Mi pareja está a 10.000 kilómetros: ¿cómo mantengo la pasión?

Hacer cosas juntos (y también separados) o no caer en los chantajes sentimentales son algunas de las pautas que recomiendan los expertos para que la relación sobreviva.

Natalia Tena, cenando a distancia con su pareja, en una escena de '10.000 km'.Cordon Press

Aunque tendamos a pensar que el paro y la falta de oportunidades laborales en nuestro país han hecho proliferar este tipo de uniones, lo cierto es que siempre han existido. Primero se iba a las Américas, luego se escapaba de la guerra o del hambre de la postguerra y en los años 60 y 70 los españoles emigraban a Alemania y Suiza. Las cosas no han cambiado mucho, solo que ahora a este deporte nacional se le llama ‘movilidad laboral’.

Si bien, no todas las parejas separadas por la distancia se derivan de la necesidad de ganarse las lentejas, allá donde quiera que esto sea ...

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Aunque tendamos a pensar que el paro y la falta de oportunidades laborales en nuestro país han hecho proliferar este tipo de uniones, lo cierto es que siempre han existido. Primero se iba a las Américas, luego se escapaba de la guerra o del hambre de la postguerra y en los años 60 y 70 los españoles emigraban a Alemania y Suiza. Las cosas no han cambiado mucho, solo que ahora a este deporte nacional se le llama ‘movilidad laboral’.

Si bien, no todas las parejas separadas por la distancia se derivan de la necesidad de ganarse las lentejas, allá donde quiera que esto sea posible, si que podría decirse que la mayoría de los romances que no viven bajo el mismo techo tienen su origen en el campo laboral. Podemos mudar de país, idioma, clima y hasta religión en aras del amor, pero no podemos abandonar un puesto de trabajo mínimamente interesante, porque es posible que nunca más volvamos a encontrar otro.

En el modelo de relación ‘Tú a Boston y yo a California’ es importante distinguir dos tipos de parejas, como apunta Carme Sánchez, psicóloga clínica con máster en sexología y codirectora del Institut Clínic de Sexología de Barcelona, “están las que han vivido siempre juntas y, por diversas razones, deben separarse y las que han iniciado su relación estando ya en lugares distintos. Este el caso, por ejemplo, de dos personas que se conocen en un congreso o en vacaciones y cada uno tiene su vida montada en un lugar diferente. En el primer ejemplo, la pareja tendrá que reorganizar su relación, aprender a vivir de forma separada. En el segundo, lo difícil viene a veces cuando se juntan y deciden compartir el mismo techo. Algo que, por muy enamorados que estén, no siempre es fácil”.

Los amantes separados deberían hacer un monumento a la tecnología, las redes sociales, Skype y WhatsApp; ya que les permiten estar en contacto a cada momento sin gastarse un euro. Créanme, yo también estuve en el pellejo de los protagonistas de la película 10.000 km (2014) –una pareja que vive en Barcelona y en la que ella consigue una beca de un año en Los Ángeles–, mejor dicho, yo estuve en peores condiciones porque lo mío duró más que 12 meses y contribuyó a empeorar notablemente mi economía, entre los recibos de teléfono y los billetes de avión. Lo que me llevó a formular la siguiente regla: las relaciones a distancia son para ricos. Dicho esto, hay aspectos que se pueden cuidar para que la cosa dure y trascienda lo máximo posible, en el tiempo y el espacio.

¿Hay que tener fecha de caducidad?  

Los expertos sostienen que la separación sin fecha límite es un escollo difícil de bordear en las relaciones a distancia porque no se ve la luz al final del túnel y la gente acaba desertando en aras de una mejor perspectiva. Es fácil estar un año separados, sabiendo que el tiempo corre a nuestro favor, pero muchos ven casi imposible permanecer en una relación en la que no se sabe cuándo se podrá por fin compartir cama –probablemente para limitarse a dormir en ella–, pelear por el momento más adecuado para poner el edredón cuando llega el frío, discutir por la propiedad del mando a distancia o por quién debe hoy lavar los platos. Personalmente opino que la mayoría de las relaciones, al igual que los electrodomésticos y aparatos tecnológicos, vienen ya con una fecha de obsolescencia programada, que nosotros podemos adelantar debido al mal uso, pero muy pocas veces atrasar.

Yo más bien diría que es cuestión de caracteres, los hay que quieren saber el futuro y los hay que prefieren no saberlo. Yo, visto como están las cosas, y para mi tranquilidad mental, prefiero ingresar en el segundo club.

Huir del escepticismo y tener planes comunes

Como apuntaba en un artículo de la revista Bustle, el coach en relaciones –la profesión del futuro–, Chris Armstrong, “el enemigo número uno de las parejas a distancia es el escepticismo”. Aquellas que dicen ‘vamos a probar’, sin mucha fe en los resultados del experimento, son las que primero descarrilan al encontrarse con una curva demasiado pronunciada. Hay que estar muy convencido, muy enamorado y tener proyectos conjuntos de futuro para afrontar inviernos en solitario, esperando que llegue la ansiada fecha del vis a vis; porque de lo contrario, uno tirará la toalla al primer round.

