Perder la cara II: sigo enganchada a ‘Sueños de libertad’

Me prometo a mí misma soltar un poquito la serie diaria. ¿A quién quiero engañar?

Una escena de 'Sueños de libertad'.Manuel Fiestas Moreno

I

Pienso en todo lo que se pierde al no escribirse. Pienso en no escribir. Lo que más me apena de no vivir es no escribir. Pienso en qué sería de mí si no existiese internet. Pienso en las chicas de internet. Pienso en Nicole Kidman haciendo de mujer rica por decimoquinta vez. Pienso en un vídeo de Marta Belmonte en un festival hippie, no sé, ¿parece que las imágenes son en el pantano de San Juan…? La última vez que estuve allí con un par de amigas les confesé que sentía amor por un chico y no era verdad. El agua estaba llena de fuel y no se podía una bañar a gusto. También pienso en el artículo sobre las cosas que le gustan hacer a la Belmonte: viajar, naturaleza, hacer cosas con las manos. Ya hay varias cuentas de usuarias muriéndose porque a la actriz le guste la naturaleza y comprándose un bono para ir a ver…pájaros. A un observatorio. Ojalá fuese a un observatorio de deseo, pero aquí somos todas, de momento, ornitólogas. Pienso en todas las fotografías que he consumido estos meses de Gillian Anderson, en el sueño que tuve hoy sobre la despedida de soltera de una de mis mejores amigas en ¿Hamburgo? Pienso en el pisito de Madrid que Fina y Marta no han estrenado aún. Perdón, en el garçonnière. Pienso en el hotelito de Illescas. Pienso en el empotramiento de Marta a Fina. Pienso en los contenidos que se viralizan en internet, que se virilizan en internet. ¿Me imagino a un ‘fife’ o a un ‘incel’ reaccionando en su canal de Twitch al “Te amo” de la empresaria a Fina? Pienso en la artista plástica austriaca Eva Lootz. Pienso en la canción Tilted, de Christine and the Queens. Pienso en Baltasar Gracián cuando escribe “jibias de interioridad”. ¿Quería escribir “migajas”? Pienso en los poemas de Olvido García Valdés en Tenéis que venir a verla, la película de Jonás Trueba. Pienso en la canción Potra salvaje (Hard remix), en el vídeo de TikTok de los actores de Sueños de libertad bailándola. En él me falta Carolina Lapausa, es decir, la doctora Luz Borrell. Cuando formas parte de un fandom dos imaginarios en construcción se mezclan y puede salir cualquier cosa.

II

“Lo poco agrada, lo mucho enfada”. Jaja, en el seguimiento de la novelita diaria las cosas no funcionan así. Es, más bien, al revés: “Lo mucho agrada, lo poco enfada”. Los contactos entre los personajes de Marta y Fina escasean, incluso tras LA reconciliación. Pero la comunidad que las sigue —que las seguimos— hacemos que cada segundo (de las escenas juntas) se sienta como un verano completo a la orilla del mar. Con completo me refiero a poder disfrutar de 22 días laborables en ausencia de interrupciones y con una Tropical en la manita derecha y un libro de bolsillo en la izquierda. Al escribir esto, escucho la voz imperturbable de Marta de la Reina regañando a Fina, a Claudia y a Carmen en la tienda: “Aquí todas tenemos vida personal, y no por eso me ausento del trabajo porque me da la gana sin dar explicaciones”. No, si ya.

En el fandom, no nos conformamos con “migajas”, que es otra forma de decir que “una palabra tuya no bastará para sanarme”. Aunque me aventuraría a decir que cada fotograma (si se convierte debidamente en GIF, meme o sticker) tiene una duración de un año luz. Así que, sí, cuando nos dan migajas las mafin nos metemos en un vídeo de YouTube, aprendemos a hacer masa madre y montamos una de esas cadenas de pan que —en apariencia— no parecen tener una filial madre y vendemos las barras a tres euros.

De los más de cien capítulos ya en antena y en internet, una usuaria ha generado un vídeo de 12 minutos en el que se recogen todas las escenas en las que ha habido un beso entre las #Mafin. “Nadie hará eso con nuestras vidas”, reflexiono, y me siento como el meme de un monigote indeterminado llorando en el suelo con un charquito de agua alrededor.

