Llegar tarde
A muchas cosas importantes de la vida, o a la mayoría de cosas que se han convertido en fundamentales para mí, he llegado con retraso. He conocido a muchas de mis amigas más cercanas hace relativamente poco. Empecé a escuchar de verdada Taylor Swift a partir de su álbum 1989, decidí que me gustaba Nueva York después de muchos años enamorada de Londres y hasta hace unos meses pensaba que no me gustaba el mango. Y aunque recuerdo perfectamente el día en que murió el chef, escritor y personaje televisivo Anthony Bourdain –había quedado con un amigo que lo idolatraba y canceló nuestra cita– no fu...
A muchas cosas importantes de la vida, o a la mayoría de cosas que se han convertido en fundamentales para mí, he llegado con retraso. He conocido a muchas de mis amigas más cercanas hace relativamente poco. Empecé a escuchar de verdada Taylor Swift a partir de su álbum 1989, decidí que me gustaba Nueva York después de muchos años enamorada de Londres y hasta hace unos meses pensaba que no me gustaba el mango. Y aunque recuerdo perfectamente el día en que murió el chef, escritor y personaje televisivo Anthony Bourdain –había quedado con un amigo que lo idolatraba y canceló nuestra cita– no fue hasta el año pasado cuando leí por primera vez Kitchen Confidential. El relato canalla de Bourdain sobre la vida en las cocinas de los restaurantes neoyorquinos me hizo mucha compañía durante días grises. Quedé fascinada por su sentido del humor, su talento para escribir y la personalidad carismática. El libro me obsesionó, pero lo que realmente ocurrió es que al leerlo me enamoré de Bourdain, de Tony.
Me entregué con toda la energía a consumir cualquier intervención suya. Por suerte para mí, había mucho material disponible: sus programas de televisión, cientos de entrevistas, artículos, podcasts y varios otros libros que había escrito. Bourdain me parecía la tarde a las cosas. Tenía prisa por llegar y tenía prisa por irse –a los rodajes, a las relaciones, a las ciudades–. Pensar que llegas tarde a algo implica también estar siempre en la búsqueda del siguiente oasis en el que aterrizar.
Hace poco fui al cine a ver Roadrunner, el documental que el cineasta Morgan Neville ha hecho sobre la figura del autor y chef. En uno de los exóticos viajes deParts Unknown, aparece Bourdain en una piscina y lanza una pregunta a la cámara: «¿Qué es preferible, estar solo en un lugar horrible o estar solo en un lugar impresionante y no poder compartirlo?». Era una persona que orbitaba entre los extremos. Sus compañeros y amigos explican que él también sentía que llegaba tarde a las cosas. Tenía prisa por llegar y tenía prisa por irse –a los rodajes, a las relaciones, a las ciudades–. Pensar que llegas tarde a algo implica también estar siempre en la búsqueda del siguiente oasis en el que aterrizar.
Él mismo explica en Kitchen Confidential cómo llegó a la cocina casi por casualidad, buscando siempre la siguiente aventura. «Hasta entonces no tenía planeado ser cocinero profesional. Pero con frecuencia miro atrás, en busca de ese tenedor en mi ruta, tratando de adivinar en qué momento preciso tomé el mal camino y me convertí en buscador de sensaciones, en un sensual hambriento de placeres, siempre con el afán de provocar, divertir, aterrorizar y manipular. Siempre con el afán de llenar ese lugar vacío de mi alma con algo nuevo».
En los dos años que llevo en Nueva York he ido acumulando más referencias suyas, alimentando mi enamoramiento: libros de segunda mano, entradas de blog antiguas, visitas a restaurantes que él había pisado. Una noche de invierno volví a escuchar un episodio de podcast donde fue de invitado, que grabaron justo antes de la Navidad de 2016, y casi podía sentir que estaba en la mesa de al lado suyo, tomándome un cóctel en el bar Bemelmans del hotel Carlyle.
Al salir de ver Roadrunner me invadió una sensación parecida a la que tuve cuando leí su libro. Si hubiera llegado antes a Bourdain, pensé, quizá habría coincidido de alguna forma con él –podría haber ido a algún evento, presentación de libro, tal vez me lo habría cruzado en un speakeasy escondido de Chinatown–. Pero entonces recuerdo, como tantas otras veces, el epígrafe de la novela de mi amiga Laura Ferrero, un verso de Charles Simic:
«Tratamos a quien llega nuevo como si llegara tarde.
‘Haber llegado antes’.
No entendemos que en la vida
la gente llega cuando tiene que llegar».
* Leticia Vila-Sanjuán es editora y vive deseando que algún día su vida se parezca a una novela.