“Todas las parejas tienen que pactar cosas y llegar a acuerdos pero yo diría que en el caso de las relaciones a distancia esta tarea es todavía más imprescindible”, afirma Carme Sánchez, “porque la ausencia de contacto, imprescindible para construir la relación, pueden dar lugar a muchos malentendidos. Es imprescindible la honestidad y confianza, y también es muy importante olvidar el estereotipo que todos tenemos de lo que es una ‘pareja normal’, si no queremos caer en la frustración. No hay parejas normales, cada pareja es un mundo y ella misma debe dibujar su universo, con la situación que tiene y las herramientas de que dispone”.

Hacer cosas juntos (y también separados)

Cenar juntos, ver una película o serie de televisión sincronizados, jugar a las damas o al ajedrez, leer el mismo libro, bailar o tener sexo a distancia son cosas que ya pueden hacerse gracias a Silicon Valley. Algo impensable para los emigrantes que pasaban largas temporadas sin poder ver, ni siquiera hablar con su media naranja. Actividades que unen, crean complicidad y temas de conversación.

En una relación a distancia el que se va a un lugar nuevo parece que, a primera vista, es el que juega con ventaja, ya que los retos de vivir en un sitio distinto lo mantienen entretenido y con la mente ocupada, pero no siempre es así. “Yo diría que depende de la personalidad del individuo”, puntualiza Sánchez, “porque los hay a los que estas tareas les resultan gratificantes y lo ven como un reto, un sano desafío; pero los más tímidos o introvertidos pueden verlo como algo estresante y añorar la rutina o cotidianeidad de su lugar de origen. En cualquier caso, el hecho de tener pareja no debe hacer que la persona viva solo esperando el momento en el que conectarse por Skype para poder hablar con el otro. Debe hacer su propia vida, salir y conocer gente. Esto no solo servirá para integrarlo y mantenerlo entretenido, sino para evitar sentirse muy frustrado, si la relación acaba, por haber dedicado tan poco tiempo para si mismo”.

No urdir y no caer en chantajes sentimentales

Carmen, 36 años (Vigo), pasó algunos años de su vida en Berlín, tras ser despedida de su empleo. A pesar de que había empezado una relación, decidió seguir con la idea de irse a Alemania porque quería aprender el idioma, necesitaba cambiar de escenario y allí era más fácil encontrar trabajo.

“Al principio lo pasé muy mal porque no hablaba nada de alemán, no conocía a nadie y todo era muy duro”, cuenta Carmen, “pero con el tiempo, y a medida que mi lenguaje mejoraba, fui encontrando mejores trabajos. Casi siempre era yo la que iba a España a ver a mi novio porque él vivía solo y yo compartía casa con otras personas, y también porque mi trabajo era más flexible que el suyo. Tras tres años así, él empezó a decirme que me volviera a Galicia, que me echaba mucho de menos y que si seguíamos así la relación acabaría. Yo por fin estaba empezando a disfrutar de mi estancia en Berlín, tenía un trabajo mejor pagado, algunos amigos, empezaba a hablar el alemán con cierta soltura y no me gustaba mucho la idea de volver, aunque tampoco quería quedarme para siempre. Tanto insistió que volví a España. Dos años más tarde rompimos y yo todavía me pregunto qué hubiera sido de mi vida si me hubiera quedado más tiempo en el extranjero”.

“En casi todas estas relaciones hay siempre alguien que tira del otro; que trata, subliminalmente, de imponer su voluntad pero no es nada aconsejable que esto ocurra. Nadie debería sacrificar su futuro o proyección profesional en aras del otro, ni hacer cosas que realmente no quiera hacer porque más adelante esto puede pasará factura. Casi siempre lo hace”, señala Carme Sánchez.

Visitas: no hay que reducirlo todo al sexo

A simple vista puede parecer que el escollo más grande para que una relación dure es el sexo, mejor dicho, la falta de este importante ingrediente, pero no siempre es así. Lo que abunda en una relación a distancia es el deseo, las ganas de estar con el otro y puede que este impulso dure más o se mantenga más fuerte que en otras uniones, debido a la distancia.

Claro que si las visitas se espacian demasiado se puede tocar el lado contrario y llegar a un desinterés por falta de aliciente. Para Carme Sánchez, “los momentos en los que la pareja está junta son muy importantes y no hay que distanciarlos demasiado. Las ganas acumuladas durante tiempo pueden crear también mucho estrés y ansiedad, grandes expectativas que si no se ven cumplidas, llevan al desencanto. Cuando una pareja que está separada pasa algunos días junta espera que el sexo sea maravilloso, que todo vaya a la perfección, se pretenden hacer mil cosas en un solo día y hablar de todo lo que se tenía pendiente. Y a veces eso no ocurre. Puede que ella tenga la regla, que él sufra un gatillazo, que haga muy mal tiempo y no se pueda salir del hotel y que nadie quiera sacar temas importantes a la mesa para evitar discusiones. Algunos quieren pasar el día en la cama y otros añoran algo más de romanticismo. Es importante tener en cuenta que no somos perfectos, relajarse y no tener miedo a hablar de lo que sentimos o de temas profundos. Cualquier cosa mejor que el silencio o marcharse con la sensación de no haber sacado lo que uno llevaba dentro”.

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