Por qué Vanellope es la antiprincesa que nosotros (y Disney) necesitábamos
Así es como Ralph rompe Internet en su nueva aventura y, de paso, buena parte de las líneas rojas históricas de la compañía de Mickey Mouse.
Ser princesa Disney en 2018 debería estar calificado como una profesión de alto riesgo. Y no por ser la diana de malvadas madrastras, criaturas del inframundo o de manzanas envenenadas, sino por la severidad con la que el paso del tiempo las ha tratado. Las adaptaciones de los cuentos clásicos se han convertido en una condena pública recurrerente al reflejar el sexismo o racismo característicos del tiempo en el que llegaron a la gran pantalla. Se acumulan los estudios que disuaden a las nuevas...
Ser princesa Disney en 2018 debería estar calificado como una profesión de alto riesgo. Y no por ser la diana de malvadas madrastras, criaturas del inframundo o de manzanas envenenadas, sino por la severidad con la que el paso del tiempo las ha tratado. Las adaptaciones de los cuentos clásicos se han convertido en una condena pública recurrerente al reflejar el sexismo o racismo característicos del tiempo en el que llegaron a la gran pantalla. Se acumulan los estudios que disuaden a las nuevas generaciones sobre su visionado y hasta personajes públicos como Keira Knightley, Kristen Bell o Alicia Keys han confirmado que sus hijos nunca verán en acción a algunas de estas princesas. “La Cenicienta está prohibida porque se pasa todo el tiempo esperando a que llegue un tío rico a rescatarla. ¡No lo hagas, rescátate a ti misma!”, afirma la actriz de Piratas del Caribe. Pero para la multinacional Disney, su alineación de princesas también representa uno de sus más rentables reclamos mercadotécnicos, apareciendo durante décadas en estuches, carpetas o mochilas. La encrucijada está clara: ¿reinvención o relegación? Valiéndose del exponente menos paradigmático del catálogo, parece que la compañía de Mickey Mouse ha optado por lo segundo.
“Yo también soy una princesa, chicas”, se defiende Vanellope Von Schweetz al aparecer por sorpresa en medio de un salón repleto de princesas Disney. El diálogo pertenece a una de las escenas más publicitadas y celebradas de Ralph rompe Internet, la exitosa secuela del filme de animación basada en personajes del mundo del videojuego y que ahora saltan a las red de redes. Pasando, por supuesto, por un imaginario ‘sitio Disney’ en el que satirizan y actualizan de forma autoconsciente y por primera vez en la historia de la compañía a sus personajes más icónicos. Sirva como ejemplo que, ante la aparición de la intrusa, Jasmine decide utilizar la lámpara mágica como objeto de autodefensa y una muy beligerante Cenicienta rompe su zapato de cristal cual hooligan para amenazar a Vanellope con los filamentos. “Si escribo esto, ¿haré que me despidan?”, se preguntaba Paloma Ribon, guionista del filme, sobre el hilarante cuestionario (vídeo inferior) que las princesas le hacen a Vanellope para averiguar su pertenencia a tan exclusivo club y que tecleó pensando que jamás, jamás, tendría luz verde. Se equivocaba.
Ni el envenenamiento sugerido por Blancanieves, ni el secuestro o el esclavismo propuesto por Bella. Es Rapunzel la que da con la clave que une a la peculiar Vanellope con el resto de princesas: “¿Todo el mundo da por hecho que tus problemas se solucionan cuando aparece un hombre grande y fuerte?”. Esa cuestión y la posterior respuesta afirmativa de la outsider convierte esta escena en la primera en la que textualmente Disney referencia el movimiento feminista en uno de sus largometrajes. En plena era del #MeToo, en el que los besos sin consentimiento no son bien recibidos aunque procedan de un apuesto joven de sangre azul, la reina del entretenimiento internacional culmina así un reposicionamiento del ideario de sus princesas que ya perfiló con los estrenos de películas como Brave, Vaiana y Frozen.
También es la primera vez que los distintos ‘universos’ de los personajes convergen en un solo, sugiriendo la posibilidad de que estos iconos puedan tener una segunda vida más allá de sus tramas clásicas. Otro hecho rompedor es que en la misma secuencia las princesas se deshacen de sus vestidos de gala y correspondientes corsés para enfundarse en ropa cómoda (pijama o chándal) a la hora de charlar con Vanellope. Por supuesto, a la venta ya –esto va de vender juguetes– como set de muñecas en tiendas y en la web online. La escena ha sido celebrada por medios como la BBC y el Washington Post, en cuyas páginas el director Rich Moore, calificó como “el mayor regalo que nos han hecho” la oportunidad de incluir en el metraje final lo que parecía la típica idea loca de guionista que los ejecutivos terminan desechando en cualquier etapa de la producción.
La detonante de este hito significativo en la compañía es la peculiar Vanellope. La actriz y monologuista Sarah Silverman, que le da su voz en la versión original, no dudó en definirla como «la primera princesa Disney judía». No hay ninguna evidencia en el metraje que apoye dicha afirmación, pero los responsables del filme han apoyado la sentencia de Silverman, que añadió en su argumentación que el personaje es “combativo, dice siempre lo que piensa y hasta es algo cargante”.
Desde su debut en 2012 es toda una fan favourite por su mucho genio y poco glamour. Su origen no está en ninguna monarquía imaginaria, sino como fallo informático en un juego de carreras, y su tamaño y vestimenta distan mucho del molde clásico de la realeza Disney. A Ribon no parecieron importarle estos detalles: “¿Por qué Vanellope no va a ser una princesa del canon Disney? Para mí, ella sí es una especie de princesa, una que lleva capucha”. Esta encapuchada, acompañada de Ralph –el villano de máquina recreativa que no quiere serlo–, consiguieron apuntalarse en el primer puesto de la cartelera estadounidense en el combatido y muy significativo fin de semana de Acción de Gracias con 84 millones de dólares. Récord histórico de taquilla. Las princesas Disney, debidamente actualizadas, están de vuelta.