Greta Bellamacina: «La poesía es el arte para tiempos tristes, una esperanza para romper la soledad»
Poeta, actriz, directora, modelo y editora, nos abre las puertas de la casa-estudio que comparte con su marido, Robert Montgomery, y sus dos hijos en el barrio londinense de West Brompton.
Buscar y encontrar tu voz y tu lugar en el mundo es más fácil cuando formas parte de una familia numerosa. Eso cree Greta Bellamacina (Hampstead, Londres, 1990). La multifacética artista, poeta, actriz, directora, modelo, editora, es la segunda de cinco hermanos (uno mayor y tres pequeñas, ellas también artistas, Camilla, Cosima y Sylvie). Hijos de un músico y una académica, crecieron en un ambiente creativo y caótico. ...
Buscar y encontrar tu voz y tu lugar en el mundo es más fácil cuando formas parte de una familia numerosa. Eso cree Greta Bellamacina (Hampstead, Londres, 1990). La multifacética artista, poeta, actriz, directora, modelo, editora, es la segunda de cinco hermanos (uno mayor y tres pequeñas, ellas también artistas, Camilla, Cosima y Sylvie). Hijos de un músico y una académica, crecieron en un ambiente creativo y caótico. «Estábamos muy unidos, nunca venían amigos a casa, porque ya nos teníamos los unos a los otros. Siempre estábamos escribiendo, actuando…», recuerda de su infancia en el noroeste londinense. «Convivir con tantas personalidades en una sola familia te obliga a buscar tu lugar y creo que me forzó a encontrar mi voz más rápidamente», añade.
La encontró tan rápido que a los 16 años se marchó de casa. Después de aparecer junto a Camilla y Cosima como estudiantes Slytherin en Harry Potter y el cáliz de fuego (2005), Greta se instaló en Camden –«El barrio donde puedes hacer lo que quieras a cualquier hora, ir a cualquier pub y conocer a algún artista excéntrico y donde salir a tomar una copa termina en una aventura»– y estudió interpretación en la Royal Academy of Dramatic Art. Actuando abrió su coraza y sacó a la luz la poesía que llevaba ya años escribiendo. «Siempre me intrigó la paz que te da escribir y después la emoción de recitar en un escenario», cuenta emocionada desde Londres, en un soleado día que atraviesa el salón de grandes ventanales donde se ha instalado para esta entrevista vía Zoom.
Ahora, en sentido contrario, escribir la ha animado a llevar sus propias historias al cine. «Una película es como un poema», dice. Empezó con el documental The Safe House: A Decline of Ideas en defensa de las bibliotecas públicas y siguió con un corto sobre la hija de Ezra Pound y su debut en la ficción, Hurt by Paradise, estrenado en el mercado de Cannes el año pasado, donde levantó más titulares por denunciar que no la dejaron pasar con su bebé de cinco meses. Alice Oswald, Anne Sexton o Sylvia Plath son algunos de los nombres que da como sus primeras inspiraciones poéticas. En 2014 publicó su primer libro de poesías, Kaleidoscope, y se quedó entre los finalistas del Young Poet Laureate de Londres. Poco después conoció a su marido, el artista Robert Montgomery, un flechazo romántico y artístico con el que empezó a crear en la primera cita y con quien se casó vestida de rosa y con su amiga Florence Welch cantando en directo.
