó su Irán natal para estudiar arte en Estados Unidos. «Mi padre creía realmente en la igualdad de la educación para hombres y mujeres, quería que expandiéramos nuestra mente más allá de nuestro país o de la cultura iraní», recuerda. Ella fue la única de los cinco hermanos (tres chicas y dos chicos) que completó esa formación. Partió de su país hacia California cuando gobernaba el sah Mohamed Reza Pahlevi y la revolución de los ayatolás de 1979 y el clima posterior hicieron que no regresara hasta 1990. Llegó a Nueva York con 22 años. Pronto empezó a trabajar en la Storefront Gallery del coreano Kyong Park, con quien se casó y tuvo un hijo. Junto a él descubrió los entresijos del mundo cultural. «Cuando era joven tenía una idea romántica de lo que implicaba ser artista, y me costó 13 años que fuera una realidad. Si hubiera permanecido en Irán, y no hubiera pasado por la experiencia de tener que vivir sola en este lugar, nunca habría llegado a serlo. Mi trabajo es el reflejo de lo que ha sido mi vida», reflexiona.

Su voz suena hipnótica, lenta y dulce, en un inglés con deje musical, al otro lado del teléfono. Habla desde su nueva casa, una antigua fábrica en Bushwick, barrio multicultural de Brooklyn al que se mudó el año pasado con su actual pareja, el cineasta iraní Shoja Azari. Una vuelta a las raíces: «El SoHo, donde vivíamos, se ha vuelto muy comercial, es como una trampa para turistas. Ahora es una zona para gente joven y rica que ha hecho dinero en bancos y negocios financieros. No me identificaba ya con mis vecinos, que no eran artistas, por eso quería volver a un entorno en el que me sintiera yo misma. Echaba de menos el ambiente bohemio, el caos y la vitalidad del Nueva York de los ochenta».

En su casa acumula libros y recuerdos de sus viajes alrededor del mundo.gigi stoll

En su casa acumula objetos que encuentra en sus viajes, de diversos orígenes, culturas y fes. ¿Qué significa la religión para usted y su trabajo?
Siempre he encontrado paz en los lugares sagrados, como una iglesia o una mezquita. Me hacen sentir bien, aunque no siga esa fe. Y me gustan los rituales. Aquí vivo rodeada de gente de México, Ecuador, Colombia… Sus creencias les ayudan a sobrevivir. Yo soy musulmana, pero no practico. Tengo una forma personal de creer, que es el arte. 

¿Cómo es ser una mujer artista en el islam?
Yo soy iraní, el islam es solo parte de mi herencia. Ser considerada como una mujer o una artista musulmana no fue una elección consciente. Es solo una parte de quien soy. A causa de la revolución islámica el sentido de la religión cambió en Irán: ya no es una elección personal, sino un asunto de Estado, el Gobierno lo regula. Mi trabajo es, sobre todo, sobre mi país, Irán, y mi herencia como artista persa e islámica. Versa sobre mi identidad.

La mujer es el centro de su obra: a la izquierda, su videoinstalación ‘Rapture’, 1999, y al lado Natalie Portman en el corto ‘Illusions & Mirrors’, 2013.Gladstone Gallery/Viennale

¿Piensa en regresar? No ha vuelto desde 1996.
No lo he hecho, en parte, por razones prácticas: había un problema con mi nombre, con mi obra. He vivido durante muchos años con esa nostalgia de regresar, de trabajar y vivir allí, pero ya he acabado con ella. Tengo un hijo medio coreano, una vida aquí, creo que soy más neoyorquina de lo que he sido iraní. Además siento enfado hacia el Gobierno y me agota estar siempre malhumorada y con pena por mí misma. Ahora el mundo se ha convertido en mi morada, soy una nómada. Toda mi familia sigue en Irán, es triste no estar allí, pero ¿qué puedo hacer? Es mi destino y lo he aceptado. He dejado de apenarme para seguir adelante.

¿Si regresara, se acostumbraría a usar el velo?
Eso no debería ser un problema. Si se conoce la cultura iraní actual, es la menor de las preocupaciones para las mujeres. De hecho, ellas están quitando esa idea del hiyab
, mostrando casi todo su pelo y cubriendo solo un poco… Han transformado este problema.

Algunas se lo quitan en espacios públicos y comparten su reivindicación en Instagram. ¿Lograrán cambiar las cosas?
Es asombroso que estén haciendo algo tan valiente. Veo a esas jóvenes desafiando lo establecido y al Gobierno dándose por vencido ante ellas porque no puede derrotarlas. Son las que en el día a día están rompiendo las reglas, más que los hombres, porque, desde luego, sufren mucha más presión. Son inspiradoras. Una de mis hermanas me contó que recientemente estaba en un bus y vio a una chica quitarse el pañuelo. Le preguntó: «¿No tienes miedo? Podrían arrestarte, meterte en un problema». Ella le respondió: «Nuestro problema son las mujeres de tu generación, porque tenéis mucho miedo y no nos dejáis hacer lo que queremos».

