Pantelaria, la isla siciliana secreta favorita de Armani
La bautizada como ‘perla negra del Mediterráneo’ ha cautivado al diseñador o a la actriz Caroline Bouquet. Esta es la guía para disfrutarla.
Cuando Truman Capote escribió aquella frase mítica de que «es mejor mirar hacia el cielo que vivir en él”, probablemente lo haría pensando en los placeres terrenales desde algún rincón de Pantelaria (en italiano Pantelleria). La pequeña isla siciliana, a pocas millas de Túnez y de la que el escritor destacó su “belleza escalofriante”, –como un náufrago que tiembla incluso ante las olas tranquilas, que diría Ovidio–, se constituye de la parte emergente de un volcán y sus paisajes negros de la costa le han otorgado el apodo de “la perla negra del Mediterráneo”. Un entorno poco i...
Cuando Truman Capote escribió aquella frase mítica de que «es mejor mirar hacia el cielo que vivir en él”, probablemente lo haría pensando en los placeres terrenales desde algún rincón de Pantelaria (en italiano Pantelleria). La pequeña isla siciliana, a pocas millas de Túnez y de la que el escritor destacó su “belleza escalofriante”, –como un náufrago que tiembla incluso ante las olas tranquilas, que diría Ovidio–, se constituye de la parte emergente de un volcán y sus paisajes negros de la costa le han otorgado el apodo de “la perla negra del Mediterráneo”. Un entorno poco intervenido, algo cada vez menos común en las islas del Mediterráneo, que combina el azul profundo del mar, el negro de la tierra y el verde de sus viñedos en el interior de la isla. Pantelaria tiene el encanto de un corazón deshabitado.
No es casualidad que el diseñador Giorgio Armani haya ubicado allí su refugio veraniego en el que pasar sus días, y las aguas por las que navegar con su mega yate; o que la actriz Caroline Bouquet, hoy suegrísima de Carlota Casiraghi, se enamorara de un rincón de viña en el interior de la isla y dedique sus días a cultivar con métodos ancestrales su propio vino, llamado Sangue d’Oro. Incluso se rumoreó que la mediana de los Casiraghi contraería su reciente matrimonio con el hijo de Bouquet entre estos viñedos, cuando visitaron la isla el verano pasado.
Sus paisajes llegaron a la gran pantalla con la película A Bigger Splash, el remake del clásico de los sesenta, La Piscine, donde Romy Schneider y Alain Delon se debatían en un tórrido drama en la costa francesa. La película que protagoniza Tilda Swinton, enfundada en la colección de Raf Simons para Dior, recupera esa tensión sexual y la intriga del film original, en una de las villas (o damusso, que es como se les llama a estas edificaciones de arquitectura vernácula) que ahora se alquila a los refinados turistas que visitan la isla. Las antiguas construcciones árabes de piedra volcánica y techos abovedados, para favorecer la recogida del agua de la lluvia, se distribuyen casi bajo el “efecto sorpresa” integrándose en el paisaje volcánico. Y todo eso rodeado de viñas, olivos en forma de arbustos, alcaparras, higueras e higos chumbos. Cada damusso (en plural damussi) tiene su propio giardino arabe, una edificación circular construida de la misma piedra volcánica, en cuyo interior los árabes cultivaban los cítricos para protegerlos del viento. A día de hoy los autóctonos conservan esta tradición de los jardines amurallados, convirtiéndose en una práctica habitual entre los residentes.
La gastronomía en tierras sicilianas es siempre garantía de disfrute, pero si además se le añade la influencia tunecina –por proximidad y por los siete siglos que estuvo invadida la isla por los árabes– la mezcla es apoteósica. Es una cocina sencilla, sin pretensiones: marisco, pistachos, alcaparras, chuscas o gambas rojas que ponen la guinda a cualquier plato de pasta.
¿Qué visitar?
En el interior de la isla, conocida como la Llanura de Ghirlanda, hay un valle de viñedos que se extiende kilómetros a la redonda, con una producción de vino blanco y vino dulce muy parecido al que se produce en Lanzarote. Aunque a diferencia de éste, salvo las cepas centenarias, el resto no se cultiva en hoyos, sino a ras de la tierra. El vino de pasas o de passito, como lo llaman los italianos, suelen ser blancos dulces a muy dulces, parecidos en densidad y dulzor al Sauternes.
Muchas de las bodegas de la llanura organizan catas a la hora del aperitivo italiano, para contemplar la puesta de sol con música en directo, como l’Officina di Coste Ghirlanda, un espacio de catas en mitad del valle.
La visita al lago di Venere se ha convertido en paso obligado y uno de los protocolos de la isla es bañarse en sus aguas turquesas y embadurnarse en el lodo que generan las aguas estancadas. Es el reclamo para los instagrammers que visitan la isla y la bajada por la carretera con vistas hacia el lago es una postal para almacenar en el recuerdo.
El acceso a las mejores calas de Pantelaria es más fácil por la costa. La bajada a pie es algo más costosa pero posible con un buen calzado. Una de las mejores calas es la Balata dei Turchi, un enclave paradisiaco al este de la isla, de aguas cristalinas y piedra blanquecina. La carretera de curvas acentuadas que recorre desde la costa este hasta el sur es una de las mejores vistas sobre la isla.
¿Dónde dormir?
El hotel Club Levante es uno de los suficientes motivos para viajar hasta Pantelaria. Un conjunto de damussi recuperados y reinvertidos en habitaciones independientes, con vistas a la cala Elefante, una de las mas emblemáticas de la isla. Tiene un pequeño restaurante con una terraza encantadora, como su dueño, en la que disfruta de buenas vistas al mar.
En los alrededores del pueblo de Rekhale, al oeste de la isla, desde donde se avistan las mejores puestas de sol, se ubica el damusso B&B Le Mareddre. Una opción algo más económica que regenta un matrimonio del norte de Italia que cultiva productos autóctonos que ofrecen en el desayuno a los huéspedes, como las mermeladas caseras de uva de sus propias cepas.
¿Dónde comer?
Il Principe e il Pirata es el restaurante favorito del diseñador Giorgio Armani, ubicado en la costa este de la isla. Es una típica hosteria italiana, perfecta para comer o cenar, de mesas sin mantel y con vistas al mar, donde reciben con amabilidad al poco turismo que hay en la isla.
Al oeste de la Pantelaria se ubica el pueblo costero de Scauri. Junto al pequeño puerto pesquero se encuentra el chiringuito Kayà Kayà donde se concentra la gente guapa de la isla a la hora del aperitivo italiano para disfrutar con un Spritz de la puesta de sol con buena música. Y si aún quedan ganas de cenar, el restaurante Altamarea al que se puede subir caminando desde el puerto, es un local moderno con vistas a la costa tunecina. La pasta con la salsa de las cabezas de gambas rojas, es un deleite para los sentidos.
La Nicchia es un restaurante en la carretera que baja hacia el puerto de Scauri, uno de los mejores de la isla con un vistoso giardino arabo para cenar al aire libre en su interior y degustar la mejor cocina pantesca.