¿Qué hacer cuando te copian un diseño?
El derecho es la gran asignatura pendiente de los diseñadores. Con los pasos legales adecuados, los plagios pueden llegar a combatirse.
En 2012, los españoles gastaron casi mil millones de euros en falsificaciones. El producto falso más consumido fue el relacionado con el textil, según informa un estudio realizado por el Foro Europa Ciudadana. Ese año, apunta el informe, España se convirtió en el cuarto país de Europa con mayor número de artículos incautados.
La investigación llevada a cabo el año...
En 2012, los españoles gastaron casi mil millones de euros en falsificaciones. El producto falso más consumido fue el relacionado con el textil, según informa un estudio realizado por el Foro Europa Ciudadana. Ese año, apunta el informe, España se convirtió en el cuarto país de Europa con mayor número de artículos incautados.
La investigación llevada a cabo el año pasado por la Oficina Española de Patentes y Marcas y La Asociación Nacional para la Defensa de la Marca (ANDEMA) señala que, de media, los españoles adquieren cinco falsificaciones al año, pese a ser conscientes de que, con estas rutinas de compra fraudulentas, dañan a las pequeñas empresas, reducen puestos de trabajo o apoyan a mafias. Una vez más, se afirma que el objeto falso preferido tiene que ver con la moda (68,5%).
“Este es un tema muy difícil de erradicar. No tiene mucha presencia en la agenda política”, señala José Antonio Moreno, director general de Andema. «Las aduanas no tienen los medios adecuados para hacerle frente y el comercio online de falsificaciones está creciendo exponencialmente”, añade.
Recientemente, varios comercios digitales chinos firmaron un acuerdo con las instituciones para bloquear la mercancía falsa. Por su parte, el holding de marcas de lujo Richemont acaba de ganar una causa judicial que le permite bloquear el acceso a las páginas de falsificaciones en el territorio británico. “En España no hay nada similar. Es un tema muy peliagudo, porque entra en juego el derecho a la libertad en Internet”, asegura Moreno.
Ante ello, la alternativa de ANDEMA es concienciar al consumidor de los perjuicios que acarrea la compra de copias, y que van de la competencia desleal a la pérdida de puestos de trabajo.
Para que una marca sea falsificada en el mercado negro tiene que ser conocida por el gran público, al fin y al cabo, nadie desea adquirir la copia de un logotipo desconocido. En España, firmas de gama media como Tous o Bimba y Lola se enfrentan a pérdidas millonarias cada año por este motivo.
Pero no sólo las grandes empresas están sujetas al fraude. Cualquier pequeña marca de moda puede ser víctima de plagio. Y en muchas ocasiones no se han cubierto las espaldas frente a ellos. “A la gente creativa le falta el componente jurídico. Si no tienes tus diseños protegidos la copia puede ser legal. Se han dado casos en los que un diseñador ha salido a vender fuera sin ninguna cobertura en su trabajo”, explica Moreno.
Una de las campañas que el gobierno francés lanzó para concienciar a la población sobre los perjuicios que acarrea la compra de falsificaciones
La importancia de registrar
“Hay empresas que han llegado a comercializar sus productos sin tener apenas registrada su marca (por supuesto tampoco sus diseños), y cuando han querido registrarla, ya había en el mercado registros casi idénticos para el producto que querian comercializar ”, explica Carolina Eyzaguirre, diseñadora y abogada especializada en propiedad intelectual.
Hace algunos años, Eyzaguirre lanzó la plataforma The Fashion Code, que organiza eventos periódicos para concienciar a los diseñadores de la importancia capital que tiene el Derecho dentro de su trabajo.
Estados Unidos es pionera en esta disciplina: desde hace algún tiempo, la universidad de Fordham (Nueva York) imparte un posgrado sobre Moda y Derecho de la mano de la abogada Susan Scafidi. Por otro lado, el blog The Fashion Law se ha convertido en una referencia dentro del sector. Su autora, la estudiante de derecho Julie Zerbo, detalla juicios por plagio y utiliza ejemplos para ilustrar a los jóvenes creadores de los derechos y las obligaciones que poseen a partir de su trabajo. En España, la cuenta de Twitter @yosoyoriginal_ se encarga de enumerar los casos nacionales más recientes.
“Cuando estudiaba diseño, nos enviábamos cartas a casa con nuestras creaciones para tener al menos una fecha mediante la cual pudiéramos acreditar que habiamos sido los diseñadores de esos bocetos”, explica Carolina. “Ahora sé que lo dibujos son obras cuya propiedad intelectual se puede registrar pagando unas tasas muy bajas”. Los dibujos, las fotografías, los diseños y, por supuesto, la marca. “Registrarla en todo el territorio europeo cuesta algo más de mil euros, pero compensa, porque te protege ante posibles usos fraudulentos. Al fin y al cabo, tu marca de moda es como una planta, hay que cuidarla y estar pendiente de todo lo necesario para que crezca adecuadamente”, explica.
