Las mujeres más ricas de España: ‘esposas o hijas de’
El acceso al poder marcado por una batuta masculina: la lista anual de ‘Forbes’, de la que solo 27 féminas forman parte, confirma que los millones están relacionados con el patrimonio familiar.
Forbes acaba de lanzar su lista anual relacionada con las 100 personas más ricas de España. En esta ocasión, la propia publicación hacé hincapié en destacar la escasa presencia de mujeres en el ranking: solo 27 mujeres forman parte de la lista de millonarios nacionales. Sandra Ortega, hija de Amancio Ortega y accionista de Inditex y de otras sociedades, se mantiene en la posición número dos, por detrás de su padre, y rep...
Forbes acaba de lanzar su lista anual relacionada con las 100 personas más ricas de España. En esta ocasión, la propia publicación hacé hincapié en destacar la escasa presencia de mujeres en el ranking: solo 27 mujeres forman parte de la lista de millonarios nacionales. Sandra Ortega, hija de Amancio Ortega y accionista de Inditex y de otras sociedades, se mantiene en la posición número dos, por detrás de su padre, y repite como mujer más rica de España con una fortuna personal valorada en 6.500 millones de euros.
Lo de Ortega no es el único caso de ‘hija de’. El ránking de Forbes prueba que el acceso al poder, en este caso económico, está mayoritariamente vetado a las mujeres siempre que no tengan lazos de consangunidad o sean esposas de otro empresario que, normalmente, ostenta un puesto superior al suyo. El perfil mayoritario de la millonaria española es el de una descendiente de millonarios o el de una esposa de un súperrico: la segunda mujer más rica de España es Hortensia Hererro, casada con Juan Roig. La vicepresidenta de Mercadona prefiere pasar desapercibida en la empresa para dedicarse plenamente a la fundación que gestiona con sus beneficios de la cadena de supermercados como para, por ejemplo, subvencionar la rehabilitación de edificios religiosos.
Siguiendo a Ortega y Herrero está Helena Revoredo (2.300 millones de patrimonio), viuda del fundador de Prosegur y actual presidenta de la compañía. Conocida como ‘la reina de los furgones amarillos‘, asumió el timón de la empresa en 2004, tras años de implicación con el desarrollo de ésta después de que su marido falleciese en accidente de tráfico en 1997 a los 51 años. Alérgica a las entrevistas y a la atención mediática, es hija de un conocido empresario argentino, Juan Federico Revoredo Johnson, está licenciada en Administración de Empresas y ha sido responsable de la fulgurante expansión de la compañía por sus operaciones en América latina.
Otros nombre en la lista que siguen con este patrón: las hermanas Koplowitz (heredaron la empresa de su padre, el empresario Ernst Koplowitz, cuando falleció en un accidente de equitación), María del Pino (1.200 millones, presidenta de Ferrovial e hija del empresario Rafael del Pino), Sol Daurella (1.100 millones de euros, su abuelo, Santiago Daurella Rull, fue el encargado de embotellar y distribuir Coca-Cola en España a través de su empresa, Cobega. Ahora ella preside Coca Cola en España), las hermanas Marta y Cristina Álvarez (800 millones de euros, son hijas de Isidoro Álvarez, herederas del universo Corte Inglés), Nuria Rouras Carreras (650 millones de patrimonia, viuda de Víctor Grífols) o Carmen Thyseen Bornemisza (600 millones, viuda del barón Thyssen). La lista avanza con esta dinámica en multitud de ocasiones más (se puede consultar en su totalidad aquí)
¿Se hereda el poder económico y empresarial? En España los casos de directivas que no tienen vínculos personales con sus predecesores (masculinos) son una anomalía, salvo contadas excepciones. El sector tecnológico es el que más está apostando por integrar en su dirección a perfiles laborales de éxito. Ahí está Laura González-Molero, la que fuese presidenta de Bayer y ahora consejera independiente en Grupo Pacual o Acerinox, o Fuencisla Clemares, directora de Google España, que llegó a la empresa en 2009 para sustituir a Javier Rodríguez Zapatero. Clemares afirmaba en El Español que este acceso al liderazgo se da en el sector gracias a «que son empresas donde la diversidad es una prioridad y han querido trabajarlo desde su sede en EEUU. Hay un segundo componente: son empresas que cuidan mucho los procesos de trabajo y el equilibrio entre la vida personal y profesional, que permite trabajar en remoto y ser mucho más flexibles. Esos son entornos que para las mujeres son más cómodos».
Ana Bujaldón, presidenta de la federación de Mujeres Empresarias Españolas explicó en S Moda que la conciliación de las empresarias es un mito. «Nosotras dedicamos casi cuatro horas de nuestro tiempo libre, el doble que ellos, a las tareas domésticas. Un 53% considera que ser madres les ha impedido una mayor proyección profesional y denuncian la falta de flexibilidad en las empresas. Tenemos la falsa creencia de que la igualdad está conseguida, pero queda mucho camino por recorrer. En FEDEPE queremos más mujeres en la cima».
Pero, ¿de que sirve llegar a la cima si después se perpetúan dinámicas empresariales que impiden la igualdad o que precarizan a sus propias trabajadoras? Los polémicos casos de CEO’s de éxito, idolatradas por la prensa por su ‘marketinización’ del feminismo corporativo, tanto en su filosofía de empresa como en su relato biográfico, han sido las mismas que después han tenido que visitar los juzgados por denuncias de explotación laboral o discriminación a embarazadas. Mujeres, como Sophia Amorouso –Nasty Gal– o Miki Agrawal –ex CEO de Thinx–, que se han enriquecido recurriendo al ‘empoderamiento’ y que se autopromocionan como rostros indisolubles de su marca para después tener que afrontar denuncias por acoso sexual, ambiente hostil de trabajo o despidos a mujeres que pedían la baja de maternidad.
Toda esta problemática de fondo es la que analiza Jessa Crispin en Por qué no soy feminista (Lince, 2017) y que ella acuña como «feminismo superficial». Para entenderlo, según la autora, «basta con reparar en que los indicadores más habituales de su éxito son los mismos que sirven para calcular el éxito en el capitalismo patriarcal. A saber: dinero y poder. La medida es cuántas mujeres son CEOs en las empresas de la lista Fortune 500, cuántas firmas femeninas hay en el New York Times o qué porcentaje de licenciados en medicina son mujeres. […] Una CEO puede alzarse orgullosa y proclamar su fe en el feminismo —a fin de cuentas es lo que la llevó a esa posición de poder— mientras sigue externalizando la producción de su empresa en fábricas donde mujeres y niños trabajan en condiciones de esclavitud, mientras sigue contaminando la atmósfera y las reservas de agua con desechos tóxicos, mientras sigue pagando a sus empleadas unos salarios escandalosamente bajos«, defiende en sus páginas. Una posición, no obstante, que contrasta con el hecho de que esas mismas listas reflejan, en cifras y de forma clara, el evidente veto al acceso al poder de la mujer. En España, si hablamos de las trabas al poder económico, sabremos que se esfumarán siempre que ellas ostenten un apellido (masculino) de por medio.