La artista, junto a una de sus icónicas fotografías, ‘Allegiance With Wakefulness’, 1994.Gladstone Gallery/Gigi Stoll

La imagen es su forma de expresión: en los noventa presentó sus novedosas series fotográficas Unveiling y The Women of Allah, y en 1998 inició con Turbulent sus instalaciones visuales, que la han llevado a la Bienal de Venecia y a ganar el León de Plata a la mejor dirección en la Mostra (por el largo Women Without Men, en 2009). Este otoño, el museo The Broad de Los Ángeles le dedica una gran retrospectiva, Shirin Neshat: I Will Greet the Sun Again, que repasará sus obsesiones: los sueños, la poesía y el poder femenino.

Su obra, de la huida de Rapture a la utopía matriarcal de Women Without Men, habla de la fuerza femenina.
Me inspira la parte femenina de la sociedad en Irán. Siento que las mujeres, a través de la historia, han estado muy empoderadas y han mostrado una y otra vez la resistencia contra la autoridad, siempre han estado contra la guerra y las dictaduras, han sido muy fuertes y roto las reglas. Todo mi trabajo ha sido una forma de celebrar y rendir homenaje a las grandes mujeres artistas y al feminismo, que considero fundamental dentro de la sociedad iraní, a pesar de las formas de dictadura por las que ha pasado. Mi obra es una forma simbólica de representar su poder en esa parte del mundo. Es una imagen completamente opuesta a la que tenemos sobre ellas en Occidente. Pensamos que las iraníes son víctimas, pasivas, y yo siento que es justo al contrario: hay mucha represión, pero ellas no son ni perdedoras ni víctimas. 

En 2009 tomó parte en marchas políticas, apoyando el movimiento verde iraní, y se ha manifestado contra Trump. ¿Cómo influye este activismo en su arte?
No diría que soy una activista. Apoyé el movimiento verde porque la gente joven de Irán estaba poniendo sus vidas en riesgo para conseguir algo tan bello como lo es la democracia. Habría sido hipócrita para mí no participar en algo tan pacífico. Fue difícil, porque siempre he sentido que mi trabajo tenía que hablar por mí. Pero por primera vez se me pedía que estuviera presente. Y lo hice. Dejé mi ego de lado y me uní a la gente, fui a manifestaciones. Creo que en ocasiones puntuales es importante para los artistas mostrar que ellos también forman parte de la comunidad y son capaces de tener una voz ante los problemas. Escribí en
The New York Times sobre esto. Como artista a veces sientes que estando escondido en tu estudio estás apoyando al demonio.

¿Hay autocensura en sus trabajos?
No es que me autocensure, es que busco encontrar un equilibrio, no decir a la gente lo que tiene que hacer, sino permitir que cada uno dé sus propias interpretaciones y tome sus decisiones. Defiendo que el arte no debería ser didáctico ni parcial. No debería decir cómo pensar y cómo sentir. El arte realmente poderoso es el atemporal, universal y abierto en términos de interpretación.

Dos de sus últimos trabajos: el retrato de Malala Yousafzai que le encargó en 2018 la National Portrait Gallery y la ópera ‘Aída’, que dirigió en el Festival de Salzburgo de 2017.Jorge Herrera, National Portrait Gallery/Monika Rittershaus, Salzburger Festspiele

¿Se arriesgaría a ir a la cárcel por su arte?
No, he sentido ese tipo de presión en Irán y no resulta nada agradable… Yo no quiero ser una mártir por el arte. No estoy interesada en hacer un trabajo que sea irrespetuoso o choque con la autoridad de manera frontal. No está en mi naturaleza. Yo soy una poeta. Trabajo con metáforas, filosofía, mística. No me interesa una conversación política con el Gobierno. 

¿Por qué poesía, música y sueños son cruciales para su obra?
Creo que es parte de mi naturaleza y mi carácter. Nací en un país de poetas y místicos. Somos supervivientes en una forma filosófica y espiritual. Y ahí es donde me siento cómoda, porque hay un mundo interior y otro exterior en cada persona, y yo, como mujer, como artista, como ser humano, estoy mucho más interesada en lo de dentro que en explorar lo de fuera. Me gusta lo subliminal. No me interesan las noticias, sino los sueños, que te revelan un ser mucho más profundo.

¿Serán el eje de Land of Dreams, su nueva obra, que prepara junto al actor y guionista francés Jean-Claude Carrière?
Yo creé un concepto y él está escribiendo el guion. Está siendo increíble trabajar con una leyenda que colaboró con Buñuel. Será la primera vez que filme en Estados Unidos: es la historia de una inmigrante iraní que llega allí, cargada de surrealismo y absurdo, una sátira política. Espero poder mostrar algo en The Broad.

El año pasado también colaboró con la activista Malala Yousafzai. ¿Cree que la educación transformará el mundo?
No hay duda. Ella es extraordinaria, ha estado sometida a mucha presión por ser un icono internacional de la educación, pero es profundamente auténtica, sincera. Creo que la educación es la llave para el desarrollo futuro de las mujeres y su participación en cada aspecto de la sociedad en todas las partes del mundo.

La artista adquiere joyas, prendas y recuerdos en sus viajes. “Siempre he sido una coleccionista de objetos insignificantes”, dice.Gigi Stoll

Sobre la firma

Archivado En