¿No te gustan tus regalos? Monta una fiesta y celébralo
Nada de re-regalar ni de revender. Lo mejor es intercambiar regalos imposibles en quedadas con música y picoteo.
Tras los desatinos del amigo invisible, los Reyes o Papá Noel llega el duro dilema de qué hacer con esos regalos imposibles. Existe la opción drástica: el cubo de basura o, por aquello de cuidar del planeta, el punto limpio. La opción materialista: colgarlo en e-Bay a ver si se le pueden sacar unos euros. Existe la opción delicada de reempaquetarlo y lanzarlo como regalo en el primer cumpleaños del calendario. Pero sabes que, en según qué casos y qué regalos, es cruel. Porque volver a regalar ese jersey que con tanto amor te regaló la familia política y que ni en vísperas de...
Tras los desatinos del amigo invisible, los Reyes o Papá Noel llega el duro dilema de qué hacer con esos regalos imposibles. Existe la opción drástica: el cubo de basura o, por aquello de cuidar del planeta, el punto limpio. La opción materialista: colgarlo en e-Bay a ver si se le pueden sacar unos euros. Existe la opción delicada de reempaquetarlo y lanzarlo como regalo en el primer cumpleaños del calendario. Pero sabes que, en según qué casos y qué regalos, es cruel. Porque volver a regalar ese jersey que con tanto amor te regaló la familia política y que ni en vísperas del Apocalipsis estás dispuesta a ponerte, está muy feo. Así que nos queda una opción más civilizada: intercambiarla por otro regalo que te sea útil. Y, por qué no, convertirlo en un acto social, una quedada de amigos y conocidos, todos hipsters, bohos o pijos con buen gusto. Y añádase algo de picoteo, dj y ambiente de fiesta, hay que olvidar que se está intentando dar esquinazo a un montón de regalos que son desaciertos de Papá Noel o, también vale, el resultado de compras compulsivas. No se trata de vaciar el trastero y vender toda la quincalla de la abuela (para eso ya está el Mercado de Motores) sino de intercambiar cosas en buen estado. Sin dinero, que es una vulgaridad. Esa es la gracia de las 'swapping parties' (o 'swishing parties'): trueque, puro y duro. Normalmente, se intercambia ropa en buen uso, pero se puede ampliar a discos, libros, artículos de deporte, enseres o lo que se ocurra, siempre que estén en buen estado. Tiene un trasfondo ético y ecosostenible, aunque también un poso práctico: deshacerse de objetos inútiles que ocupan espacio. Pero recuerda: es una fiesta en casa de amigos, no el contenedor de Humana ni el Rastro de Madrid.
La idea, cómo no, nace entre los anglosajones, más dados a abrir las puertas de su casa a extraños (¿o acaso no has visto en las películas cuando toda la familia se planta en casa del nuevo vecino con una bandeja de cookies de bienvenida al barrio?). Como en esto también nos llevan ventaja, ya hay manuales de estilo acerca de cómo organizar una 'swapping' en toda regla. Porque para que todo sea un éxito hay que prepararla con tiempo y una logística que más parece la de una mini-boda. De entrada hay que pensar a quiénes se va a invitar y dónde se va a montar el mercadillo. Una terraza amplia o un salón diáfano son las mejores opciones, por aquello de que haya espacio para exponer y que la gente se mueva sin parecer caramelos del 'Candy Crush'. En principio, todo el que acuda debe llevar sus propios artículos para intercambiar. Así que hay que enviar invitaciones con tiempo para que todo el mundo pueda rescatar de trasteros, maleteros y armarios varios todo aquello que no usan pero que pueden cambiar por algo de utilidad.
Flickr: The swap team / Ian Woo
El que actúa de anfitrión se encarga de poner algo de picoteo (valen desde patatas fritas a cupcakes) y bebida. Todo es gratis, así que no está de más recordar a los convidados que deben aportar algo para el festín. Y lo mismo con la música. De paso, no olvidar que hay que poner un espejo de cuerpo entero para poderse mirar igual que en una tienda. El día de la quedada se llega con tiempo y cada cual organiza su tenderete. Se toma algo para conocer a todos los que participan en la 'swapping' y se echa un vistazo a la mercancía. Para que no haya aprovechados que llegan con dos cosas y se largan con diez, los expertos en organizar estos eventos sugieren que a cada invitado se le den tantas fichas como artículos aporte.
El momento más esperado es el del pistoletazo de salida, ese en el que se puede echar mano a todas las gangas expuestas. Una vez más, conviene recordar que esto no el primer día de Isabel Marant en H&M, sino una quedada de amigos. La rapiña no es nada hipster. El segundo consejo es olvidar el valor material de las cosas y concentrarse en su utilidad. De nada sirve martirizarse porque estás cambiando un super chaleco de piel de zorro por una funda de smartphone con orejas si resulta que eres militante de PETA y jamás saldrás a la calle con algo que haya sido arrancado a otro ser vivo. El último es acudir siempre con una bolsa grande en la que quepan las nuevas adquisiciones, que puede que sean mucho mayores que las que has llevado. Salir de una casa con una Nespresso en brazos puede levantar sospechas en el vecindario.
Como es muy improbable que todo el mundo acabe con todo, al final quedará un rosario de artículos imposibles. Los veteranos lo tienen claro: lo que sea útil, se dona a ONGs. Lo que no haya por dónde cogerlo, a la basura. Sin cargos de conciencia. Y así, hasta la próxima.
Flickr: The swap team
*Todas las fotos de este artículo son de la cuenta de Flickr de The Swap Team, la organización anglosajona encargada de organizar fiestas de intercambio a través de América del Norte.