Fuera del objetivo
De la unión de tres construcciones esenciales e irregulares nace la casa del fotógrafo de moda Juan Manuel Ferrater. El autor es su hermano, el arquitecto Carlos Ferrater; su inspiración, un cuadro de Picasso.
Entre huertas y frutales, 51 palmeras washingtonias nos guían desde el mar hasta la casa de este expresionista de la imagen, uno de los pilares de la fotografía de moda en nuestro país desde los años 70. «En el origen fue la fuerza… luego llegó el proceso intelectual. Pero si no hay un alto grado de emoción, las fotos no dicen nada», explica. Lo mismo le ocurre en relación con sus tres hogares –en Barcelona, en Empordà y, esta última, en Las Casas de Alcanar– de los que se manifiesta perdidamente enamorado.
«Cuando compramos el terreno había al fondo una barraca y un pozo. No se pod...
Entre huertas y frutales, 51 palmeras washingtonias nos guían desde el mar hasta la casa de este expresionista de la imagen, uno de los pilares de la fotografía de moda en nuestro país desde los años 70. «En el origen fue la fuerza… luego llegó el proceso intelectual. Pero si no hay un alto grado de emoción, las fotos no dicen nada», explica. Lo mismo le ocurre en relación con sus tres hogares –en Barcelona, en Empordà y, esta última, en Las Casas de Alcanar– de los que se manifiesta perdidamente enamorado.
«Cuando compramos el terreno había al fondo una barraca y un pozo. No se podía gestionar la licencia de obras, así que pensamos en hacer unas barraquitas en madera, como unos palafitos». Su hermano, el multipremiado arquitecto Carlos Ferrater –Premio Nacional de Arquitectura 2009– realizó un proyecto. «Ese año cogí en Borneo una barcaza con tripulación y visitamos madereras con la intención de traer palo-hierro para construir, pero me di cuenta de que lo que hacían allí era una deforestación salvaje. Al mismo tiempo declararon urbanizable el terreno, es decir, que podíamos conseguir licencia de obras y construir lo que quisiéramos». El arquitecto no cambió el proyecto, simplemente decidió hacerlo en hormigón.
En dos años y medio de trabajo la casa vivió distintas fases: plantar las palmeras, construir la plataforma con una elevación de 50 centímetros sobre terreno pantanoso y, finalmente, disponer los tres volúmenes, crear la plaza central y jugar con los reflejos a través de los cristales. «Mi hermano Carlos me hacía venir a cada visita de obra; y semana a semana veíamos cómo cambiaba la casa, aun en pequeños detalles. Fue genial verla crecer sin prisas, utilizando materiales de la zona, sencillos y baratos».
En el interior, pocos muebles y muy escogidos. «El mobiliario refleja nuestros viajes. Tanto Ángela, mi mujer, como yo somos muy trotamundos»; además de apasionado y coleccionista de arte primitivo, sobre todo de África, Indonesia y Oceanía. Juan Manuel no concibe el mueble nuevo, excepto algunas piezas prácticas y puntuales. «Todo ha sido elegido para esta casa. Comprábamos y traíamos objetos, estatuas, muebles, y Carlos les buscaba la ubicación: menhires de la isla de Flores, puertas antiguas que actúan como mesas, vigas como estanterías, etc.», comenta.
La cultura dogón es una de sus referencias. «Viajo una y otra vez a Mali. El primer impulso hacia ese arte puede ser estético, pero enseguida entiendes la maestría que hay detrás. Hay quien confunde las figuras animistas con hechicería, pero son protectoras. A través de ellas se comunican con sus ancestros y transmiten la sabiduría de una a otra generación. Me alegra que se hayan roto los prejuicios y que el arte primitivo ocupe el lugar que le corresponde».
Tres volúmenes, una vida. Aligerado con una celosía de hormigón para obtener la luz adecuada, su estudio ocupa uno de los volúmenes. Desde hace ya varios años, Juan Manuel desarrolla su creatividad no solo a través de la fotografía, sino también mediante la poesía y la pintura.
Han pasado casi 40 años desde su primer estudio barcelonés con el techo traslúcido. «Trabajé siete años fuera de España: Milán, París, Nueva York… Tardaba meses en volver. Hacía las fotos de modo compulsivo. No sé si no aplicaba el cerebro o si el cerebro estaba totalmente al servicio del impulso. Son fotos en las que solamente contaba la fuerza».
Desde 2008 es el ideólogo de Ferrater Studio, «un equipo de profesionales con opiniones que se respetan para conseguir un producto fruto de la conjunción de talentos». Su objetivo primordial: volver al espíritu libre de los años 70. «La fotografía de moda tiene un altísimo grado de dificultad. Lo que haces es ayudar a vender un producto, pero hay un discurso detrás, como el que tienen los grandes modistos. Decía Yves Saint Laurent: “Lo que hacemos nosotros no es arte, pero hay que ser un artista para hacerlo”. Él podía decirlo, pero yo estoy completamente de acuerdo».
Vista de su casa.
Albert Font
Dormitorio y biblioteca, con ausencia de ángulos rectos y distintas visiones del espacio a través del reflejo de los cristales.
Albert Font
Tres menhires de Indonesia –isla de Flores– en el altillo que el arquitecto concibió para albergar obras de arte. Banco de teca de la isla de Java.
Albert Font
En la sala hay una isla-cocina multifunción. Desde este lugar se accede a la plaza central.
Albert Font
Sobre una antigua viga procedente de la isla de Flores, detalle de unos cráneos de animales en los que ha intervenido Ángela Giró, su mujer.
Albert Font
Vista de la fachada posterior, con una morera invernal.
Albert Font