Desde la comunidad, se ha empezado a replicar la idiosincrasia de los grandes memes, como el de Jodie Foster y su gay silence. Elige la foto de Marta de la Reina que más rabia te dé y añádele el rótulo, mi sol. Mi cielo.

III

El miércoles 19 de junio supe que se haría un pódcast en directo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en el que se tratarían los romances LGTBIQ+ en el audiovisual. Participarían Marta Belmonte, Paula Usero —la actriz que dio vida al personaje de Luisita, de la serie de época Amar es para siempre— y la guionista Anna Marchessi. Del romance en la ficción entre Usero y la también actriz Carol Rovira surgió el fandom #Luimelia: Luisita y Amelia. Intenté ver, sin éxito, algún que otro capítulo. Y es que cuando un tren ha pasado y no te has subido en él hay muchas cosas que se colocan por sí solas, como en política. Yo, por ejemplo, soy poliamorosa porque soy malditamente tuya, #Mafin, y de la causa socialdemócrata. Apagón.

Saqué mi entrada para el encuentro. Laura dijo que pensaba que Carlota, su novia, las había cogido también. A Judith se lo dijimos, pero no podía venir. Judith, Laura, Carlota y yo formamos un cuórum y tenemos un chat. Juntas velamos por nuestra salud mental y compartimos anomalías en la trama de la serie, tuits y spoilers. El día del pódcast me llevé el maquillaje al trabajo. Apagón. «Si ellas no hubiesen ido, ¿habría ido sola?», me pregunto.

El miércoles siguiente, 26, perdí la cara, se me partió en dos. También me cambió la voz y se me subieron los carrillos a la altura de Cóbreces, una localidad del municipio de Alfoz de Lloredo (Cantabria, Spain). Recomiendo ver en Google Maps.

Ese día salí del trabajo, me encaminé hacia el metro. Intenté terminar el libro de Paula Villanueva, El Círculo Sáfico. Lesbianismo y bisexualidad en el Madrid de principios del siglo XX. Apagón. Llegué a la puerta del Círculo de Bellas Artes y había una cola que daba la vuelta al edificio. Cuando vi a Laura y a Carlota les pedí que fuésemos a tomarnos una cerveza, no sin antes decirle a la pareja de chicas que estaban detrás de nosotras que, por favor, nos cuidasen el sitio. Nos dijeron que sí, pero con la condición de que, cuando volviésemos, nos pusiéramos detrás de ellas. Luego nos hicimos mejores amigas, nuestras nuevas mejores amigas. Volvimos a la cola. Apagón. Salimos de allí. «¿Queremos o no queremos una foto con Marta Belmonte, chicas?» Apagón. Recuerdo ver de lejos a una mujer hablando por teléfono que me recordó a quién era yo en otra vida. «Vámonos, que me estoy muriendo de vergüenza». Nos encaminamos a otro bar que me gusta, frente al Teatro de la Zarzuela. Toda la gente que participó del pódcast vino detrás. En el bar pedimos una cerveza, ¿pero ya íbamos borrachas? Entre nosotras, y estando Marta Belmonte a 30 centímetros, hablamos en suajili. De pronto, la bocaza se me abrió: “Un día vi una foto tuya en Instagram y, de pronto, me he visto rodeada de chicas esperando en fila”. Apagón, cara partida. No sé dónde estoy. Dónde está mi cara??? No la encuentro por el suelo. Andrea??? Quién eres??? PFFF!!! Apagón, apagón, apagón.

Cuando volví a casa, mi novia regresaba de cenar en un coreano con una amiga y, muy preocupada, me dijo que qué me había pasado en los labios. Los traía reventados de mordérmelos por los nervios. “La belleza incapacita”, le dije, y me quedé tan ancha.

Días más tarde, una amiga me dijo que es la inteligencia lo que nos deja fuera de juego, no la hermosura.

IV

Mis fuentes de información son el hashtag #Mafin, los chats de Telegram y el canal de YouTube de Telenovelas, donde comparten los mejores cortes de los episodios. Mi favorito, el de la primera noche en el hotelito de Illescas, es quizá el más narrativo. Mejor ver. Pienso ahora en la cuenta de Twitter de @gini__us — todo está ahí—, en la de una chica inglesa llamada Sophie —”just a british girl admiring Marta Belmonte”, en los edits de Silvia, en comfort mafin (marta and fina lovebot) y en una chica llamada Mery que tiene de foto de perfil una fotografía de la Belmonte irreal. Hay muchas usuarias como ella que apuestan por tener una imagen suya como identidad corporativa. ¿Somos una empresa?

