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El influjo victoriano: cuando el vestido definitivo se inspira en tendencias de hace 150 años

Esta primavera huele a naftalina por los cuatro costados. Un aluvión de mangas abullonadas, cuellos decimonónicos y técnicas artesanales, desde el bordado inglés al nido de abeja, ponen la mirada en la vestimenta que mujeres como Virginia Woolf o Edith Sitwell pusieron de moda a finales del siglo XIX.

Horror Vacui. Anna Heinrichs fundó esta firma de vestidos y camisas artensanales tras una década en el negocio familiar de la confección. Sus diseños quedan atrapados en el pasado y acumulan guiños a prendas deotras épocas, como las camisolas que se usaban para dormir en el siglo XV o la silueta bucólica importada de Versalles. El vestido Gertrude añade la famosa manga Gigot, abultada en los hombros y ceñida en la muñeca. Como colofón, un generoso cuello a modo de babero y el estampado provenzal de flores.
Ganni. La manga jamón nunca pasa desapercibida. Voluminosa en todos los sentidos, se llama así por la silueta que genera sobre nuestro brazo similar a la pierna huesuda del animal, que causó sensación entre la burguesía europea de finales del siglo XIX. En este vestido de popelín de la marca danesa aparece junto a otros aderezos decimonónicos, como el cuello alzado o el estampado de flores liberty.
Erdem. El universo de Erdem Moralioglu es una máquina del tiempo que viaja por otras épocas en busca de la perfecta feminidad. Su colección PV 2022 parece detenerse en una casa encantada de  Bloomsbury, el barrio en el que el diseñador inglés reside y que toma a la poetisa Edith Sitwell y la mecenas aristócrata Ottoline Morrell como musas. Modelos como Miguella reencarnan las vestimentas que estas dos mujeres pusieron de moda a finales del siglo XIX, basadas en el bordado inglés, el escote con forma de ojo de cerradura o pequeños volantes a modo de ribetes.
Sézane. El cuello victoriano reconocible por los pliegos arremolinados de la tela es otra clave para encontrar al vestido de la primavera. El modelo Nicole de la firma francesa lo reivindica con labores de pasamanería, que se prolongan tanto en las mangas abiertas como en el cuerpo de la prenda. La escasa largura intensifica ese aire de vestido babydoll perfecto con mocasines o sandalias.
Shrimps. La firma británica es devota de los diseños que hicieron furor en el círculo Bloomsbury con Virginia Woolf a la cabeza. El vestido con mangas virago oriundo de Francia fue muy popular entre el grupo de intelectuales, comprimido a intervalos regulares por fruncidos para crear pliegues volumétricos. El modelo Marina retoma ese aire lánguido con un cuello abierto y un estampado pintado a mano.
Sea New York. Los vestidos que diseñan Sean Monahan y Monica Paolini reúnen lo mejor de la herencia vintage con una visión moderna del vestuario para diario. El calado infantil de sus diseños se manifiesta en el modelo Vienne con un canesú fruncido a mano sobre perforaciones en batista. La manga casquillo tan popular en el siglo XIX y el escote en lazo de la espalda redondean la prenda.
Andión. La marca gallega siente especial predilección por los patrones con olor a naftalina que actualizan con mucho mimo y siluetas más ligeras. “Nos encanta repasar vestidos de época y trasladarlos al ahora. Nuestra señas de identidad son los bordes en ondas, la manga abullonada y los botones forrados tan presentes en el mundo novia, nos encanta aplicarlos para el día a día”, explican. El modelo Constance sigue su estela fabricado en crepe de seda con un jacquard inspirado en los papeles de pared de su bisabuela.
Sophie and Lucie. La marca asentada en Barcelona da un giro moderno a la forma voluptuosa de la manga virago en su modelo Arin Flor Bi con pequeños fruncidos. Este minivestido incorpora además una versión ligera del cuello decimonónico, junto a un estampado floral que recuerda a las porcelanas de Limoges de la época.COMPRA (199,95 EUROS)
Iturri Enea. Nahia Lafuente viaja hasta su Guipúzcoa natal para dar vida a una colección en la que no falta su ración generosa de colorido y estampados florales. El pueblo pesquero de Getaria, donde la diseñadora tiene su casa familiar y tomó de ahí su nombre, es el punto de partida de sus pijamas, vestidos  y batas primaverales a los que añade rayas marineras como novedad. El vestido Sleeping rememora los paisajes de cuento de esta región con pequeños volantes de época en cuello y delantera.
&other Stories. En este festival de mangas que ha desatado la primavera, la manga obispo –popularizada por el clero superior en el siglo XIX– gana terreno por su sencillez y elegancia. La reconocerás por una silueta ancha que se comprime en un puño de botones y fruncidos para genera ese efecto abullonado de la muñeca. Este vestido confeccionado en denim refuerza su forma con la silueta trapecio típica de los años sesenta.
Roseanna. La firma de Anne-Fleur Broudehoux da un giro de guion y sustituye los fruncidos clásicos de la manga decimonónica por volantes que le confieren un aire más bohemio. Fabricado en seda con ese estampado paisley tan demandando en los años setenta, el vestido Arlo está inspirado en la obra visionaria del arquitecto y diseñador Carlo Mollino. Disponible bajo petición en su web.
Munthe. Anita Pallenberg y Marianne Faithfull fueron entusiastas de las mangas decimonónicas durante la década del Swinging London, pero a su manera. Las mangas abullonadas que defendieron las chicas Rolling contaban con ligeros fruncidos en el codo y corte imperio en la delantera, siempre en formato mini y junto a cuellos tortuga. El modelo Correct de la marca danesa revive su espíritu sixties para llevarlo incluso a modo de camisola sobre vaqueros.
María de la Orden. La técnica del nido de abeja no podía faltar en este recorrido por la vestimenta femenina del siglo XIX. De origen humilde, se convirtió en un recurso habitual en la bohemia burguesa de Londres, que solía aprovisionarse de su trama artesanal en centros comerciales de la época como Liberty. El vestido Aleria es un ejemplo de cómo adaptarlo a los nuevos tiempos: con mucho color y motivos psicodélicos.
Celia B. El mimo Baptiste el Pierrot inventó a mediados del siglo XIX la iconografía que acompañó a este personaje clásico de la comedia italiana. Un payaso maquillado de blanco que solía llevar un disfraz anacarado con botones negros y una gorguera. Ese generoso cuello se imitó más tarde en camisas y vestidos livianos para mujeres y niñas. La asturiana Celia Bernardo parece hacerse eco de esta antigua tendencia con el modelo Dusteen, un vestido con cuello Pierrot superpuesto sobre mangas en el mismo volumen y estampado creado por la artista británica Grace Poole.

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