Opinión

Las brujas se ponen el chándal

¿La Ema de la película de Larraín es un ser admirable o totalmente atroz?

Quizá la imagen que más se retiene del personaje principal de Ema, la película del chileno Pablo Larraín, es la de una joven vestida como un bombero y con un lanzallamas entre las manos. Una bailarina que se dedica a incendiar coches y mobiliario urbano en lo que parece una performance que va más allá de lo artístico. Una imagen que resume la capacidad destructivo-creativa de un personaje abierto como pocos a la discusión. Ema es una mujer fuego que también lo es de hielo. Yo, por ejemplo, me quedaría con cualquiera de los primeros planos de su protagonista, interpretada por la b...

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Quizá la imagen que más se retiene del personaje principal de Ema, la película del chileno Pablo Larraín, es la de una joven vestida como un bombero y con un lanzallamas entre las manos. Una bailarina que se dedica a incendiar coches y mobiliario urbano en lo que parece una performance que va más allá de lo artístico. Una imagen que resume la capacidad destructivo-creativa de un personaje abierto como pocos a la discusión. Ema es una mujer fuego que también lo es de hielo. Yo, por ejemplo, me quedaría con cualquiera de los primeros planos de su protagonista, interpretada por la brutal actriz Mariana di Girolamo, desafiando gélida al espectador con su cuestionable moral, su pelo de princesa de las nieves blanco-rubio, su aire punk y su chándal de pandillera.

La película, destacada como una de las mejores del pasado curso y que ahora se puede ver en el catálogo de los imprescindibles de Filmin, arranca con un retrato feroz de su protagonista, a la que conocemos de espaldas y perfil en un plano que sigue sus pasos por las calles del centro de Valparaíso junto a una asistente social que le reprocha su conducta de niñata mimada, irresponsable y cruel. Casada con el director de una compañía 12 años mayor que ella, personaje interpretado por el actor mexicano Gael García Bernal, Ema acaba de cometer una atrocidad imperdonable, ha devuelto a su hijo adoptado y la funcionaria encargada del caso le explica sin miramientos qué clase de personas hacen lo que ella ha hecho con su hijo Polo. Profesora de baile en un colegio, su conducta también es reprobada por otros profesores. Una mujer capaz de algo semejante no tiene derecho a ocupar un lugar en la sociedad.

Toda la película girará alrededor de ese punto sin retorno y cómo esta joven mujer se las ingeniará para renacer de sus cenizas. Un ejercicio de empoderamiento que incluye las orgías lésbicas, el reguetón y los nuevos modelos familiares.
En Ema las mujeres se comportan como seres tribales, brujas de colores fluorescentes capaces de conjurar sus deseos y perseguirlos. En una secuencia, Ema le pregunta a sus compañeras si lo que se dispone a hacer con su vida es o no correcto. Busca su aprobación porque ellas son el nuevo orden o, al menos, el único que a ella le importa. Según su director, la película pretendía reflejar a las nuevas generaciones de su país, aunque después de verla (está dirigida y escrita por hombres) cabe preguntarse si esas nuevas generaciones le resultan atractivas o directamente pavorosas, o ambas cosas a la vez

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