Pienso en las líneas rojas, en que el elenco de la serie tiene una vida privada. Pienso en el unboxing de Marta Belmonte de Dior. El Dior-gate. Lo grabó con su teléfono y lo subió a internet… en orden inverso. Pienso en el personaje de Mateo, que es el actor Pablo Béjar. Ayer le vi paseando por la calle. Pienso en la nostalgia de las escenas de intimidad de los primeros capítulos, en lo que echo de menos Indiana Jones. Pienso en Carmen Martín Gaite cuando decía que había cosas más fuertes que un vínculo sexual con alguien: una buena conversación (¿mi amiga llevaba razón con la listura?). Pienso en la «Y» mayúscula que les han puesto a los vídeos de Brunet y Belmonte encima comentando detalles sobre las grabaciones (no lo pillo). Mi cabeza viaja hasta la boca de Pilar Primo de Rivera. Durante la postguerra española el nombre de Isabel la Católica se escribía así: “Ysabel”, con “Y”. En ese periodo hubo una revista de la mujer nacionalsindicalista con ese nombre.

Creemos erróneamente que la información en internet se organiza a nuestro antojo. Pero existe algo que nos trasciende, que nos arrastra a una espiral de relatos confusos y gatitos: un algoritmo, y somos su mascota. Cada día doy gracias porque hayan dejado de alisarle el pelo a las mujeres con ello ondulado o rizado y de no tener TikTok. No paran de salirme en Instagram vídeos del gato de la Belmonte de aquella red social china con subtítulos en tailandés y filtros de corazones raros.

V

¿Cuántos vídeos habré engullido sobre lo que lleva o no una mujer famosa en su bolso para algún canal de la revista femenina X? Lo más cercano que tengo hoy día a un bolso son mis elementos guardados en Twitter, contenido que atesoro para ver más adelante o cuando esté triste.

La escena de Marta y Fina en la cocina de noche cuando casi se besan. Una usuaria que está practicando moldeado en escayola y ha decidido esculpir el ojo de Marta de la Reina. Una fotografía de Carolina Lapausa siendo desvestida por unas monjas en un escenario de un teatro. Belén Cuesta diciendo: «Uf, Samur», en una escena de Paquita Salas. Esto último lo ha utilizado una chica para expresar sus sentimientos sobre un avance de un capítulo de la serie. Un vídeo en el que Fina Valero le dice a Marta que hay más cosas, al margen de su padre, que le retienen en Toledo. Un vídeo en el que Belmonte aparece al lado de Flipy diciendo que a veces recuerda los veranos que duraban tres meses. Una imagen aleatoria que dice: «El dolor cambia a las personas». Un montón de gente que comparte estanterías de madera artesanales. Una captura de pantalla de una persona muy conocida en el ambiente Twitter en la que se ve una conversación de WhatsApp con todos los mensajes borrados. Un vídeo de Miley Cyrus cantando Psycho Killer. Una fotografía de Vivian Maier en 1956 frente a un espejo. Un vídeo de una chica bailando al lado de un loro verde e imitando sus movimientos. Una imagen de Gilles Deleuze con subtítulos en los que se lee: «es que el delirio está estrechamente vinculado al deseo. Desear es en cierto modo delirar». Una entrevista a Llados Fitness. Un vídeo de un pulpo subiéndose a un Range Rover en un aparcamiento. Unas pinturas de Vincent Giarrano en las que una chica está acostada en una cama en distintas posiciones. Un papelito doblado en el que alguien ha escrito: “The intimacy of being understood”, y pienso: “Esto es ser fan en comunidad”. Menuda ensalada de cosas, ¿no? Pero “No se preocupe, que yo llego a todo”, que diría Fina Valero.

