Ansiosexuales: la incapacidad para tener sexo cuando estás estresado
Si tener relaciones provoca ansiedad es que, o tenemos algún tipo de problema sexual o hemos entendido el sexo al revés.
Hay personas para las que el estrés y el deseo son estados de ánimo incompatibles y, como vivimos tiempos convulsos donde abunda más lo primero que lo segundo, ven como, irremediablemente, su vida sexual se aplaza esperando que llegue el improbable momento en que todo vaya sobre ruedas o el horizonte presente un cielo azul, sin nubes amenazantes.
Hay también personas a las que la intimidad, excitación o relación sexual más que placer o bienestar les genera ansiedad y huyen del sexo como del mismo diablo. Son los ansiosexuales, que por diversos motivos han captado el mensaje inverso: la ...
Hay personas para las que el estrés y el deseo son estados de ánimo incompatibles y, como vivimos tiempos convulsos donde abunda más lo primero que lo segundo, ven como, irremediablemente, su vida sexual se aplaza esperando que llegue el improbable momento en que todo vaya sobre ruedas o el horizonte presente un cielo azul, sin nubes amenazantes.
Hay también personas a las que la intimidad, excitación o relación sexual más que placer o bienestar les genera ansiedad y huyen del sexo como del mismo diablo. Son los ansiosexuales, que por diversos motivos han captado el mensaje inverso: la dimensión sexual en el ser humano no ha sido creada para el placer, el gozo, la relajación, la comunicación o el bienestar sino para todo lo contrario. ¿Quién dijo que ligar era divertido?, ¿Quién, en su sano juicio, puede pensar que acostarse con alguien por primera vez (alguien probablemente inexperto y con toda seguridad, analfabeto sobre nuestros gustos y preferencias) puede derivar en una experiencia mínimamente satisfactoria?, ¿Quién, ni siquiera en sus mejores días, puede aventurar que una relación no acabe de forma dramática y no deje sus cicatrices, algunas de ellas incurables?
“Así pensaba yo antes”, cuenta Amelia, 51 años, Madrid, “claro que en mi adolescencia y juventud el término ansiosexual no existía. Lo que me pasaba a mí es que era una ‘estrecha’ y con eso se zanjaba el asunto. Básicamente, yo no me planteaba tener relaciones a no ser que viviera un momento perfecto, cosa que casi nunca ocurría. Pero además, pensaba y comentaba a mis allegados, que el sexo estaba sobrevalorado, que se perdía más que se ganaba. Y, desde luego, no entendía como alguien podía estar estresado, preocupado y tener deseo al mismo tiempo. Eso era para los súper héroes. Yo no disponía de tanta energía”, cuenta esta madrileña a la que el tiempo y la vida cambió lentamente. “No sabría decirte qué fue exactamente lo que acabo con mi ansiedad sexual. Seguramente un montón de cosas (parejas comprensivas, aprender a manejar el estrés, experiencias de vida), pero lo básico es que en algún momento, mi mente dejó de ver el deseo y la preocupación como aspectos irreconciliables y empezó a verlos hasta como amigos, que podían apoyarse el uno al otro. Yo creo que, en ese momento, dejé de ser una estrecha”.
Básicamente, los ansiosexuales creen que lujuria y estrés son como esos invitados que no puedes sentar juntos en una cena porque sabes que, inevitablemente, acabarán peleándose. Pero es un concepto erróneo. Si así fuera, la humanidad se habría extinguido hace siglos, ya que si es estresante no llegar a fin de mes y tener que pagar la hipoteca, también lo era vivir en una caverna y saber que en cualquier momento un dientes de sable podía atacarte. Afortunadamente para la raza humana, un gran número de individuos han convivido con el peligro y la libido sin grandes aspavientos. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, la tasa de natalidad se disparó entre los atemorizados londinenses que, sin calefacción, luz eléctrica, ni comida, veían caer las bombas a su alrededor y todavía tenían ganas de fiesta. La explicación científica es muy simple: el cuerpo segrega adrenalina ante situaciones estresantes, y esta hormona que nos pone alerta y predispone a la lucha puede subir también nuestra libido.
“Las personas que viven el sexo con angustia son aquellas que hacen una lectura de su reacción física como de ansiedad” afirma Melania Figueras, psicóloga especializada en terapia de parejas del gabinete de psicología Lo bueno si breve, en Barcelona. “Por ejemplo, hablar en público puede producir un cierto temor, la diferencia está en cómo se interprete. Podemos pensar que esas mariposas en el estómago son normales y que la charla nos reportará beneficios y notoriedad; o podemos barruntar, cuando los nervios nos invaden, que nos quedaremos en blanco y que la audiencia saldrá decepcionada. La excitación también puede interpretarse como ansiedad por algunos. Te lees a ti mismo con el deseo sexual y lo anticipas como algo negativo (él/la otra se decepcionará, no llegaré al orgasmo, no sabré darle placer, no querrá quedar de nuevo…). Yo diría que los PAS (personas altamente sensibles) y los fóbicos son los grupos más propensos a ser ansiosexuales, a no utilizar el sexo como relajante sino como todo lo contrario”, opina esta psicóloga.
¿Qué hay en la trastienda de la ansiedad sexual?
