Cómo saber si tus jerséis vienen de ovejas felices: la dramática historia de la lana moderna
El carácter natural del tejido esconde prácticas y abusos que aún resulta difícil identificar.
La lana es un tejido cálido, esponjoso y resistente. Un material biodegradable y de origen animal que en principio prescinde de muchas de las desventajas que presentan cultivos como el algodón o materiales artificiales como el poliéster. Las prendas confeccionadas con ella suelen requerir menos lavados y sobrevivir a largo plazo en el armario. Su impacto negativo en el medio ambiente parece ser mucho menor. Producido a partir de las fibras que se obtienen ...
La lana es un tejido cálido, esponjoso y resistente. Un material biodegradable y de origen animal que en principio prescinde de muchas de las desventajas que presentan cultivos como el algodón o materiales artificiales como el poliéster. Las prendas confeccionadas con ella suelen requerir menos lavados y sobrevivir a largo plazo en el armario. Su impacto negativo en el medio ambiente parece ser mucho menor. Producido a partir de las fibras que se obtienen de distintos tipos de oveja, es también más bondadoso que la piel animal contra la que gran parte de la industria de la moda se posiciona en contra. Pero a poco que se indague se pone de manifiesto que este prado en realidad no es tan verde como lo pintan.
La fantasía de ovejas pastando a las que se les da un corte de pelo para aprovechar su lana deja de ser real cuando el animal se convierte en eslabón de una industria que exige alta productividad y que solo tiene sentido a gran escala. Lo explica Joshua Katcher, autor de Fashion Animals: “Hay que pensar en las cantidades ingentes de recursos necesarios para criar animales (agua, terrenos, pienso…), pero sobre todo deberíamos tener en cuenta dónde y cómo se ha obtenido esta fibra. Y esa parte del proceso es una fotografía a la que no estamos prestando atención”. Para ser rentables se impone escalar procesos y procedimientos. La velocidad es dinero en un sector que paga las fibras esquiladas por volumen, al peso. “La esquila es el proceso por el que se retira el vello ovino mediante herramientas mecánicas. En las razas que se crían específicamente para obtener lana debe repetirse de manera regular porque el pelo crece continuamente. La mayoría de las ovejas son esquiladas por profesionales a los que se paga por el número de animales que afeitan: normalmente hasta 200 al día, unas 2-3 ovejas por minuto”, señalan desde RDPCA (Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals). Un ritmo que, se mire por donde se mire, no es compatible con esa idea bucólica de ovejas felices en el campo. “Los animales se revuelven y los esquiladores pierden los nervios. Se han realizado investigaciones en granjas de todo el mundo y se ha descubierto que es habitual pegar a las ovejas, tirarlas… en muchos casos presentan huesos rotos. Hablamos de crueldad”, contaba Katcher en Dressed.
Lana merino y mulesing
Existen problemas específicos al hablar de los distintos tipos de lana. Por ejemplo el cachemir, que se obtiene de las cabras de cachermira, está contribuyendo a la desertificación de la estepa mongola. La lana de angora se obtiene de conejos que malviven en jaulas para este fin. La esquila para obtener mohair es implacable… Pero una de las fibras más polémicas es la merino, por su asociación con el mulesing. “Las ovejas merinas tienen multitud de pliegues en su piel, sobre todo en los casos donde se ha trabajado mucho la raza para conseguir mayor producción de lana”, expone Silvia Soler, investigadora de ISEM. “En dichos pliegues las moscas pueden depositar sus huevos provocándoles una infestación de larvas tremendamente dolorosa e incluso la muerte. El mulesing es una técnica que consiste en la retirada de una parte de esa piel de alrededor del ano, que es la zona más propensa a la infestación por la acumulación de suciedad y humedad. Se realiza en corderos jóvenes y una vez la piel cicatriza esa zona queda protegida”. Una rápida búsqueda del término en Google (alerta, contenido sensible) da idea de la brutalidad del procedimiento que se realiza sin anestesia y que puede tardar varias semanas en curar.
Tirar del hilo
No se trata de dejar de consumir, sino de ser conscientes de lo que implica cada una de las decisiones de consumo y qué modelos productivos apoyan. La demanda de alternativas éticas aumenta, pero en el caso de la lana es difícil para el comprador final establecer una trazabilidad hasta las granjas productoras. Mucho menos conocer su nivel de implicación con el bienestar animal: un ovillo de lana procedente de Italia puede haber sido tejido a partir de fibras compradas a granel en Australia, siendo tarea imposible identificar al ganadero original. Existen algunos indicativos de buenas prácticas: sobre el mulesing, “no se hace en todos los países y la tendencia es a la prevención mediante uso de insecticidas. Por ejemplo, en España no ocurre, aquí si las ovejas se infectan se tratan con medicamentos”, apunta Soler. Sin embargo en Australia, principal productor mundial de lana, RSPCA estima que han sufrido la práctica la mayor parte de sus 13,5 millones de ovejas merino.
Los sellos y certificados como el RWS (Responsible Wool Standard) en ocasiones ayudan, pero no siempre. Los más comunes garantizan el origen orgánico de la lana, que esta no utilice químicos por ejemplo en el tintado, pero no necesariamente garantizan un trato digno a los animales. Los grandes grupos de distribución a nivel global (tanto Inditex como el grupo H&M o Fast Retailing) se posicionan en contra de técnicas como el mulesing y la repudian en sus códigos de conducta. “Todos los productores de lana de nuestra cadena de suministro deben cumplir con nuestros rigurosos estándares de tratamiento ético a los animales. De este modo, no admitimos prácticas crueles como el mulesing para la obtención de lana”, afirman desde el grupo propietario de Zara.
¿Cómo vestir a 7.500 millones de personas?
La respuesta a esta pregunta no es sencilla, pero necesariamente tendrá que pasar por la tecnología y por la concienciación para elaborar un modelo más sostenible con el medio y con los animales. Los avances técnicos presentan un panorama optimista: la empresa británica Furoid ya replica en el laboratorio piel animal y lana. Otras como las italianas Orange Fiber, Vegeas y Frumat o la holandesa Fruitleather Rotterdam están empleando desechos de frutas para producir materiales en apariencia muy similares al cuero o al cachemir.
También las hay que apuestan por las ovejas y la esquila pero de manera responsable. “Me interesa especialmente lo relacionado con reivindicar el origen de la lana merina y otras especies en León, Extremadura y parte de Portugal, así como la defensa de la trashumancia y sus beneficios para la preservación de los bosques”, dice la experta de ISEM que recomienda prestar atención a las iniciativas de DLana o Madeinslow en España o Icebreaker, Finisterre. Aún son pocos, pero ya existen proyectos que comunican la procedencia de las materias primas de sus jerséis. En este sentido las prendas de punto de la española Revisited, tejidas a mano, apoyan la preservación de la trashumancia. La marca, según cuentan sus creadores a S Moda, surgió precisamente “como respuesta intuitiva a la saturación de la producción en masa, al ‘más es más’ y al exceso en general”. Su programa a pequeña escala permite identificar a cada pastor involucrado. Algo similar sucede con las prendas de la uruguaya Ound, que ofrece ediciones muy limitadas y confeccionadas por mujeres artesanas de zonas rurales. Lana Serena disecciona en cada uno de sus productos el origen de sus materias primas: fibras de cachemir reciclado, lana merino de ovejas trashumantes…
Se cocina una revolución industrial en la que la ciencia y la técnica serán piezas claves para desarrollar una industria más ética y sostenible. Porque, como señala Katcher, “no deberíamos considerar a cualquier producto de moda como algo bello si detrás esconde prácticas horribles”.