La revancha de las verduras feas

España, Reino Unido y Francia desarrollan varias iniciativas para impulsar la venta y consumo de verduras y frutas no estéticas.

Instagram/ @uglyfruitandveg

Hemos llevado la tiranía de la belleza tan lejos que durante décadas ha afectado incluso a frutas y verduras. Igual que mujeres de todo el mundo debían cumplir cánones de belleza incompatibles con la naturaleza humana, vegetales de todo el mundo debían cumplir cánones de belleza incompatibles con la naturaleza hortofrutícola. El paralelismo es tan sorprendente que si desde hace años vemos campañas y marcas luchando contra los estereotipos físico, ahora supermercados y emprendedores también luchan contra la discriminación de las piezas vitamínicas menos agraciadas, porque esas ...

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Hemos llevado la tiranía de la belleza tan lejos que durante décadas ha afectado incluso a frutas y verduras. Igual que mujeres de todo el mundo debían cumplir cánones de belleza incompatibles con la naturaleza humana, vegetales de todo el mundo debían cumplir cánones de belleza incompatibles con la naturaleza hortofrutícola. El paralelismo es tan sorprendente que si desde hace años vemos campañas y marcas luchando contra los estereotipos físico, ahora supermercados y emprendedores también luchan contra la discriminación de las piezas vitamínicas menos agraciadas, porque esas zanahorias con nariz, esas patatas con bultos o las peras con forma de zapato son igual de sanas que las que lucen perfectas en los estantes de las fruterías.

Este movimiento por las frutas y verduras feas es un fenómeno que comenzó hace unos años en Europa y al que han sumando grandes superficies como Eroski en España, Intermarché en Francia y varios supermercados británicos. Emprendedores de Portugal y startups afinacadas en San Francisco también se han sumado a la revancha de la belleza interior de los alimentos más saludables.

Según la FAO al año se desperdician 1.300 millones de alimentos y los números de las consecuencias de este derroche avergüenzan si se comparan con los de la malnutrición y la escasez de comida que sufre buena parte de la población mundial.

Aunque no solo se tiran alimentos frescos, en 2009 la UE levantó las normas estéticas que regían la forma, tamaño y color de las frutas y verduras cuya apariencia no tiene nada que ver con sus características y 2014 fue declarado el año contra el desperdicio: “en la época de nuestros abuelos esto no ocurría, nadie demandaba calabacines o plátanos perfectos y no existe ninguna diferencia entre una pieza fea y otra perfecta, las características nutricionales son idénticas, solo se trata criterios sobre la apariencia que contribuyen al despilfarro de comida. Para quien consume agricultura ecológica, por ejemplo, esa perfección externa no es importante”. Lo explica Mireia Barca, cofundadora de la plataforma Aprofitem els Aliments y fundadora de Espigoladors una empresa social que recupera la figura de quien busca tras las cosechas para ver qué queda en el campo que pueda aprovecharse. “Tratamos de unir tres ejes, luchar contra el despilfarro de comida, ofrecer productos sanos y saludables a personas en riesgo de exclusión social y dar oportunidades a estas personas”. Comercializan sus productos a través de la marca Es Im-Perfect y tienen muy claro su mensaje “todos tenemos imperfecciones pero vivimos en un mundo que nos obliga a ser perfectos y ocultarlas. A las frutas y verduras les ocurre lo mismo y nosotros queremos reivindicar la imperfección”.

Poco a poco, su mensaje va calando y Barca asegura que cada vez más personas con sensibilidad medioambiental y social eligen a las feas para contribuir a que el disparate de las frutas y verduras perfectas acabe de una vez: “Ya estamos en unos 120 puntos de venta y la acogida está siendo muy buena. La comida no puede tirarse y hay mucha gente que sabe que está comiendo un producto de calidad, artesanal y que además iba a acabar en la basura de no comercializarse de esta manera. Creo que nos espera un movimiento creciente en este sentido”, asegura. Sería un movimiento de gente bastante bonita, de esa que no juzga el interior por lo externo.

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