Juan Carlos Fresnadillo: «Hasta los treinta y pico años no podía dormir solo en una casa y con la luz apagada»
El director de ‘Intruders’ nos habla de la relación entre los miedos y su cine.
Soy una persona miedosa que no ve películas de miedo. Antes del pase de prensa de Intruders, me hicieron firmar en la productora un documento en el que me comprometía a no contar nada de la película en ningún medio ni red social hasta su estreno. Esto ya me daba miedo. Si a mis amigos les hiciera un comentario en Facebook sobre el film sería la cámara de mi ordenador se convertiría en un arma y sería aniquilada automáticamente. Lo firmé, vi la peli, cerré el pico y, aunque la última película de miedo que vi fue El Silencio de los corderos...
Soy una persona miedosa que no ve películas de miedo. Antes del pase de prensa de Intruders, me hicieron firmar en la productora un documento en el que me comprometía a no contar nada de la película en ningún medio ni red social hasta su estreno. Esto ya me daba miedo. Si a mis amigos les hiciera un comentario en Facebook sobre el film sería la cámara de mi ordenador se convertiría en un arma y sería aniquilada automáticamente. Lo firmé, vi la peli, cerré el pico y, aunque la última película de miedo que vi fue El Silencio de los corderos y juré no volver a sufrir en el cine, no me arrepiento de haber visto la última de Fresnadillo.
¿Por qué utilizar el miedo para contar una historia?
Porque el miedo a la verdad acaba generando monstruos mucho más terribles que la propia verdad. Cuando aparecen nuestros primeros terrores en la infancia, se construyen de tal manera que se quedan mucho tiempo dentro. Uno tiene que intentar sanar lo que ha sucedido en el pasado. Yo hasta los treinta y pico años no podía dormir solo en una casa y con la luz apagada.
Espero que se te haya pasado…
Bueno, rodando esta película he indagado mucho en mis miedos descubriendo unas cosas tremendas. Tenía que dormir con la luz del pasillo encendida porque estaba muy removido por dentro y volvió a aflorar este miedo.
Confirmé lo que ya sospechaba como que muchas de mis pesadillas, sobre todo una que he tenido durante mucho tiempo, sólo tenían que ver conmigo. Los guionistas hemos hablado mucho sobre nuestros miedos… y llegamos a la conclusión de que cada miedo refleja nuestras debilidades.
¿Algún otro miedo que arrastres?
Los fantasmas, que tienen que ver con gente que he conocido en mi vida y con el sentimiento de culpa que aun perdura en mi desde que estudié en un colegio de curas. Y todo el tema del demonio es algo que me aterra. Hablé con algunos exorcistas a la hora de enfrentarme a esta película y tuve que dejarlo, era superior a mi, lo pasé muy mal porque me contaban unas cosas tremendas. La resaca de las conversaciones que tuve con ellos me duró muchos meses.
De todas formas el miedo es una emoción universal que nos une a todos y las fórmulas para enfrentarse a él también. Por eso en la película quise exponerlo en dos culturas distintas como la española y la inglesa.
¿Qué diferencia haces entre miedo y terror?
Te lo explico con una escena. Estás solo en casa y oyes un ruido. El miedo es el análisis de la situación y la multitud de posibilidades que puede ser el ruido. El miedo te ayuda a construir una historia.
Opción A: Enciendes la luz y se va el miedo.
Opción B: Si enciendes la luz y hay algo, entonces sientes terror porque tus sospechas se confirman y estás en manos de algo que no puedes controlar que despierta tu instinto de supervivencia.
En 28 semanas más tarde indagué sobre el terror y en Intruders sobre el miedo. La ficción es mi mecanismo de escape.
La familia, también es un tema muy recurrente tuyo…
Sobre todo el lado oscuro de la misma. La oscuridad que crea la consanguiniedad y los vínculos familiares. Cómo hay que limpiar estos vínculos para que las siguientes generaciones crezcan en armonía. Creo que estoy tan obsesionado porque no he creado una. La mía ha sido un poco complicada, pero cuando decida abrazar a una familia, va a haber una parte de mi que se va a tranquilizar y abordaré otro tipo de temas.
¿Por qué empezaste a hacer cine?
Mi padre no quería que yo estudiara cine, quería que fuera abogado porque era la carrera que él no estudió. Se pasaba todo el día leyendo novelas en vez de los apuntes. En todas las reuniones familiares él llevaba una cámara de Super 8 y estaba rodando todo el día. Recuerdo con especial cariño cuando llegaban los paquetes de Kodak y empezaba el rito, con ese olor de las bobinas, esperar que llegara la noche para desplegar la pantalla en el salón, a oscuras y el ruido del proyector: ra ta ta ta ta.. Desde entonces supe que quería dirigir películas.
La cámara de mi padre era intocable hasta que en un viaje a Londres se la pedí y rodé mi primera película. Tenía 16 años y me fui. Estaba el tele puesto todo el rato y yo no tenía ni idea de nada, así que rodaba como miraba. Cuando llegaron las películas y las pusimos en casa, mi padre me dijo que si para eso me había dejado la cámara. Estaba todo desenfocado. Pero es curioso como el estilo es como el de 28 semanas.
Esto fue en el año 84, un año después falleció así que la única película que vio mía no le gustó nada. En ese sentido la familia tiene mucho que ver con mis miedos pero también con las mejores cosas que he hecho.
Dame un remedio para el miedo
Si el miedo empieza a ser algo grave, recomiendo psicoanálisis. Cuando estaba haciendo terapia (algo que siempre me ha parecido muy sano y productivo) empecé a indagar sobre uno de mis mayores miedos: despertarme en mitad de la noche y que haya alguien en la esquina de mi habitación observándome. Con ayuda de la terapia entré en trance, me levanté de la cama, me acerqué a la esquina y descubrí que había un niño muy asustado allí en el rincón, y que era yo.
Estaba escribiendo Intruders y fue una clave para hacer el guión. Los fantasmas que te atacan siempre eres tú mismo. Así que el psicoanálisis es un buen quitamiedos para descubrir que parte de ti anda por la casa asustándome.
¿Y en las habitaciones de hotel?
Pues nunca lo había pensado pero en las habitaciones de hotel nunca he pasado miedo, porque en un hotel no eres tú, hasta que estás ya un par de semanas y lo haces tu casa.