S MODA + Viña Esmeralda

Siete ‘gastroterrazas’ que no puedes perderte este verano

Unas están situadas frente al mar y otras te harán olvidar del bullicio de la ciudad. De la mano de Viña Esmeralda recorremos los mejores espacios para disfrutar del buen tiempo

Para desconectar de la rutina después de un largo día de trabajo, reunirse con esas amigas que hace tiempo (más del que te gustaría) que no quedas o simplemente, por el placer de ver y ser visto. Ya lo decía Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, no hay mayor diversión que sentarse en la terraza de un café y observar cómo vive la gente. Pero tampoco hay que irse a Italia para disfrutar de un escenario de película. Porque con el buen tiempo arranca la temporada de terrazas y encontrar un lugar de ensueño es cada vez más fácil.

Las azoteas de los hoteles cobijan ahora los espacios más coquetos de la urbe, los restaurantes de costa convierten el sencillo acto de contemplar el mar en una experiencia de lo más exclusiva, y al relajante hilo musical, a cargo de los mejores DJs, hay que sumarle una oferta gastronómica increíble. Lo sabe muy bien Viña Esmeralda, un blanco suave y sedoso con Denominación de Origen Catalunya. Su paladar, con matices a fruta madura y aromas florales, nos traslada directamente a la belleza del Mediterráneo. Su presencia, siempre en los locales más cool del momento, certifica también que hemos elegido bien el lugar.

Muestra de ello es este directorio de terrazas que deberías conocer este verano. Perfectas para disfrutar de una charla distendida con la ciudad a tus pies o saborear una copa de vino al aire libre.

La presencia de Viña Esmeralda en la carta de vinos certifica que hemos elegido bien el lugar.

La Terraza by Bobby’s de Negresco Princess, en Barcelona (c/Roger de Llúria, 16)

Cuesta creer que el edificio sobre el que se asienta el nuevo Hotel Negresco fuera antes un lugar de oficinas. Porque tras esa fachada de ventanas reflectantes, propia de la arquitectura más icónica de los años setenta, se esconde un oasis de recreo y desconexión. Situado en pleno corazón de Barcelona, toda la ciudad queda al descubierto desde su panorámica terraza: la Sagrada Familia, el paseo de Gracia, la montaña del Tibidabo… El skyline parece no tener fin, al igual que las posibilidades de relajarse y disfrutar. La piscina es perfecta para darse un refrescante baño con vistas o, en tiempos de Instagram, sacar esa foto tan evocadora; y cualquier momento es ideal para reunirse con los amigos, disfrutar de unas copas y una buena conversación. Imprescindible: los platos con sabor mediterráneo e influencia latinoamericana del chef Jon García. El jefe de cocina del Negresco ha apostado fuerte por el concepto real food y la fusión gastronómica, con recetas como un arroz caldoso de mariscos o salmón maridado en soja y lima que adquieren otros matices con una copa de Viña Esmeralda

La terraza del hotel Negresco Princess tiene las vistas más privilegiadas de Barcelona.

El paraguas, en Madrid (Calle Jorge Juan, 16).

El empresario Sandro Silva es el responsable de que en la capital se degusten verdinas con perdiz o colmenillas rellenas de foie como si fuese lo más normal de la cocina castiza. El Paraguas se ha convertido en una meca de la gastronomía asturiana, gracias a una carta honesta que reivindica su recetario clásico y la autenticidad de los productos: consomé de rabo de buey, ensalada de pulpo con mahonesa o calamares con arroz de cebolla. La luz tenue y la decoración de terciopelo trasforman el interior en un espacio tan íntimo como elegante. Pero el verano es el mejor momento para intentar conseguir sitio fuera. Su tranquila terraza, con sillitas de mimbre y mantelería blanca, hace que te olvides del bullicio de la ciudad. Un ambiente relajado en pleno centro de la ciudad para encuentros interminables.

En la cuidada carta de vinos de El Paraguas (en la izquierda), por supuesto, también se puede encontrar Viña Esmeralda. Su paladar sedoso y fresco es sublime con entrantes de marisco, como las zamburiñas gratinadas o el tartar de atún con caviar de salmón.

The Beach House, en Jávea (Plaza Adolfo Suárez, 16)

Cuando uno entra en The Beach House, situado en un antiguo edificio portuario de maderas aguamarina y vistas a la bahía de Jávea, las prisas se quedan inmediatamente en la puerta. Toda la cuidada decoración -las mesas de madera salvaje, los sofás de mimbre o las lámparas de cestería-, evoca aires mediterráneos. Y son esos tempos, el culto al slow life, los que marcan la experiencia. La oferta gastronómica apuesta por la riqueza local: pescados de la lonja, verduras de la huerta y panes de harina molida como antaño. La carta de bebidas propone vinos españoles, entre los que destaca Viña Esmeralda. Una copa de vino blanco, muy delicado y aromático, que marida con la naturaleza del plato. La sobremesa en la terraza da paso a un atardecer con música lounge (a veces incluso hay actuaciones en directo) para culminar la velada, mientras la brisa marina nos acaricia la cara.

