¿Por qué se suicidió Jean Seberg?

El documental ‘Eternelle Jean Seberg’ indaga en la trágica muerte de la actriz que se transformó en icono en la película ‘Al final de la escapada’.

Cordon Press

Una muchacha de aspecto andrógino, cabello corto, camiseta 'New York Herald Tribune' y pantalones pitillo camina por los Campos Elíseos con un fajo de periódicos bajo el brazo mientras va gritando el nombre del periódico: “¡New York Herald Tribune!”. Acaba de nacer uno de los iconos del cine y de estilo del siglo XX. La secuencia pertenece a la película À bout de souffle (Al final de la escapada, Jean-Luc Godard, 1959). La protagonista es una joven actriz americana llamada Jean Seberg. Tiene 21 años.

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Una muchacha de aspecto andrógino, cabello corto, camiseta 'New York Herald Tribune' y pantalones pitillo camina por los Campos Elíseos con un fajo de periódicos bajo el brazo mientras va gritando el nombre del periódico: “¡New York Herald Tribune!”. Acaba de nacer uno de los iconos del cine y de estilo del siglo XX. La secuencia pertenece a la película À bout de souffle (Al final de la escapada, Jean-Luc Godard, 1959). La protagonista es una joven actriz americana llamada Jean Seberg. Tiene 21 años.

Treinta cinco años después de su desaparición, el documental Jean Seberg Eternelle de la realizadora francesa Anne Andreu, profundiza en la figura de la actriz que acabó convirtiéndose en la imagen de la Nouvelle Vague y de la modernidad cinematográfica. Una estrella, rebelde y apasionada, que no quiso amoldarse a las servidumbres de la industria de Hollywood. Una historia de amor y tragedia señalada por una vida en combate sin tregua entre la realidad y el deseo, en la búsqueda de un equilibrio imposible.

Fotograma de la película ‘À bout de souffle’.

Descubierta por el realizador Otto Preminger, un director conocido por su tiranía con los actores, Jean Seberg con apenas 17 años es la elegida (en un casting de 18.000 aspirantes) para protagonizar la vida de Juana de Arco. Aunque las críticas a la película no son muy favorables, Preminger ha intuido el magnetismo y poder de seducción que proyecta el rostro angel face de la joven actriz y la compromete para su nueva producción, ni más ni menos que trasladar a la pantalla la primera novela de una precoz escritora francesa llamada Françoise Sagan. La obra, Bonjour Tristesse, se ha convertido en un gran éxito editorial, el relato en primera persona de una adolescente burguesa cuya actitud amoral escandaliza a los estamentos más conservadores.

Seberg se mete en la piel de Cecile, la heroína literaria de Bonjour Tristesse, esa joven que pone al descubierto algunos de los infiernos existenciales del alma adolescente. Una generación de jóvenes se identifica con esta mezcla de cinismo y amoralidad de la que hace gala la protagonista de la novela. Con su transgresión, sin sentimiento de culpa, de las normas morales que rigen el mundo de los adultos. Patricia, la otra heroína interpretada por Jean Seberg en À bout de souffle, también forma parte de esta nueva generación post-existencialista que como la Cecile de Bonjour Tristesse pasea su dulzura y hastío a este lado del paraíso y por las calles de Paris.

Imagen de la película ‘Bonjour Tristesse’.

Una vida de pasiones y tragedia

El documental Jean Seberg Eternelle recorre una buena parte de esta historia entre la ficción y la realidad a través de diversos testimonios, entre ellos, el del actor Clint Eastwood que viviría un breve romance con la actriz durante el rodaje de La leyenda de la ciudad sin nombre (Joshuan logan, 1969); el trayecto luminoso y sombrío de una vida quebrada cuyo aliento lírico nos sigue conmoviendo hoy. Después de varias tentativas de suicidio, la actriz ponía fin a su vida con una ingestión de barbitúricos. Su cuerpo aparece muerto en la parte trasera de un coche y envuelto en una manta la mañana del 30 de agosto de 1979 en una calle del barrio parisino de Passy. Una semana antes, había intentado suicidarse arrojándose a las vías del metro de París siendo salvada in extremis por un pasajero. Acababa de cumplir cuarenta años, pero su rostro mantenía esa dulzura angelical que había seducido a varias generaciones de espectadores.