Muchos diseñadores no son conscientes de las posibilidades legales que se les brindan, o de cómo actuar para proteger su trabajo. Carolina cree que se debe al papel social que juega la moda. “Tienen los mismos derechos que cualquier otro creador (pintores, músicos, cineastas,…) sobre sus obras, pero como siempre asociamos la moda con lo frívolo y con lo pasajero, no nos damos cuenta de ello”, afirma.
Existen distintas posibilidades a la hora de registrar una firma de moda. Además de los derechos de autor (propiedad intelectual) y la propiedad industrial (que engloba marcas, patentes o diseños), las enseñas con productos icónicos (como los bolsos de Chanel o Hermés) se acogen a la marca tridimensional, que registra la forma de sus modelos más emblemáticos. Otras pueden incluso acogerse a la categoría de “modelo de utilidad”, si han creado una pieza funcional. “La firma de zapatos Mossto es un buen ejemplo. Diseñan zapatos con tacones de quita y pon de dos alturas”, explica Carolina. Incluso pueden patentarse los tejidos o las técnicas de producción de los mismos.
La creación no lo es todo. Es más, para que la creación cuente, debe ir acompañada de un amplio soporte jurídico y empresarial. El sector del textil y el calzado genera en España más de 50.000 puestos de trabajo, supone 2.317 millones de euros del PIB y tributa con impuestos de más de mil millones, según recoge el último informe realizado por el Ministerio de Industria. Hay mucho en juego.
En 2011, la firma española Lady Desidia denunció en las redes sociales el palagio que Carrefour había hecho de uno de sus diseños. Logró que lo retiraran.
Falsificación vs. copia
Pero quizá el caballo de Troya no se llama falsificación, sino inspiración. Todos sabemos que las grandes cadenas basan gran parte de su contenido en los llamados “clones” de firmas prestigiosas, pero también de marcas jóvenes.
Algunos casos han trascendido públicamente. Incluso el gigante de Arteixo ha llegado a utilizar imágenes de blogueras de moda para adornar camisetas, y a otras grandes cadenas se les acusa de haberse apropiado de imágenes subidas a Instagram.
“Mis amigos me mandan imágenes de piezas que ven en los escaparates y que se parecen sospechosamente a las que yo diseño. Es muy difícil detectar si es o no una copia, aunque hay casualidades demasiado grandes”, confiesa la diseñadora Leyre Valiente.
La línea que separa a la falsificación de la inspiración es, a veces, muy fina, pero es clave a la hora de llenar los locales de las grandes cadenas textiles. “Ellos saben cómo tienen que hacerlo para que no se considere una copia”, afirma Leyre. Carolina explica las enormes diferencias que existen entre uno y otro caso: “Mientras la falsificación es una falta penal, la copia puede considerarse una falta civil”.
El problema de adentrarse en procesos legales son los altos costes que se derivan de ellos. Pero el daño de los clones a pequeños diseñadores no es sólo económico, también creativo. “Muchas veces, cuando una clienta compra un clon de una marca importante lo hace sabiendo que es un clon. Cuando compra una copia de una firma joven, lo hace porque le gusta el diseño, y no sabe que no es suyo”, afirma Leyre Valiente. “Al final el público no invierte en creatividad joven porque lo encuentran en estas cadenas”, añade.
La solución es complicada, aunque no imposible. “Estas grandes empresas, que son un potente altavoz en medio mundo, deberían anunciar la colaboración con el diseñador joven en la etiqueta. La marca ganaría en prestigio, y ellos tendrían la mejor publicidad para su trabajo”, asegura Carolina. Leyre Valiente apoya esta alternativa, aunque no tiene tan claro que vaya a producirse. “Algunos diseñadores han querido asociarse con el mass market, pero ha sido imposible, porque a estas compañías les interesa que la gente piense que el producto es suyo”.
La clave del cambio, al final, recae sobre el consumidor, que debe concienciarse de los problemas que refuerza con sus rutinas de compra. “Realizamos campañas anuales en positivo, concienciando de los beneficios sociales que aporta consumir marcas”, apunta José Antonio Moreno. Pero la pelota no está sólo sobre el tejado del cliente. El diseñador de moda también tiene que ser responsable de su propio producto. Como señala Carolina Eyzaguirre, “con los eventos periódicos que realizamos intentamos hacer ver a los creadores los aspectos legales relacionados con su trabajo y qué medidas tomar si se ven en situaciones en las que les han vulnerado sus derechos”.
*(Esta noticia ha sido actualizada el 20 de julio de 2016 por el equipo web de S Moda a raíz de la denuncia de plagio de la diseñadora de Tuesday Bassen).