Terraza del Hotel Molina Lario, en Málaga (calle Molina Lario, 20).

Darse un chapuzón con vistas a la catedral de la Encarnación es una experiencia casi religiosa. De ahí parte la privilegiada panorámica de la terraza del Molina Lario, en la octava planta del céntrico hotel. Un ambiente encantador y moderno, con sofás blancos y mesitas azules minimalistas, en conjunción a la atmósfera que lo envuelve, para disfrutar de una tarde de picoteo y una copa de vino blanco mientras se observa la ciudad. La oferta gastronómica corre a cargo del chef Marcos Granados, siempre dispuesto a sorprender a sus comensales, y está tan cuidada como su carta de bebidas o la propuesta musical -del nu-disco al deep house-, de sus DJs. Una vez al mes también organizan un ‘trendy market’ con firmas exclusivas para apasionadas de la moda.

La terraza del Hotel Molina Lario es perfecta para disfrutar de una tarde de charla y picoteo.

Átic de Palau Alameda, en Valencia (Carrer de l’arquitecta Mora, 2).

Este local de ocio gastronómico ejemplifica muy bien la efervescencia cultural y artística que vive la ciudad. La localización en sí es una declaración de intenciones. El edificio Alameda Palace cobijó a gran parte de la sociedad cultural valenciana de antaño y, ahora, bajo el nombre Palau Alameda ha vuelto a convencer a la nueva generación artística. Su propuesta se divide en tres escenarios: una luminosa sala de eventos, un club de música exclusivo y, el que nos ocupa, un fabuloso restaurante panorámico. El chef Nicolás Román dirige este espacio moderno y sofisticado, abierto al cielo de Valencia. Un universo gastronómico, con guiños a su histórica cerámica y plantas por doquier, en donde convive la cocina de mercado con la propuesta más cosmopolita. Para una comida especial con la familia o una cena inolvidable, la carta de Átic Restó mezcla raíces y vanguardia, desde anguilas del palmar a ceviche de corvina al curry. Mientras que Átic Bar -con tapas tradicionales, sandwiches de autor o ensaladas frescas-, es perfecto para practicar el afterwork o empezar la noche. 

En este universo gastronómico convive la cocina de mercado con la propuesta más cosmopolita.

D&C Beach Club, en Girona (Carrer Garbí, 6).

Por si la Costa Brava no fuese motivo suficiente para perderse, la terraza de D&C Beach Club es la razón definitiva para desconectar de la realidad. Alrededor de la piscina se extienden tumbonas y camas balinesas para tomar el sol, disfrutar de un buen libro o una distendida conversación. Las vistas a la Cala Fosca van acompañadas de una experiencia gastro original, con pescados frescos, carnes premium y postres caseros, propios de la cocina catalana. En la carta de bebidas, tampoco faltan vinos de la región, como Viña Esmeralda. Las uvas moscatel de este vino blanco maduran en un entorno igual de privilegiado, bajo la brisa del mediterráneo y el aroma de las rosas que rodean las viñas. 

La terraza de D&C Beach Club es un oasis de paz perfecto para desconectar de la realidad.

Terraza de El Balneario, en Málaga (calle Bolivia, 26).

Situada en un entorno único, esta terraza esconde décadas de historia. Los balnearios de los Baños del Carmen se inauguraron en 1918 y marcaron un antes y después en la vida cultural de la ciudad. Realizaban exposiciones de arte, pases de películas y fiestas en el jardín dignas del gran Gatsby. En estos terrenos también se acogió el primer torneo de tenis de la ciudad e incluso un campeonato de hípica nacional. Tras años de decadencia -esa decadencia con cierto romanticismo que solo adquieren edificios como este- el nuevo Balneario ha llegado para recuperar el esplendor de esa época. La terraza que se extiende frente al mar, entre columnas de blanco roto, se ha convertido en un punto de referencia entre la gente más cool de la ciudad. Su oferta gastronómica juega un papel muy importante en este aspecto, con una carta amplia de pescados, arroces a la brasa y por supuesto, sus famosos espetos. La cuidadosa selección de vinos se ha dejado en manos de expertos, que han elegido Viña Esmeralda para un maridaje perfecto.

La terraza de El Balneario se ha convertido en un punto de referencia entre la gente más cool de la ciudad.

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