Enrique (41, Madrid) sostiene que “mis amigas hetero (yo soy gay) siempre se asombran de que los hombres sigan manteniendo el deseo a pesar de los problemas. ¿Pero cómo puedes pensar en eso?, me han comentado cuando he dicho ‘mira que bueno está ese’ a pesar de la gravedad de la situación. Para mí es como comer. También sigo teniendo hambre, aunque también es verdad que a muchos se les cierra el estómago en periodos de mucho estrés. Claro que tal vez ese rechazo al sexo en momentos malos, por parte de las mujeres, pueda responder a una conducta atávica tipo: ‘mejor no tener descendencia ahora y esperar una ocasión más propicia”.
Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “si la ansiedad hacia el sexo es generalizada, es más frecuente en mujeres. Lo evito porque no tengo deseo, me cuesta llegar al orgasmo, me siento utilizada o el resultado no es positivo. Pero existe también la ansiedad de ejecución (hay que quedar bien durante la relación sexual) y esto ya es más propio de hombres con disfunción eréctil o que son muy autoexigentes y se imponen la tarea de dar placer al otro. Ahora bien, en esto también influye la forma en cómo aborda cada uno su sexualidad. Las personas que tienen más facilidad para abandonar el sexo son las que tienen una sexualidad muy mental; mientras que los que se centran más en el cuerpo pueden seguir teniendo relaciones, incluso con parejas que ya no les atraen demasiado. Generalmente, las mujeres pertenecían al primer grupo pero vemos que las cosas están cambiando. El Satisfyer no es sino un intento de cambiar esto, derivando hacia una sexualidad más genital”.
La ansiedad que provoca la simple idea del sexo tiene sus razones. La más obvia es, sin duda, cualquier problema o trastorno sexual (anorgasmia, vaginismo, dolor en el coito, eyaculación precoz o tardía), pero existen también ideas erróneas que dibujan las relaciones y la intimidad como trampas en las que es inevitable caer, y la visión del propio cuerpo es uno de estos pensamientos castrantes. “No hablamos ya de verse feo/a o indeseable sino de cosas más puntuales que responden a una percepción de exigencia en el otro y a un afán perfeccionista”, cuenta Figueras. “Empiezo a ver en consulta gente que evita el sexo por tener malestares gastrointestinales y pensar que en el peor momento pueden soltar un eructo o flatulencia. El miedo al olor corporal hace ya que muchos pidan una ducha antes del sexo (incluso aunque vengan bañados de casa) y algunas mujeres evitan llegar al orgasmo por miedo a soltar fluidos o mojar las sábanas y, cuando la pareja ha acabado y se va a la ducha, aprovechan para masturbarse”, señala esta psicóloga.
“Lo que me gusta es demasiado raro”, piensan otros que se autocensuran a la hora de expresar sus preferencias en materia erótica o incluso renuncian al sexo, porque nunca se atreven a poner en práctica lo que realmente les excita. “Muchas personas de este grupo tienen relaciones ‘normales’ con la pareja, lo que les acaba aburriendo, y dejan lo que realmente les gusta para sus momentos de soledad. A menudo, acaban renunciando al sexo compartido”, afirma Figueras, “porque piensan que sus fantasías son demasiado malas o transgresoras”.
Sexo consciente y preliminares de 24 horas
El deber más inmediato para los ansiosexuales es aprender a reconciliar estrés y vida sexual. “Un ejercicio que les pongo a las personas que sufren de ansiedad es que deben buscar momentos libres de angustia y hacerlos crecer, aumentarlos, saber que la ansiedad no trabaja las 24 horas del día, que hay pequeños oasis de paz”, señala la psicóloga. “Para ello les digo que, de vez en cuando, deben hacer pausas en su día a día. Ponerse alarmas en el móvil para durante 10 minutos hacer ejercicio físico, llamar a un amigo, dar un pequeño paseo al aire libre, escuchar música o hacer cualquier cosa que les relaje. Si la ansiedad sexual viene porque no sienten lo suficiente y el sexo no proporciona el placer que debería, hay que buscarlo en la autoexploración; y si lo que nos estresa es no pasar el examen con sobresaliente, las diferentes técnicas de relajación ayudan mucho. Otro ejercicio que pongo a menudo a las parejas, uno de mis preferidos, es el de los preliminares de 24 horas. Desde el día anterior a la relación, hay que tener pequeños gestos que fomenten el deseo: caricias, miradas en el espejo, mensajes eróticos, leer libros excitantes o ver porno para reconducir ese desasosiego hacia el sexo”.
Para Francisca Molero, “la sexualidad tiene tres dimensiones: placer, comunicación erótica y reproducción. Debemos potenciar la primera ya que el placer ayuda a modular la ansiedad y es un regulador de la serotonina. Si a alguien le crea estrés tener relaciones compartidas, entonces hay que empezar con uno mismo, ahí todos nos sentimos seguros. Entender la sexualidad como algo que requiere, necesariamente, de otra persona es como delegar una función básica en otro, como quedar desposeído de esa capacidad que todos tenemos de proporcionarnos placer. Una vez que uno mantiene cierta intimidad, con uno mismo, es ya más fácil sentirse seguro en este terreno y, más adelante, compartirlo con alguien”.