Su ex marido, el escritor Romain Gary acusará al FBI como inductor del suicidio a causa de la depresión y las crisis nerviosas que sufría la actriz. La agencia americana de espionaje, en una campaña de desprestigio contra la actriz por su apoyo a los movimientos anti-apartheid y pro derechos civiles, había hecho propagar a principios de los años setenta el rumor de que se encontraba embarazada de un líder negro del movimiento radical Black Panthers. El hijo que espera la actriz en realidad es fruto de una relación que ha mantenido con un amante mejicano y nace muerto en una clínica suiza. El suceso marcará trágicamente el último tramo de su vida.

Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo en ‘À bout de souffle’.

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Como su personaje de la joven esquizofrénica de la película Lilith (Robert Rossen, 1964), uno de sus papeles más bellos interpretado junto a Warren Beatty, Jean Seberg caminará por el filo de la depresión y la locura a lo largo de una parte de su vida. Su encuentro con el diplomático y escritor Romain Gary – les separan más de treinta años- supone un choque amoroso fulminante. El escritor de origen ruso (novelista famoso, guionista y héroe de guerra) y la actriz, forman una pareja fascinante y extraña a caballo entre los dos continentes (entre los salones parisinos y las colinas de Beverly Hills). Gary queda atrapado por esa mujer-niña, por ese dulce rostro que como un escudo protector sirve de refugio para el espíritu inconformista de una joven criada en el puritanismo de la clase media americana. Una mujer que busca afirmarse en libertad, en la plenitud de una vida gozada sin barreras ni tabús. Un combate que finalmente acabará dejándole profundas heridas.

Roman Gary realizará las funciones de amante y 'pigmalion'. Intentará protegerla mientras su relación sentimental se va deteriorando. Como declarará después de su separación, la historia había acabado, entre otras cosas, porque ya no podía satisfacerla. Las aventuras extramatrimoniales de la actriz cada vez eran más frecuentes. Con el escritor mejicano Carlos Fuentes vivirá otro de sus romances más apasionado, descrito por el novelista en su obra Diana o la cazadora solitaria en una escritura de elevada temperatura erótica. El propio Gary también reflejará de una manera autobiográfica esta historia de pasiones y descensos a los infiernos. En su relato Los pájaros van a morir al Perú el personaje de Jean Seberg se transforma en una misteriosa mujer ninfómana atrapada por sus deseos sexuales en fase terminal a las orillas del Atlántico.

Imagen vía www.listal.com/

Después de su separación, la actriz y el novelista continuaran habitando en el mismo apartamento parisino, Gary, intentará ayudarla colaborando económicamente en la producción de algunas películas, pero para entonces (década de los setenta) la carrera de Seberg había perdido buena parte de su esplendor. Sólo un director visionario como Philippe Garrel sabrá extraer en este tramo final de su vida un retrato conmovedor y electrizante en su película Les hautes solitudes (1974). Romain Gary, por su parte, pondrá fin a su vida, un año después (1980) de la desaparición de la actriz, disparándose un tiro a la cabeza. En su elegante nota de despedida rogaba que su muerte no se asociara a la de Jean.

Jean Seberg, con su jersey marinero y sus gafas de sol en À bout de souffle, impuso el cliché de la nueva ola juvenil. Su cabello corto de muchacho – copiado unos años después por Mia Farrow en La semilla del diablo– señalaba ese doble aspecto de modernidad y transgresión. La actriz y su personaje marcaban el fin de una era de la moda, encorsetada y dictada por los adultos, y el comienzo de otra, libre y urbana, de ese estilo “nueva ola” como el movimiento cinematográfico que tomaba las calles de Paris. Jean Seberg fijaba ese estilo y ese momento en que la juventud es la marca y la moda el proyector de ese espíritu de libertad. Un icono que después de medio siglo, sigue irradiando su belleza inmortal.

Jean Seberg, 1970.

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