Oksana Chusovitina, un milagro de la gimnasia a los 41 años
Desde que debutara en Barcelona 92 hace 24 años, esta atleta puede jactarse de ser la gimnasta en activo más longeva de la historia.
La suya es una inmortalidad diferente a la de Nadia Comaneci. Siete dieces obtuvo la gimnasta rumana en Montreal 76, una nota antes impensable en la disciplina de gimnasia artística. Siete son los Juegos Olímpicos que acumula a sus espaldas esta ardilla voladora también forjada al otro lado del telón de acero. “¿Cómo alguien a su edad puede atreverse a hacer eso con su cuerpo?” ha dicho de ella la propia Comaneci. Con 41 años, Oksana Chusovitina s...
La suya es una inmortalidad diferente a la de Nadia Comaneci. Siete dieces obtuvo la gimnasta rumana en Montreal 76, una nota antes impensable en la disciplina de gimnasia artística. Siete son los Juegos Olímpicos que acumula a sus espaldas esta ardilla voladora también forjada al otro lado del telón de acero. “¿Cómo alguien a su edad puede atreverse a hacer eso con su cuerpo?” ha dicho de ella la propia Comaneci. Con 41 años, Oksana Chusovitina se ha convertido en la gimnasta femenina más longeva de la historia. Enfundada en un mallot blanco y rosa, se ha clasificado en quinta posición en la categoría de salto femenino representando a Uzbekistán y opta a la final que se celebrará el próximo domingo.
Con su metro cincuenta de estatura, Chusovitina no destaca excesivamente entre las gimnastas que se disputan el podio en Río 2016. Es en los primeros planos cuando se aprecia el contraste. El rostro de una mujer que bien podría ser la madre del resto de participantes. Un milagro del deporte si tenemos en cuenta que la media de vida de un gimnasta suelen ser de uno o dos Juegos Olímpicos. Tres como mucho. Ella comenzó en Barcelona 92, y ahí continúa entre sudor y polvo de magnesio 24 años después.
De su debut en la Ciudad Condal no solo se llevó su primera medalla de oro. También una amiga que es a día de hoy su entrenadora. Compañera suya del equipo de gimnasia en aquellos Juegos Olímpicos, Svetlana Boginskaya, apodada “el cisne bielorruso”, ya era un pez grande que había ganado dos oros y una plata en Seúl 88. Como su entrenadora, Boginskaya ha tenido que recordar a Chusovitina que bajara el pistón: “A veces tengo que decirle: Ya no tienes 14 o 15 años. No deberías hacer tantas repeticiones”. No las necesita. Tiene memoria muscular desde 1992” recogía Elle USA en una entrevista a ambas atletas. Un dato que debemos tener en cuenta: su memoria muscular es mayor que la edad de muchas gimnastas a las que se enfrenta en Río. “En este momento, no necesito mucho entrenamiento físico” explicaba Oksana hace unos días para ESPN.
En su lugar, gracias precisamente a la memoria muscular que ha desarrollado a lo largo de estos años, ejercita la mente: “Visualizo exactamente cómo se necesita que se ejecuten los recursos. Lo hago en mi cabeza y cuando voy al gimnasio –donde pasa entre dos y dos horas y media diarias – toda la preparación mental que hice después del desayuno o caminando se transfiere al gimnasio. Si estoy saltando, sé exactamente lo que necesito hacer para una mejor ejecución, una mejor altura o un mejor aterrizaje”. Es lo que le permite ahorrarse numerosas lesiones, como el talón de Aquiles, uno de sus ligamentos cruciales según The Telegraph.
La trayectoria de Chusovitina, nacida en Bujará (Uzbekistán) en 1975, ha estado ligada en buena parte a las circunstancias geopolíticas del momento. El País recogía cómo los ojeadores del equipo soviético se fijaron en ella antes de cumplir los 10 años y la llevaron a un torneo internacional dos años después. En 1991 representó a la Unión Soviética en los Campeonatos del Mundo y un año después a la Comunidad de Estados Independientes en Los Juegos Olímpicos de Barcelona junto al ‘Equipo Unificado’. Con la desintegración del bloque soviético y la independencia de su país natal, pasó a representar a Uzbekistán en los siguientes años. Un periodo sin podios olímpicos, pero sí mundiales, hasta que ganó una medalla de plata en la modalidad de salto en los JJOO de Pekín 2008. Por aquel entonces tenía 33 años y ninguna muestra de retirarse.
La uzbeka no solo se distinguía por preferir los colores más oscuros, el pelo corto y la ausencia de maquillaje entre un mar de coletas, rímel y purpurina. Mientras la polémica rodeaba a la gimnasia aquel año por las atletas menores de edad, ella utilizaba el dinero que ganaba en la competición para costear un tratamiento contra la leucemia que habían diagnosticado a su hijo Alisher. Junto a él y su marido, el luchador Bakhodir Kurpanov, se trasladó a Colonia para poder hacer mejor frente a la enfermedad, que superó el pequeño en 2008. Es por este motivo que tanto en los Juegos de Pekín como en los de Londres en 2012 compitió bajo otra bandera, la alemana. Anunció que los de la capital inglesa serían sus últimos Juegos, después de los que se retiraría definitivamente. Pero la decisión no le duró mucho: “Por la noche dije a todo el mundo que me retiraba, y a la mañana siguiente me desperté y cambié de opinión” declaraba para ESPN. Desde entonces, ha seguido compitiendo para su país, Uzbekistán.
Aunque los ojos andan puestos en el equipo estadounidense de gimnasia, debemos recordar que cuando Simone Biles nació en 1997, Oksana ya había ganado cinco medallas mundiales y un oro olímpico. Habrá perdido precisión y su punto fuerte se centra en una disciplina, el salto, pero a día de hoy pocas gimnastas se pueden jactar de seguir siendo competitivas siete Juegos Olímpicos después. En lo que respecta a Chusovitina, parece que le queda cuerda para rato.