‘La cabeza a pájaros’, el debut literario de Marta Fernández-Muro, la actriz que dijo ‘no’ a Almodóvar

En su primera novela, la intérprete recuerda a su familia, llena de “personajes muy peculiares”.

Marta Fernández-Muro se ha alejado del cine para centrarse en la escritura.

“No estoy muy volcada en la actuación, me he aislado mucho. No solo por la pandemia, sino en general. Son ciclos de la vida, he sido actriz muchos años y ahora ejerzo menos”, explica Marta Fernández-Muro (Madrid, 1950). Sí se vuelca en escribir: “Cuando tenía siete años decía en casa: ‘De mayor quiero ser escritora y vivir en una buhardilla'”. En cine y series ha contado historias de otros –Arrebato, Volver a empezar, Laberinto de pasiones o la reciente Justo antes de Cristo– y ahora narra la de su propia familia en su primera novela, La cabeza a pájaros.

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“No estoy muy volcada en la actuación, me he aislado mucho. No solo por la pandemia, sino en general. Son ciclos de la vida, he sido actriz muchos años y ahora ejerzo menos”, explica Marta Fernández-Muro (Madrid, 1950). Sí se vuelca en escribir: “Cuando tenía siete años decía en casa: ‘De mayor quiero ser escritora y vivir en una buhardilla'”. En cine y series ha contado historias de otros –Arrebato, Volver a empezar, Laberinto de pasiones o la reciente Justo antes de Cristo– y ahora narra la de su propia familia en su primera novela, La cabeza a pájaros.

¿Qué historia de familias no deja de leer?
Me gusta mucho Habla, memoria, de Nabokov.

¿Por qué decidió contar la de la suya?
Siempre me ha chocado cómo eran, cómo actuaban, me parecían personajes muy peculiares.

¿La cabeza a pájaros o bien amueblada?
Para llevar tus asuntos de la vida normal, tener una cuenta en el banco, es mejor tener la cabeza sentada sobre los hombros, y para otras cosas como ser artista o disfrutar es importante tenerla a pájaros.

¿Marca ser la pequeña de cuatro hermanas?
Mucho. Se supone que eres consentida y mimada, pero pillas a los padres ya bastante desgastados.

¿Era una niña preguntona?
Nada. Oía, me desconcertaba casi todo, y no me atrevía a preguntar. Me quedaba con el runrún.

¿Y con los años eso ha cambiado?
Sigo teniendo muchos runrunes dentro… Ahora soy más preguntona, pero nada discutidora.

La suya era una familia de posibles, fundó la Perfumería Inglesa. ¿A qué olía esa fragancia?
Olía a gloria, me olía a mi madre. En mi familia tenían mucho gusto y categoría, si se hacían un retrato se iban a Franzen, que retrataba a la Casa Real.

La copla fue su banda sonora, ¿con cuál se identifica?
Me gusta mucho esa de “Torre de arena, donde mi vida quise encerrar…”. Y la de “Ni estoy viva ni estoy muerta, ni p’alante ni p’atrás”. Esas que están enamoradas de amores muy imposibles.

¿Cuál ha sido su mayor arrebato?
Creo que nací un poquito arrebatada; si algo me gusta disfruto con locura, y si no, lo paso mal. O me encanta o me hundo en un pozo.

¿Fue difícil pasar de ser una niña de las Esclavas del Sagrado Corazón a Queti, la hija incestuosa de Laberinto de pasiones?
No, yo quería vivir, conocer la vida, tenía un deseo de romper con ese pasado que era una mochila. Conformé una vida más parecida a lo que yo era. Tenía una mente libre, no era nada mojigata.

¿Se arrepiente de haberle dicho que no a Almodóvar después?
Ahora mismo no me arrepiento. Pero esto varía, como la Bolsa. Si hubiera aceptado no hubiera sido lo que soy, y estoy tranquila y contenta con lo que soy.

Ha cumplido su sueño de niña, es escritora, pero ¿vive en una buhardilla?
No, ya me he dado cuenta de que son frías en invierno y calientes en verano, pero en la casa familiar de El Escorial ocupo la parte de arriba. Ahora mismo estoy bajo las vigas de la buhardilla. Estoy aquí como un pájaro.

Portada de ‘La cabeza a pájaros’.dr

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