Un Galliano irreconocible se confiesa en la tele: “Era un bebedor empedernido. Gracias a aquel incidente estoy vivo.”
El diseñador se pone delante de una cámara y se sincera en una emotiva y dura entrevista con el presentador estadounidense Charlie Rose.
“Conocía a Lee (Mcqueen) y pude comprenderlo. Esa soledad, ese dolor”, confesaba ayer un compungido John Galliano al presentador estadounidense Charlie Rose. Pocos días después de la publicación de una extensa entrevista en Vanity Fair, el ex director creativo de Dior se sentaba delante de una cámara por primera vez tras el incidente que condujo a su despido en 2011.
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“Conocía a Lee (Mcqueen) y pude comprenderlo. Esa soledad, ese dolor”, confesaba ayer un compungido John Galliano al presentador estadounidense Charlie Rose. Pocos días después de la publicación de una extensa entrevista en Vanity Fair, el ex director creativo de Dior se sentaba delante de una cámara por primera vez tras el incidente que condujo a su despido en 2011.
Con el traje más sobrio que se le recuerda y una mirada entre la tristeza, la vergüenza y el arrepentimiento, Galliano se sinceró ante un presentador implacable que no se cansó de preguntar durante casi una hora por los motivos que llevaron al diseñador a proferir aquellos insultos antisemitas en el parisino bar La Perle. “Era un bebedor empedernido. No recuerdo haber estado allí. No recuerdo el momento en que dije aquello”, asegura. “Sólo sé que no soy un racista. Sé que no lo soy”.
Galliano recuerda con tristeza su infancia, los abusos y la humillación a la que sus compañeros del sur de Londres le sometían por ser gay e inmigrante. Afirma que entrar en la Saint Martins y poder dar rienda suelta a su creatividad fue una liberación, y recuerda el momento en que se mudó a París y firmó su primer contrato con Dior como “el mejor de su vida”. Sin embargo, cree que aquellas frustraciones infantiles prendieron la mecha de esos años posteriores marcados por el alcohol y el consumo de tranquilizantes.
Se creó un personaje, “un mecanismo de defensa contra la frustración”, afirma. Pero la peor parte la causó el éxito: “mi vida acabó siendo inmanejable. Era un adicto que seguía creando y produciendo, pero llegó un momento en que bebía antes y después de cada colección”. Un proceso creativo que, según cuenta, se aceleró hasta llegar a tener que elaborar 32 colecciones al año. Se evadió en el alcohol para soportar el éxito, la responsabilidad de su cargo y, sobre todo, la presión a la que la industria le estaba sometiendo: “beber frenaba las voces, las preguntas que surgían a mi alrededor”.
El diseñador recuerda a amigo Steven Robinson, que murió en 2007 de un infarto provocado por sobredosis. La muerte de su compañero más fiel, “su mano derecha”, como él mismo lo define, le llevó de la adicción al desastre: “no supe lidiar con mis emociones”, confiesa el diseñador, “había mucha gente preocupada por mí, pero no intervinieron directamente, aunque sí me dieron muchos avisos y hubo muchas quejas sobre mi comportamiento”.
El rostro se le ilumina por primera vez cuando el presentador le menciona a Óscar de la Renta, con quien colaboró durante su última colección para el otoño de 2013. Una ‘segunda oportunidad’ que duró tres semanas y que Galliano recuerda como uno de los momentos más inspiradores de su vida: “Hacía dos años que no estaba en un estudio. Tuve un ataque de pánico cuando llegué, pero al ver a los sastres, a las costureras, al tocar los tejidos…me relajé”, afirma. Fue entonces cuando recuperó sus ganas de crear y su capacidad de inspiración, algo que, según cuenta, había perdido durante su etapa en rehabilitación, al ser consciente por primera vez de que era un adicto y había perdido el control en todos los aspectos de su vida. “Me animaron a escribir, porque ni siquiera podía hablar”, recuerda.
Las otras dos personas que logran devolver la sonrisa a su rostros son Anna Wintour, su gran defensora desde sus inicios, y Jonathan Newhouse, el presidente de Condé Nast Internacional, al que define como “el hermano que nunca tuvo”.
Aunque asegura vivir el día a día y no dejarse llevar de nuevo por la presión del futuro, el apoyo de estos y otras grandes figuras de la industria le dan fuerzas para replantearse su vuelta. Confiesa que ver cómo suspedieron el curso que iba a impartir en la escuela Parsons de Nueva York “fue humillante”. Pero eso no va a detenerle. Deja la puerta abierta a una colaboración más sólida con de La Renta y las ganas de volver a diseñar se vislumbran en su gesto cada vez que el presentador le menciona el futuro.
Un breve vídeo resume sus mejores momentos en la maison Dior, sus salidas ataviado con múltiples disfraces y sus maravillosas creaciones: “Veo felicidad, pero también veo problemas”, afirma entristecido, “ser un couturier es mágico, es la moda en su nivel más alto. Pero hacer colecciones a ese nivel, tantas noches sin dormir, la presión…”
En aquel momento no era consciente de sus problemas, seguía diseñando, y creía que era lo correcto tanto para la firma francesa como para él. Ahora, asegura, se centra en su recuperación, “un proceso que durará toda la vida”.
Hace pocos días, Cathy Horyn comentaba la entrevista que el gibraltareño concedió a Vanity Fair y opinaba que Galliano merece una segunda oportunidad, un regreso que no dependiera de terceros, un lugar para volver a diseñar por y para él mismo. Él asegura a Charlie Rose que no necesita el alcohol para crear, que se siente con fuerza y capaz de volver a hacerlo, pero que antes “debe elegir bien sus pasos, debe ser perdonado”.
En definitiva, lo que importa es que gracias a aquel incidente hoy está vivo, algo que no se cansa de remarcar durante toda la entrevista. La expresión de su rostro y el temblor que arrastran sus palabras muestran verdadero arrepentimiento. La sonrisa y el brillo de sus ojos al hablar de moda nos dejan ver que su verdadera pasión sigue siendo la creación, “hacer que las mujeres sueñen, disfrutar del proceso creativo”, afirma ilusionado.
Asegura que no concederá más entrevistas. Esperemos que la próxima vez que le veamos delante de una cámara sea saliendo a saludar tras un desfile, cumpliendo su deseo de seguir haciéndonos soñar con la moda y totalmente recuperado.