Los 15 minutos más intensos de Hugo Silva y Daniel Sánchez Arévalo
Director y actor presentan Hanky Panky, una comedia romántica de ciencia ficción que dura 15 minutos.
Una onza de ginebra, otra de vermú, un chorrito de fernet para contrarrestar lo dulce con amargor y, como remate, cáscara de naranja. Servir en un vaso de cóctel, muy frío. Así formuló la barmaid Ada Coleman, en el londinense hotel Savoy –allá por 1925–, el hanky panky, «una bebida con un lado pícaro que te despierta, te sacude un poco por dentro y, sobre todo, da mucho calorcito».
Describe la sensación el realizador Daniel Sánchez Arévalo, quien ha elegido este combinado para dar título a su debut en la escritura y dirección teatrales. Hugo Silva, su protagonista...
Una onza de ginebra, otra de vermú, un chorrito de fernet para contrarrestar lo dulce con amargor y, como remate, cáscara de naranja. Servir en un vaso de cóctel, muy frío. Así formuló la barmaid Ada Coleman, en el londinense hotel Savoy –allá por 1925–, el hanky panky, «una bebida con un lado pícaro que te despierta, te sacude un poco por dentro y, sobre todo, da mucho calorcito».
Describe la sensación el realizador Daniel Sánchez Arévalo, quien ha elegido este combinado para dar título a su debut en la escritura y dirección teatrales. Hugo Silva, su protagonista, también se estrena con este texto en el formato de microteatro del ciclo Tanqueray Stage: «He descubierto que, dentro de la profesión, lo que más me gusta es estar sobre las tablas, aunque paso mucha ansiedad, algo que no me ocurre en el cine o la tele. La siento justo antes de empezar una obra, pero en cuanto pronuncio la primera frase, ya no hay nervios. Se nota que el público juega a favor y viaja contigo».
Distintos lenguajes. Ambos coinciden en que, sobre el escenario, hay un pacto de lectura implícito con la audiencia. «Si te subes a una silla y dices que es un caballo, el público se lo cree. En el cine, tiene que haber un caballo», indica Silva. Por eso, lejos de la cotidianidad de películas como Primos o La gran familia española, Sánchez Arévalo se ha permitido jugar con la fantasía para lo que él define como «una comedia romántica de ciencia ficción». En ella, Silva encarna a un viajero temporal que conoce a una coctelera interpretada por Inma Cuesta. «He podido experimentar cosas con las que en cine no te atreves», dice el director. Quizá por eso ha contado con dos actores que no figuran entre sus habituales. «Me encanta cómo Dani crea los roles y los potencia. Soy fan de su cine. De ahí que la única condición que le puse para participar en esta obra fue que después tiene que contar conmigo en una de sus películas», explica Silva.
Para hablar de nuevos proyectos cinematográficos con Sánchez Arévalo hay que esperar; se ha tomado un descanso para poner en marcha esta obra y escribir un libro. «Necesitaba reflexionar en torno a la dirección que quiero seguir. Y la novela es una manera de hacer una pausa y continuar creando. Para mí no hay mejor modo de descansar que estar escribiendo», comenta.
Su estado creativo se mezcla con «el limbo» en el que, según insiste, se encuentra la industria: «Vivimos una etapa de gran incertidumbre. No tenemos modelos válidos reales para sacar adelante los proyectos. Necesitamos cambios. El primero, que se cree un marco legal para saber a qué atenernos. El Gobierno no ha hecho la ley de mecenazgo, nos están ahogando con el IVA… Es todo muy precario. Y eso está formando una gran bola de nieve. Aun así, continúan saliendo películas maravillosas, pero realmente estamos todos con el agua al cuello».
Lo apoya el actor madrileño, quien ha visto cómo la coyuntura ha frenado uno de sus últimos proyectos (2014 hijos de puta, de Enrique Urbizu): «Vivimos un momento convulso, raro, que nos ha sacado de la comodidad». Actor y director ofrecen su receta para quitarle amargor a la situación: «Que las entradas de las películas españolas sean más baratas que el resto ayudaría».