¿Qué hace una chica como tú en un taxi como éste?
De los 46.000 taxistas que hay en Nueva York, sólo 170 son mujeres. Un documental reivindica la labor de estas conductoras en un mundo de hombres.
“¡Es una mujer conduciendo, es una mujer conduciendo!”. Ha pasado más de medio siglo desde que este grito resonase frente al mítico Waldorf Astoria de Nueva York. Lo vociferó un atónito taxista al comprobar que al volante del vehículo que le cortaba el paso no le esperaba un colega de profesión, sino Gertrude Hadley Jeanette, la primera taxista de Nueva York. Sesenta años después, en la jungla de asfalto de la Gran Manzana, pocas son las que han seguido el ejemplo de Jeanette y se aventuran a vivir de la conducción...
“¡Es una mujer conduciendo, es una mujer conduciendo!”. Ha pasado más de medio siglo desde que este grito resonase frente al mítico Waldorf Astoria de Nueva York. Lo vociferó un atónito taxista al comprobar que al volante del vehículo que le cortaba el paso no le esperaba un colega de profesión, sino Gertrude Hadley Jeanette, la primera taxista de Nueva York. Sesenta años después, en la jungla de asfalto de la Gran Manzana, pocas son las que han seguido el ejemplo de Jeanette y se aventuran a vivir de la conducción. De los 46.000 taxistas que hay en la ciudad, sólo 170 licencias pertenecen a mujeres, un porcentaje que apenas roza el 3%. ¿Por qué las féminas se quedan fuera del circuito de los yellow cabs? Esto mismo se preguntó la documentalista estadounidense Diana Diroy, como punto de partida a su proyecto “What's a girl doing here?” (“¿Qué hace una chica aquí?”), donde dos 'cabbies', Elena Tenchikova y Shonna Valeka, descubren ante la cámara cómo han acabado al volante en un gremio dominado por la testosterona. Un corto documental en el que sus protagonistas desgranan sus jornadas extenuantes, su doble vida (ambas estudian o trabajan en otros ámbitos), sus inseguridades en una ciudad “totalmente loca” por las noches y afirman sin complejos que “el taxi sería una industria más feliz si funcionase sólo con mujeres”.
“Nunca me había topado con una taxista en Nueva York hasta que decidí rodar el documental”, explica la directora, que tuvo que visitar “durante semanas” los garajes de taxis en Queens a la caza de alguna conductora. “Era la única chica, iba durante los cambios de turno y esperaba a que alguna mujer apareciese por arte de magia. Algunos conductores cuestionaban por qué gastaba mi tiempo en este proyecto, otros me halagaban o me pedían el número de teléfono. Otros me decían que todas las taxistas de Nueva York eran lesbianas y hasta uno insistió en que le rodase exclusivamente a él”. Su trabajo de campo no tuvo éxito. “Una tarde un buen amigo se topó con una taxista, le explicó mi proyecto y decidió participar. Así fue como encontré a Shonna”, cuenta. Shonna resultó ser una fotógrafa incansable a tiempo parcial que viste gorra para despistar en su vehículo y que no huye despavorida si tiene que ayudar a algún sufrido ciudadano que se ha quedado sin batería en el coche. “¿A cuántos taxis has parado hasta que me has encontrado?”, pregunta en un momento del corto, “eres la tercera”, le responde el socorrido conductor. “Todos eran hombres, eh… Women rule! (las mujeres mandan)” , apunta con sorna. Elena, a la que encontró gracias a la empresa de taxis de la ciudad (TLC), es la versión girly de Shonna. Una estudiante a tiempo completo, que nunca olvida maquillarse o hacerse las uñas antes de subir al taxi. “Vaya, eres rubia, eres una chica y… ¿hablas inglés?”, es la frase que más veces ha escuchado cada vez que un cliente se sube a su vehículo. Aunque parezca mentira, en la ciudad más cosmopolita todavía algunos se sorprenden al ver a una mujer al volante.
La directora asegura, ahora que ha finalizado su proyecto, que quizá el motivo por el qué tan pocas mujeres se interesen en ser taxista sea el agotamiento. “Implica conducir más de doce horas por las atestadas calles de Nueva York, lidiar con otros taxistas dispuestos a todo y a diferencia de los hombres… las mujeres no podemos orinar donde sea”, apunta entre risas.
Elena Tenchikova es una de las 170 taxistas que trabaja en Nueva York
Diana Diroy
La documentalista Diana Diroy ha capturado la vida de dos taxistas en Nueva York
Francisco Colón
Con todo, su cinta no es la única que disecciona las diatribas de las conductoras profesionales. Hace tres años, el documental “Pink Taxi” también reveló las vicisitudes de este oficio, aunque en este caso eran tres conductoras por las calles de Moscú. En la capital rusa hay más de 10.000 taxis, pero sólo 22 forman parte de los denominados “taxis rosas”. Taxis conducidos por mujeres sólo para mujeres. Un fenómeno que arrancó en Warrington (Reino Unido) en 2005, cuando una de las cantantes del ya olvidado grupo Attomic Kitten, Kerry Katona, lanzó la compañía Pink Ladies.
Bajo el lema “Nosotras tenemos derecho a regresar seguras”, el servicio nació como respuesta a la elevada inseguridad que sentían al volver a casa las jóvenes, especialmente los fines de semana. El modelo aterrizó en Londres unos meses más tarde (en la capital británica, una media de diez mujeres al mes son asaltadas en taxis ilegales). Siete años más tarde, el modelo es todo un éxito. Al albor de las Pink Ladies han nacido decenas de compañías de transporte en las que sólo participan mujeres y Beirut (Líbano) o Puebla (México) son otras de las ciudades que han copiado el modelo. Hasta Barcelona lo intentó en su día, pero la falta de conductoras requeridas para lanzar la empresa –y las quejas de los taxistas de la ciudad– impidieron el contagio de los taxis rosas en España. ¿Huyen los estrógenos de la conducción profesional?
Las ‘Pink Ladies’ conducen taxis rosas en un servicio exclusivo para mujeres
Cordon Press