Paciencia
Una vez me intoxiqué con una ostra y tras regresar de las tinieblas decidí que quería comer ostras. Este gesto contrafóbico me define: lo que no me mata me hace más disfrutona. A todo le concedo una segunda oportunidad; hasta a un animal asesino. Comprendo a Elizabeth Taylor, que se casó dos veces con Richard Burton. Siempre me ha parecido muy cómodo volver con un ex. Ahorra conversación sobre el pasado (estudié un año de escenografía y dos meses de ruso, no me gusta el cordero…) y evita esa campaña electoral que siempre exige la seducción. A menos que haya existido una experiencia dolorosa, n...
Una vez me intoxiqué con una ostra y tras regresar de las tinieblas decidí que quería comer ostras. Este gesto contrafóbico me define: lo que no me mata me hace más disfrutona. A todo le concedo una segunda oportunidad; hasta a un animal asesino. Comprendo a Elizabeth Taylor, que se casó dos veces con Richard Burton. Siempre me ha parecido muy cómodo volver con un ex. Ahorra conversación sobre el pasado (estudié un año de escenografía y dos meses de ruso, no me gusta el cordero…) y evita esa campaña electoral que siempre exige la seducción. A menos que haya existido una experiencia dolorosa, no conviene descartar un amor del pasado, ya sea una persona, un libro o una exfoliante. Las segundas oportunidades son convenientes y humildes.
Hace algunas semanas asistí a ILTM —International Luxury Travel Market—, que se celebra cada año en Cannes. Allí conocí un programa que trabaja con las segundas, terceras o sextas oportunidades. Se trata de Fit for Fertility, un retiro para mujeres con problemas de fertilidad, liderado por Zita West y que tendrá lugar en el Waldhotel de Lucerna, el centro médico del mítico Bürgenstock Resort. En este hotel se casaron Audrey Hepburn y Mel Ferrer y allí establecieron durante años su residencia Carlo Ponti y Sophia Loren. La representante del hotel pasó de largo por estos nombres de leyenda (snif, snif) y se centró en el de Zita West. “Ha sido la matrona de Kate Winslet”, me contó con orgullo. Este retiro, que se celebrará del 12 al 16 de marzo, es para quienes se denominan GAT (Global Affluent Travelers) o viajeros internacionales con recursos, y también con perseverancia.
El Fit for Fertility no es para mí. Tengo otros territorios, más asequibles, por conquistar. Uno de ellos es el de la cosmética paciente, esa que requiere tiempo para ver resultados. Mala cosa en tiempos ansiosos. He dado una segunda oportunidad al retinol. El retinol lo hace todo (suavizar líneas de expresión, proporcionar elasticidad, uniformar el tono y un larguísimo etcétera) y lo hace todo bien y… lento. Sé que es sensacional, pero siempre me ha costado integrarlo en mi rutina porque funciona a largo plazo. Quousque tandem abutere, retinol, patientia nostra? Sin embargo, el retinol es demasiado potente como para andarme con tonterías existenciales. La paciencia es la espera calmada y hace falta mucha para observar los beneficios de este ingrediente.
En cosmética, escenario del capricho y la oferta enloquecida, es fácil abandonar una hidratante, un tratamiento, un labial. No es lugar para las segundas oportunidades; sin embargo, este mes he otorgado una al kobido, esa técnica japonesa de masaje facial que muchos dicen que conocen, pero pocos hacen bien. Mi primera experiencia con él, años ha, me impresionó: cuando me levanté de la camilla no solo tenía los pómulos de Lauren Bacall, sino que tenía también su actitud. Tras ella hubo muchos kobidos en los que confundieron masaje con pellizcos. Hace poco me animé de nuevo a probar uno. Laura Tubao, que viaja desde Cantabria a Madrid solo para realizar este tratamiento, me cuenta que los samuráis recibían kobido para mantener la calma y cargarse de fuerza. Toda introducción con épica me hace estar receptiva. Lo cierto es que, al salir a la calle, aunque llovía y estaba oscureciendo, mi piel iluminaba la plaza de Santa Bárbara. Y me sentía lista para la batalla. Esa misma noche tenía una. La gané.