Presidentes franceses: Libertad, igualdad e infidelidad

Los irreductibles y sexuales presidentes galos han hecho de la infidelidad patrimonio nacional y Hollande es el último en engrosar la lista pero, ¿les da igual a los franceses lo que ocurra en las braguetas de sus primeros ministros?

El pasado año las calles de Francia registraron una publicidad en la que aparecían las fotos de varios Presidentes de la República galos: François Hollande, Nicolas Sarkozy, Jacques Chirac y François Mitterrand. Todos ellos con la huella de un rouge à lèvres en diferentes partes de sus caras. El slogan decía: “¿Cuál es su punto en común? Deberían haber pensado en Ashley Madison”. Así anunciaba la mayor alcahueta de la red sus servicios, que como la mayoría ya conoce, van destinados a ...

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El pasado año las calles de Francia registraron una publicidad en la que aparecían las fotos de varios Presidentes de la República galos: François Hollande, Nicolas Sarkozy, Jacques Chirac y François Mitterrand. Todos ellos con la huella de un rouge à lèvres en diferentes partes de sus caras. El slogan decía: “¿Cuál es su punto en común? Deberían haber pensado en Ashley Madison”. Así anunciaba la mayor alcahueta de la red sus servicios, que como la mayoría ya conoce, van destinados a organizar “canas al aire” sin que nadie se entere, empezando por la propia pareja.

Si, es probable que con la ayuda de esta firma las infidelidades de los mandatarios franceses no hubieran salido a la luz, al menos la de éste último, ya que la compañía no existía todavía cuando la testosterona de Chirac o de Mitterrand eran fuerzas incontrolables. Estos últimos días los franceses han amanecido con la constatación de lo que muchos ya sabían hace tiempo, que su Presidente de la República mantiene, desde hace varios meses, una relación amorosa con la actriz Julie Gayet. Así lo revelaba el semanario Closer en su número aparecido el 10 de enero, en el que se publicaban unas imágenes de Hollande –oculto bajo un casco de moto– y de su presunta amante, entrando y saliendo de la finca donde se encontraban clandestinamente. El presidente de la República ha pedido respeto a su vida privada y ha amenazado a la publicación con denunciarla por la vía judicial, pero en ningún momento ha desmentido la información. La primera dama, Valérie Trierweiler, periodista y pareja de Hollande -aunque no están casados-, permanece ingresada en un hospital para una cura de reposo que, curiosamente, comenzó tras las revelaciones del affaire de François.
En marzo del año pasado, los comentarios difundidos en la red llevaron a Julie Gayet a desmentir públicamente toda relación con el presidente y a presentar una demanda contra los responsables –anónimos– de la propagación del rumor. Ahora la actriz se ha limitado a pedir al semanario, a través de su abogado, que retire la información de su página web.

El escándalo de Hollande, sin embargo, no pilla desprevenidos a los franceses, acostumbrados a que sus presidentes sean unos picha brava, requisito que parece casi obligatorio para alcanzar el poder en Francia. Nicolas Sarkozy además de filtrear en política y partir un piñón con su homónima alemana Angela Merkel, tenía mejores gustos en el terreno privado. Su caso fue más democrático  y sin duda a favor de la igualdad de los sexos, ya que ambas partes se pusieron los cuernos mutuamente. Parece ser que Carla Bruni lo hizo con el cantante Benjamin Biolay, mientras que su esposo mantuvo una relación extraconyugal con la entonces ministra de ecología, Chantal Jouanno.
"Mi marido no me engañaría jamás”, dijo Carla en una entrevista divulgada por la cadena de televisión británica Sky News, “el matrimonio incluye la monogamia". Teoría que echaba por tierra sus anteriores premisas, expuestas en numerosas ocasiones a los medios “las relaciones monógamas me aburren” precisó al referirse a sus múltiples idilios, entre los que figuraban Mick Jagger, Eric Clapton, Donald Trump o Vincent Pérez.

Carla Bruni y Sarkozy han mantenido affaires extramatrimoniales.

Cordon Press

Los ex mandatarios Valery Giscard d'Estaing (1974-1981) y Jacques Chirac (1995-2007) registraron también durante su vida política numerosas aventuras fuera del matrimonio. Del primero de ellos se recuerda especialmente el episodio del "camión del lechero", revelado en 1974. Policías y bomberos llegaron de madrugada al lugar de un accidente, donde encontraron nada más ni nada menos que al mismísimo presidente en compañía de una célebre actriz. Éste, acababa de chocar su coche contra un vehículo repartidor de leche. El incidente, como ya pueden imaginarse, fue como maná caído del cielo para los bromistas y partidarios de la ironía, que recibieron el regalo en bandeja de plata.

La reputación de donjuan de Chirac se fraguó mucho antes de que ostentara el poder. En  más de una ocasión, cuando ya no era presidente, reconoció su gusto por el género femenino. Su esposa Bernadette, sin embargo, declaró una vez que las mujeres "galopaban" detrás de él.