VI

El otro día me llamó la atención que mi terapeuta llevase un anillo en el meñique. Un momento, esto lo he visto antes. ¡El anillo en el meñique de Marta de la Reina! Como las mafin —ahora las perris, por indicación de Marta Belmonte en Twitter— no tenemos forma de reconocernos por la calle, tomo la iniciativa. Me compro uno, aunque no me satisface mucho… Es como cuando comparas entre algo que has pedido por internet con la forma en la que eso te llega. Me hago ciento cincuenta selfies con el anillo en la cara, lo subo a Instagram. Me visto y me voy al supermercado, nada me gusta más que un buen baño de consumo sin consumo. No compro nada, nada más.

Quedan menos de diez días para las vacaciones. Me río, ¿qué vacaciones? O, mejor dicho, «qué hotel, si yo ahora mismo estoy en una nube». Es domingo y alguien en internet recupera los outfits de todas las première a las que ha asistido la Belmonte. Comienzo a hacer un ejercicio que le vi postear a mi colega de libros Anna Ferrer. Esta seleccionó un modelito de Pedro Pascal y lo relacionó, por los colores, con alguna tapa de los libros de la editorial Chai.

El vestido negro es, sin duda, Biografía de X, de Catherine Lacey. Chaqueta y pantalón lima fosforito con camiseta de tirantes blanco… ¿es, un poco, Falso espejo, de Jia Tolentino o Los destrozos, de Bret Easton Ellis? Americana negra, camisa, amago de corbata me hacen volver sobre Gigolá, de Laure Charpentier. La chaqueta que es como vintage podría ser Azucre, de Bibiana Candia. El vestido blanco que grita «solo soy una chica» es Los galgos, los galgos, de Sara Gallardo. El momento pluma en el evento de Atresmedia es Los buscadores de loto, de Charmian Clift. El Dior-gate es cualquier libro de Elizabeth Hardwick. El traje blanco con detalles bordados en plata es El libro de las lágrimas, de Heather Christle.

Juan Manuel de Prada hablando en la SER de la canción Potra salvaje es ahora mi Imperio romano. Al parecer, es también el himno de la selección de fútbol. No dejo de alucinar, todo está en los libros.

VII

La gente del fandom habla de curvas cuando la trama de la novelita da un volantazo. Me río sola mientras tecleo este texto como una demente, una desquiciada. No tengo claro si es por el videoclip de Melendi en el que aparece Marta Belmonte, Cheque al portamor, y los comentarios que hay bajo él (”My hamster passed away yesterday and this was his favourite song” o “Vale pero algún fan de Sueños de libertad qud ha venido al enterarse de que sale Doña Marta? JAJAJA”) o porque me saqué el carnet de conducir a la sexta… ¡en Toledo!

Una curva importante fue la amenaza de que apareciese una fotógraFA (así escrito) metijona entre Fina y Marta. ¿Una mujer a finales de los años cincuenta en Toledo, España con una profesión liberal ocasionando tremenda debacle…? Todo puede ser. Ahora ha aparecido una secretaria y estamos aterradas. Jesús, si se parece muchísimo a la viuda de España desde 1936: Mercedes Sanz-Bachiller Izquierdo, de Sección Femenina. Como experta en postguerra española, ¡confirmo el peligro, compañeras!

Sobre mi mesa está el libro de Olivia Laing, Todos los cuerpos Un libro sobre la libertad. Para Laing el lenguaje es la forma en la que el cuerpo comunica sus anhelos. Para mí las curvas auténticas residen en las frases que Fina y Marta se han dicho. “Te necesito…como dependienta”, “Con mi marido tan lejos, a veces se me olvida que soy una mujer casada”, “Gracias…por esta delicia”, “Siento mucho, de verdad, la dureza con la que te he tratado”, “Será nuestro secreto”, “No te lo tomes en serio: los hombres se hacen los fuertes cuando en el fondo están atemorizados”, “Pero entre nosotras han pasado cosas, ¿no? Ha habido miradas, ha habido sonrisas. Todo esto ha pasado, no me lo he inventado”, «Sé que no lo haces con mala intención, pero es que me confundes y me haces daño”, “Ah, entonces qué es, que ahora te gustan los hombres”, “Me encantó que me besaras”, “¿Ahora qué hacemos, Fina?”. “Supongo que el miedo, la esperanza y la incertidumbre son emociones de la vida”, “¿Quién querría pasar por esta vida sin amar y ser amado, eh?”. Suspiros.

