Catherine Zeta-Jones lleva al cine la brutal historia de la ‘madrina de la cocaína’
Antes de El Chapo estuvo Griselda Blanco. Catherine Zeta-Jones interpreta a la reina del crimen en el Miami de los ochenta. Jennifer Lopez también aspiró al papel para HBO.
Los telefilmes del canal Lifetime, también conocidos como “el lugar al que las carreras de los actores van al morir”, suelen incluir muchas bodas, romances fallidos e historias basadas en hechos reales. En ese sentido, Cocaine Godmother, protagonizada por Catherine Zeta-Jones y con fecha prevista de estreno para el 20 de enero, no es una excepción. También parte de una historia real, la de Griselda Blanco, ‘la Madrina ‘o la ‘Viuda Negra’, responsable de más de 200 asesinatos, que convirtió a Miami en la ciudad más peligrosa de Norteamérica. Y...
Los telefilmes del canal Lifetime, también conocidos como “el lugar al que las carreras de los actores van al morir”, suelen incluir muchas bodas, romances fallidos e historias basadas en hechos reales. En ese sentido, Cocaine Godmother, protagonizada por Catherine Zeta-Jones y con fecha prevista de estreno para el 20 de enero, no es una excepción. También parte de una historia real, la de Griselda Blanco, ‘la Madrina ‘o la ‘Viuda Negra’, responsable de más de 200 asesinatos, que convirtió a Miami en la ciudad más peligrosa de Norteamérica. Y también salen muchas bodas, en concreto las tres de Griselda con los tres maridos a los que fue asesinando sucesivamente. El primero fue Carlos Trujillo, padre de sus tres hijos mayores, todos muertos en las guerras del cartel. Al segundo, Alberto Bravo, que aparece en Narcos, le disparó a la luz del día, en un tiroteo en el parking de una discoteca en el que también murieron seis guardaespaldas y del que Griselda salió con un rasguño en el estómago, y al tercero, Darío Sepúlveda, lo mató cuando al bendito se le ocurrió disputarle la custodia del hijo de ambos. Llamado –cojan aire– Michael Corleone Sepúlveda. En la película también habrá lugar, presumiblemente, para el amor en todas sus formas. La Madrina era bisexual y tenía la fea costumbre de obligar tanto a hombres como mujeres a participar en sus orgías a punta de pistola, casi siempre bajo los efectos del bazooka, cocaína sin refinar.
La historia de cómo Catherine Zeta Jones llegó a interpretar a Blanco también tiene su miga. En 2014 se anunció que iba a protagonizar un biopic, de estreno en cines, de Griselda Blanco y que había conseguido el papel a costa de Jennifer Lopez, lo que provocó críticas, ya que no se entendía que una galesa y no una actriz latina interpretase a una colombiana. Esa película sigue, que se sepa, en fase preparatoria y la última actriz atada al proyecto fue la colombiana Catalina Sandino Moreno. Sin embargo, tanto Lopez como Zeta Jones se resistieron a dejar ir un personaje tan jugoso. La primera empezó a desarrollar una serie sobre La Madrina en HBO, para la que alistó a los guionistas de El lobo de Wall Street, y la segunda ha terminado recalando en este proyecto, junto al director mexicano Guillermo Navarro y el guionista de American History X David McKenna. Además, la historia ha inspirado una telenovela en Univision y se cuenta en dos documentales producidos por Vice sobre el Miami Scarface de los 80: Cocaine Cowboys y Cocaine Cowboys II.
Y aun así, la increíble vida de Griselda Blanco sigue siendo mucho menos conocida que la del que fuera su amigo de infancia Pablo Escobar. Ambos crecieron en Medellín y, según se cuenta (como en el caso de Escobar, cuesta separar la realidad de la leyenda) se inició muy pronto en el crimen. A los once años, dicen, secuestró a un niño en un barrio bien de la ciudad y cuando la familia se negó a pagarle el rescate, lo mató. A los 13 se convirtió en carterista y prostituta y a los 14 se fue de casa, huyendo del acecho sexual del novio de su madre y dando inicio a una vida de crimen que pide a gritos ser narrada con la voz en off de una película de Scorsese. Uno de sus primeros golpes de imaginación, a principios de los 70, consistió en fundar una línea de corsetería especial para el narcotráfico. Creaba sujetadores con compartimentos especiales para la cocaína y después buscaba a mujeres que los llevaran hasta Estados Unidos en vuelos comerciales.
Para mediados de los 70, ya establecida en Queens, Nueva York, ideó un plan tan espectacular como metafórico, cuando consiguió colar seis kilos de polvo blanco en el Tall Ship Gloria, el barco que envió el gobierno colombiano al puerto de Nueva York para celebrar el bicentenario americano. Sirvió aquello como aviso: los colombianos estaban desembarcando en Estados Unidos y cambiando el mapa de la droga para siempre.
De ahí , Griselda saltó a Miami, donde forjó su leyenda. Se convirtió en multimillonaria y elevó ella sola el listón de la violencia hasta que llegó un punto que el 25% de las muertes en la ciudad sucedían por herida de bala y la policía del Sur de Florida tuvo que alquilar una nave frigorífica a Burger King porque las morgues no daban abasto. De todos los Cocaine Cowboys, Blanco era la más sangrienta y la que peor se ocultaba. No dudaba en mandar matar con una bayoneta a un rival en pleno aeropuerto o en ordenar asesinatos en centros comerciales. Se calcula que su ejército de sicarios cubanos y colombianos acabaron con unas 200 vidas en aquellos años.
Blanco también estaba entre las más ricas. En la cima de su imperio ingresaba unos 80 millones de dólares al mes por tráfico de cocaína, lo que le permitía entre otras cosas, tener un avión privado permanente cargado de combustible y listo para despegar en el aeropuerto de Miami, para cuando vinieran a por ella. En aquellos años se compró las que eran sus posesiones más preciadas: un collar de perlas que había pertenecido a Eva Perón, un juego de té de la Reina de Inglaterra y un revólver de oro y esmeraldas.
Temiendo, con razón, por su propio pellejo, Blanco huyó a California, donde finalmente fue arrestada por Bob Palumbo, el oficial de la Agencia Antidroga que llevaba una década persiguiéndola. Sirvió sentencias, primero por posesión de droga en California y más tarde por tres homicidios en Miami, y no llegó a implementar su plan de huir de la cárcel secuestrando vía sicarios a John Kennedy Junior y pidiendo su liberación a cambio. En 2004 salió de la cárcel y se retiró a vivir en una lujosa villa de Medellín. Allí aguantó, en relativa calma, hasta 2012, cuando dos hombres en moto le dispararon a la salida de una carnicería.
Le sobrevivió su hijo Michael Corleone Sepúlveda, que a los tres años de edad había presenciado el asesinato de su propio padre por orden de su madre y en 2011 fue arrestado en posesión de cinco kilos de cocaína. Al contrario que el hijo de Escobar , que se ha cambiado el nombre por el de Sebastián Marroquín y reniega de la glamourización que hacen los medios de la obra de su padre, Corleone Sepúlveda es un orgulloso heredero. Trató de lanzar una línea de ropa llamada Pure Blanco –eso sí lo tiene en común con Marroquín, que también comercializó en cierto punto unas camisetas de Escobar– y en las redes rinde pleitesía a su “gordita”, a la que llama “mi primer amor, mi mejor amiga, mi reina, mi madre”. La Madrina.