Si algo caracterizó los catorce años de presidencia de Francois Mitterrand (1981-1995) fueron los constantes rumores sobre sus amantes e infidelidades, algunas de las cuales dieron fruto. En noviembre de 1994, la revista Paris Match publicó las fotos de Mazarine, hija de Anne Pingeot, una joven de 19 años muy parecida a Mitterrand y cuya existencia estuvo oculta todo ese tiempo.
Al fallecer el ex presidente de cáncer de próstata, a principios de 1996, las dos familias, Mitterrand y Pingeot, asistieron juntas al sepelio. Danielle, la esposa del político invitó a la hija ilegítima y a su madre a los funerales. La primera dama siempre destacó por su comprensión hacia las inclinaciones de su marido. El libro de Ariane Chemin y Géraldine Catalano Une famille au secret ( Stock, 2005) cuenta que, en los años sesenta, él le propuso un pacto: que cada uno viviera su vida y mantener la pareja de cara a la sociedad. Pero, como cuenta un artículo titulado El amante doméstico de Danielle, publicado en El Correo, “Danielle Mitterrand también tenía un amante. Quince años más joven por aquello de la 'egalité'. Con la diferencia de que el infiel marido llevaba una vida familiar paralela con la madre de su hija secreta y la esposa engañada lo tenía en el propio domicilio conyugal. Jean, un profesor de gimnasia corso, convivió durante tres lustros bajo el mismo techo con François Mitterrand, su legítima y, para que no faltara de nada, también su suegra”. Para añadir más adelante, “la versión política de la atípica pareja formada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir”.

La última infidelidad de los irreductibles y sexuales presidentes galos llevó al Instituto Ifop a elaborar una encuesta al respecto para el periódico Le Journal du Dimanche, en la que el 75 % de los franceses cree que el episodio es un asunto privado y que solo atañe al presidente. Claro que la cosa puede ponerse fea de ser verdad una información que citaba Mediapart, una web dedicada al periodismo de investigación, y que decía que la casa en donde se llevaron a cabo los encuentros entre el Presidente de la República y la actriz podría pertenecer a la delincuencia corsa.

La permisividad de los franceses ante las infidelidades en el matrimonio es de todos conocida. La psicóloga gala Maryse Vaillant, publicaba en el 2009 el libro Les hommes, l’ amour, la fidélité (Albin Michel) para horror de la feministas. En él explicaba como los hombres necesitan su propio espacio y para ellos “la infidelidad es casi inevitable”. Según la autora, “las mujeres pueden tener una experiencia liberadora al aceptar que los pactos de fidelidad no son naturales sino culturales y que la infidelidad es esencial para el funcionamiento psíquico de muchos hombres, que no dejan de amar por eso a sus mujeres”. Pero Vaillant iba aún más allá al decir que “los hombres que no tiene aventuras extramatrimoniales pueden tener una falta de carácter”.

Nadie puede decir pues que los mandatarios galos sean personas apocadas y pusilánimes, claro que las canas al aire del primer ministro son siempre diferentes que las de cualquier mortal y el último escándalo, además de cuestionarse la seguridad presidencial —con el presidente deambulando solo en moto— ha avivado el eterno debate entre la vida privada y pública del líder de la nación. Tradicionalmente en Francia, los medios de comunicación había separado siempre ambas esferas y solo se abordaba la personal cuando al Elíseo le interesaba comunicar al respecto. Los devaneos de los jefes del estado eran conocidos en los círculos políticos y mediáticos y nunca han supuesto un obstáculo para llegar al poder. Pero esta filosofía empezó a cambiar con la llegada de Sarkozy, que eligió un modelo más americano para el tratamiento de la familia del presidente, dando más protagonismo a la primera dama.

Los franceses pueden no estar interesados en saber lo que les ocurre, de cintura para abajo, a sus primeros ministros, pero siempre que esto no interfiera en su trabajo. ¿Puede uno rendir al 100% cuando está preocupado en esconder sus actividades y cuando pasa parte del día yendo y viviendo en moto? Sin contar con que la crisis, los recortes y los sinsabores que sufre gran parte de la población francesa hacen todavía más frívola e intolerable la aventura de su representante político. Los socialistas han hecho piña en torno a su líder y han subrayado el respeto a la privacidad —valor muy respetado en el país de los quesos— frente a sociedades como la norteamericana, en la que un simple devaneo con una becaria puede costarte la carrera política. Hasta el director de cine Oliver Stone, de promoción en París, le echó un cable a Holland al declarar a los medios: “En América sería un escándalo, el presidente debería dimitir. En Francia es distinto. Es un país más tolerante” y añadió aludiendo a Hollande: “Es muy humano, muy francés, lo adoro”.

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