Alicia De Larrocha, la desconocida historia de la pianista catalana que ganó 4 grammys
El festival In-Edit proyecta ‘Las manos de Alicia’, el documental biográfico de la niña prodigio que se convertiría en figura clave de la música clásica del siglo XX.
«¿Cómo puede ser que no se haya hecho nada sobre una mujer tan potente, un personaje tan importante para el público en general?». Esto es lo que se preguntaron las cineastas Yolanda Olmos y Verònica Font cuando un día, grabando para un proyecto en la academia Marshall de Barcelona –la misma que creó Enrique Granados–, se toparon incesamente con el pequeño rostro de una joven morena y menuda en multitud de fotografías y documentos. Se trataba de Alicia De Larrocha (1923-2009), discípula de Frank Marshall, niña prodigio del centro que se convertiría en la pianista española más t...
«¿Cómo puede ser que no se haya hecho nada sobre una mujer tan potente, un personaje tan importante para el público en general?». Esto es lo que se preguntaron las cineastas Yolanda Olmos y Verònica Font cuando un día, grabando para un proyecto en la academia Marshall de Barcelona –la misma que creó Enrique Granados–, se toparon incesamente con el pequeño rostro de una joven morena y menuda en multitud de fotografías y documentos. Se trataba de Alicia De Larrocha (1923-2009), discípula de Frank Marshall, niña prodigio del centro que se convertiría en la pianista española más trascendental del siglo XX.
Conocida como Lady Mozart por su maestría al interpretarlo, la barcelonesa dio su primer concierto a los seis años en la exposición universal de Barcelona –su madre fue alumna de Granados, su tía profesora de piano–, a hacer giras por España a los nueve, por Europa a los 15 y dar el salto a EE UU con 24. Para cuando cumplió los 61 ya había ganado cuatro grammys, había sido elegida música del año en Nueva York (1982), condecorada con la Legión de Honor de la Orden las Artes y letras Francesas o ser nombrada doctora Honoris Causa de varias universidades de EE UU, donde la idealizaron (era una habitual del Carnegie Hall o del Lincoln Center de Nueva York) y desde donde comandaba una multitud de fans por todo el mundo.
Dos años después de toparse con las fotos de Alicia al piano, Olmos y Font proyectan este domingo en el festival In-Edit de Barcelona Las Manos de Alicia, un documental autoproducido (Doble Banda), con fotografía de Pablo García y coproducido por TVE y TVC (en la televisión catalana se emitirá el próximo 9 de noviembre, en Filmin estará disponible a partir del día 3 del mismo mes). Pese a que el proyecto coincide con la reciente publicación de biografía de la pianista a cargo de la periodista musical Mònica Pagès –Alicia de Larrocha. Notas para un genio (Alba)– y de que se haya abierto al público su fondo documental, las directoras todavía se sorprenden al comprobar cómo la figura de la pianista –que se hizo con dos premios Ondas y con el Príncipe de Asturias– es tan desconocida para el gran público. «Es algo que nos ha chocado mucho en lo pases privados del documental, cómo la gente termina de verlo y nos asegura de que no tenía ni idea de su existencia. Todo el mundo sabe quién es Pavarotti o Luis Cobos, pero muy pocos conocen auna de las figuras claves de la música clásica en nuestro país», lamenta Olmos.
Su documental sigue el ciclo vital de la artista, desde su niñez a su retiro a los 80 años, y combina entrevistas a conocidos y músicos amigos con un montaje paralelo en el que sus dos hijos, Alicia y Juan Francisco, viajan a Nueva York junto a su nieta para seguir el rastro del inmenso legado de una mujer autoexigente con su trabajo hasta el paroxismo. Una antidiva, como recalca la propia Olmos y multitud de fuentes en el documental. David Frost, encargado de producir la mayoría de sus grabaciones al final de su carrera, asegura que «su humildad no era una pose, era real. Ella sentía que tenía que llegar a una ideal con la música que se había marcado y que nunca parecía alcanzar».
Su estatura –apenas llegaba al metro y medio–, su aparente fragilidad, y el tener unas manos especialmente pequeñas nunca fueron handicap en su carrera. «Estiraba las manos incluso cuando no estaba tocando», recuerda su hija en la cinta. El director Gerard Schwartz destaca su maestría y el «hecho de que nunca sonora mecánica, de que sus ritmos fueran siempre sofisticados». Su soltura se podía comprobar hasta cuando se enfrentaba al Concierto para piano y orquesta número 3 de Rachmaninov, una pieza que para su época era impensable interpretar con unos dedos tan pequeños como los suyos. «Lo tocaba como si nada, de una forma tan romántica», apunta embelesado el director.
Ella bromeaba con su estatura: «Mi meta siempre fue hacer arte. Desde que nací he sentido la música. A mi madre y a mi tía, alumna de Granados, les horroziba que una niña tan pequeña se dedicase a esto y que eso fuera un detrimento para mi desarrollo. Quizá por eso no terminé de crecer», cuenta en una de las entrevistas de archivo del documental. En uno de sus conciertos en Manhattan, en el año 82, una conductora de televisión estadounidense la presenta «como una mujer de corta estatura pero gigante con el teclado». Basta con verla en el film interpretando a Manuel de Falla, Mompou o Chopin como para corroborarlo y para quedarse hipnotizado con su técnica.
Avanzada a su tiempo, su matrimonio con el también pianista Joan Torra supuso una auténtica revolución para la época. Él dejó su carera para que ella pudiese explorar su talento. Torra frenó su carrera y se puso a dar clases para sufragar los inicios de la pianista en EEUU. Cuando la carrera de la pianista despegó, él cuidó de sus hijos y los crió mientras ella pasaba seis meses al año de media al otro lado del charco. «Fue mi héroe, lo dejó todo por mí y se dedicó a mí, toda la vida», dice ella emocionada en una entrevista en los 80. Su hija, Alicia, lo sostiene: «sin mi padre no hubiese podido tener una familia, viajar y tocar. Él era su puntal». No hay lamentos sobre ausencias maternas en el film. «Mi madre era feliz con ser independiente, no con el hecho de dejarnos cada vez que viajaba», recuerda. Su biógrafa, Mònica Pagés, destaca en la cinta que De Larrocha era «una mujer de fidelidad extrema a su familia y a amigos». Olmos, directora del documental, lo corrobora: «Antes de que llegase el teléfono, escribía una carta diaria a su marido. Tenían un contacto continuo. Ella amaba a su familia, se preocupaba por si los niños comían bien o por cualquier problema de salud, se deesvivía por ellos».
Rodeada de estrellas como Montserrat Caballé o Dalí durante su carrera, los que la conocieron insisten en destacar dos viturdes: su virtuosismo al piano y su afabilidad con la gente. Pianistas, directores y alumnas la recuerdan como una persona «de energía positiva, cariñosa y generosa» o como una mujer «de la que la gente se enamoraba, era imposible no hacerlo».
Tras fallecer su marido tuvo la etapa más prolífica de su carrera. Seguía ensayando sin descanso en casa o en hoteles. En el piano de su casa de Sarrià, un modelo Stenway de cola, ponía mantas para insonorizar el ruido y no molestar a los vecinos. Su nieta recuerda cómo se tumbaba debajo de éste mientras ella ensayaba para dormir la siesta. «Me dormía mirandole los piececitos», dice. Sus manos, mientras tanto, obraban la magia.
‘Las manos de Alicia’ se podrá ver en el festival In-Edit de Barcelona el próximo domingo 29 de octubre y el jueves 2 de noviembre dentro de la programación del certamen. También estará disponible en In-Edit TV.