Juntos, Robert y Greta escribieron el libro de poemas Points for Time in the Sky (2016) («Cuando lo leo ahora no sé quién escribió qué», apunta) y en la misma época, inspirados por Virginia y Leonard Woolf, fundaron la editorial New River Press en el sofá de su casa y con una misión: publicar a nuevos talentos y recuperar nombres conocidos y censurados por su mensaje político, a los que pagan el 50% de los beneficios de las ventas. «Hoy la poesía vive un momento de renacimiento, pero hace cinco años todo este movimiento aún estaba solo en las lecturas de poesía a las que iba de noche. Así conocí a toda una comunidad de nuevos escritores que no conseguían que les publicaran porque ninguna editorial se arriesgaba con desconocidos». Entre sus lanzamientos, quizá el más popular ha sido Smear: poetry for girls, que Greta editó hace tres años para reunir a todas esas «poetas maravillosas de distintas partes del mundo que estaban escribiendo, desde el corazón, cosas muy reales». «Eran cosas que no había leído nunca y pensé que si las hubiera leído de joven, cuando empecé a escribir, me habría sentido más segura de abrir mi voz al mundo». Reeditado este año (ed. Andrew McMeel) en una versión más amplia, trata temas como el aborto o la maternidad. «Hay autoras jóvenes y otras más establecidas, quería una foto más amplia sobre qué significa ser una mujer, de cualquier edad, hoy», explica. «En la cubierta lo vendemos como el libro de poemas que una madre le compraría a una hija, pero que una hija también compraría a una madre».
Bellamacina escribe poesía personal y con corte social. Su último libro, Tomorrow’s Woman, es su visión de la maternidad, de la madurez. Para ella la poesía es «el arte para tiempos tristes, una esperanza para romper la soledad». Y eso explicaría por qué está volviendo con tanta fuerza. También se debe a que autoras como ella se han decidido a acercarla al mundo en otros formatos y medios, «sacarla del libro». Desde las redes sociales a actuaciones en directo y hasta en desfiles de moda. Greta ha sido poeta residente (como los dj) en el Hotel Chateau Marmont de Los Ángeles y Pierpaolo Piccioli, director creativo de Valentino, le encargó una serie de poemas para la colección otoño-invierno 2019-2020 que imprimieron en el libreto de aquel desfile y cosieron a algunas prendas de esa temporada. «La moda va sobre identidad, es otra forma de expresarse y si juntas dos medios artísticos puedes explicar mejor lo que sientes, transmitir una utopía», explica.
La moda no es algo del pasado para Greta. «Es un color más en la paleta creativa de mi vida», define. La descubrieron por la calle y ha trabajado como modelo abriendo para Stella McCartney o posando en publicaciones internacionales y para amigas diseñadoras, como Susie Cave (mujer de Nick Cave) y su marca The Vampire’s Wife. En las fotografías de estas páginas posó para su marido, Robert Montgomery, durante el confinamiento, en su casa-estudio en West Brompton («El contrario a Camden, nada pasa aquí y esa paz me gusta»), un lugar al que se mudaron hace dos años y que pertenecía al yesero de la reina. «Está lleno de detalles en el techo, las paredes, tiene una columna dórica en mitad del jardín», cuenta. «La casa está llena de arte, obras de Rob, y otros de mis artistas favoritos, como un cuadro de Faye Wei Wei que encargué como regalo a Robert inspirado en el día de nuestra boda y que está encima de nuestra cama», enumera. «O el dibujo y carta de amor originales de Sylvia Plath a Ted Hughes, que ella dibujó en su luna de miel y me compré con mi primer cheque». La casa era perfecta para alojar ese universo de arte y familia en el que viven con sus hijos Lorca (por el poeta), de 4 años, y Lucien, de 18 meses.
Allí rodaron, tres semanas antes de la covid, la segunda película producida por la pareja con su productora Sulk Youth, Venice at Dawn, protagonizada también por ella. «Había 50 personas aquí y estaba todo patas arriba», se ríe. Su casa es la representación de cómo entiende el arte, la familia y la maternidad. Un caos armónico en el que sus hijos forman parte de su arte y del que solo escapa para escribir poesía «rodeada de gente pero en silencio», como en la London Library. Su hogar es un caos creativo como en el que ella creció. «Pensaba esto recientemente: les guste o no están dentro de este reino de creatividad desde que nacieron. Lorca sale en Hurt by Paradise, por ejemplo. Fue una decisión práctica. Si no llega a salir en la película no podría haber pasado ese tiempo con nosotros. Es bonito compartir estas experiencias, espero que les interesen y sean felices», dice. «Después, ya veremos si son artistas… o fontaneros».