VIII

Mi grupo de amigas del colegio me llamó la atención por estar tanto en Twitter durante la despedida de soltera de Irene en Denia, que no en Hamburgo. En la piscina de la casa que alquilamos para la fiestita intenté explicárselo, salir del armario por segunda vez con algo. No lo entendieron y nos pusimos a hablar sobre los próximos conciertos en Madrid. Algunas irían a ver a Karol G. Yo sonreí al pensar en el libro que estoy escribiendo sobre Martín Gaite y me dio alegría, sí, pero también quise llorar. El único concierto al que asistiré en los próximos meses será a las conferencias de esta buena señora en la Fundación Juan March. Ay, necesito no hacer nada.

Semanas antes, durante la Feria del Libro de Madrid, pasaron varias cosas. Perdí una chaqueta vaquera negra, con muy buena caída sobre los hombritos, algo muy a valorar. Me la dejé en una firma con un autor y recé durante lo que duró la comida para recuperarla. A la tarde, cuando volví a por ella, ¡la tenía Lucía! Resulta que nos leíamos en Twitter. Tuvimos un intercambio acelerado de informaciones felices, fogonazos alegres. Pensé en lo que últimamente estaba comentando en mis cuentas de internet y me puse roja como un tomate por mis notas sobre la serie diaria. Lucía se rio un montón. Otra noche nos vimos en una fiesta y, tras tomarme tres tintos de verano, le dije que si no veía la novelita me moriría. Luego le pedí ciento cincuenta millones de veces perdón por ser tan pesada. También le pedí disculpas a otra amiga por recomendarle con tanto ahínco la serie en una fiesta off de la feria, a la que va la gente del mundillo. Las fans de los Bridgerton que allí había me entendieron y recogieron el guante.

En otro momento, también con amigas del sector, fuimos a cenar a la Errante. Amiga Sagitario y amiga Tauro se quedaron de una pieza con lo que les contaba sobre la serie, y mis amigas las taberneras estaban muertas de risa y de amor. Al fin y al cabo, ellas me regalaron un videojuego por mi cumpleaños, ¿qué esperaban? Suelo pedir perdón cuando llueve.

IX

Estamos atravesando el verano brat, que es el nombre del disco de la artista inglesa Charlie XCX. Pero para mí es la mart season, es decir, la temporada «Mart» de la Reina.

Recuerdo, de pronto, que cuando Marta Belmonte se encaminó hacia las sillas donde dialogaría con Usero, Marchessi y los presentadores del pódcast escuché con nitidez en mi cabeza el vídeo de los fanáticos argentinos de Justin Bieber: “A mí de Justin me encantó la voz, su carita de niño. Es perfecto, es dulce, es tierno. Para los que no lo saben el Justin es Piscis, el signo de Piscis. Yo le hago de todo menos decirle ‘Te quiero’”. No estamos bien.

Uf, se acaba de morir Shannen Doherty, a Trump le han disparado… ¿Qué pasará mañana en la novelita? Me estoy terminando otra vez Entre visillos y he visto (sin querer) un vídeo en el que se explicaba la vida de Pilar Primero de Rivera. En la esquina inferior derecha una Pilar en miniatura moviendo los labios como un Muppet.

En Twitter hay una cuenta que es la lágrima de Marta de la Reina. Otra que es su mano (sí, la «zorra de Ivana»), otra su copa. Marta de la Reina es muy de un buen whisky on the rocks. Si la gente continúa a este ritmo, tendremos un personaje de una serie de época diaria desmembrada en distintas cuentas. Algo muy de 1958, por otro lado. Pienso en que a Franco le gustaba tener el brazo de Santa Teresa cerca siempre.

Recientemente, Marta de la Reina dijo: “Fina Valero, me vuelve loca tu boca”, y España se paró. Intenté de manera muy cursi decírselo a mi novia y nos echamos las dos a reír, dando por sentado que lo que sucede en las novelas tan solo ocurre en ellas. Luego la vida es otra cosa, un rape flambeado un domingo. Una nota en el estudio en la que se lee: “Todo saldrá bien”. Un quitarle una de sus chaquetas preferidas a tu pareja y estar a punto de perderla. Menos mal que todo de una forma u otra se recupera.

Me prometo a mí misma soltar un poquito la serie diaria. ¿A quién quiero engañar? En verano una no tiene voluntad, y estoy tan contenta con mi anillo nuevo…

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