Opinión

Otro mañana es posible

«La fantasía de infinitas posibilidades en una vida es recurrente y abundante en las novelas y en el cine».

No he jugado nunca a videojuegos ni entré en los furores de Play Station o Nintendo, y por eso cuando varias personas me recomendaron la última novela de la escritora Gabrielle Zevin, ambientada en el mundo de los videojuegos a finales de los años ochenta, fui un poco reticente. Contra todo pronóstico, el libro me absorbió por completo y me emocioné leyendo el viaje de dos adolescentes que crecen unidos por el amor a la programación y la pasión por inventar universos.

Más allá de los entresijos de la creación, una de las cosas que la autora explica muy bien es cómo y por qué los videoju...

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No he jugado nunca a videojuegos ni entré en los furores de Play Station o Nintendo, y por eso cuando varias personas me recomendaron la última novela de la escritora Gabrielle Zevin, ambientada en el mundo de los videojuegos a finales de los años ochenta, fui un poco reticente. Contra todo pronóstico, el libro me absorbió por completo y me emocioné leyendo el viaje de dos adolescentes que crecen unidos por el amor a la programación y la pasión por inventar universos.

Más allá de los entresijos de la creación, una de las cosas que la autora explica muy bien es cómo y por qué los videojuegos se convirtieron en lugares de escape y evasión para tantas personas. Al contrario que en la vida, en un juego siempre se puede volver a empezar, hay otra vida, una oportunidad más de hacer las cosas de forma distinta. El título de la novela —Tomorrow, and Tomorrow, and Tomorrow— recoge un fragmento de un discurso de Macbeth, que uno de los protagonistas recita de memoria en una de las escenas del relato. Cuando están debatiendo sobre cómo nombrar a su empresa, explica que precisamente esa es la esencia de un juego: un mañana, y otro, y otro más, la posibilidad de redención sin límites. La idea que mantiene a los jugadores enganchados y los invita a seguir jugando es que en el juego no existen pérdidas permanentes, porque constantemente se puede nacer otra vez. Si el jugador vuelve al inicio y cambia algunos elementos de su recorrido, puede ganar la siguiente partida.

La fantasía de infinitas posibilidades en una vida es recurrente y abundante en las novelas y en el cine. Películas como El efecto mariposa e incluso comedias románticas como Palm Springs, Una cuestión de tiempo o El sueño de mi vida exploran esta idea. ¿Y si pudieras viajar en el tiempo y cambiar lo que ahora sabes que fue un error? ¿Qué sucede cuando un gesto mínimo desencadena una alteración fundamental?

El arte, el teatro, la música y los libros nos hablan de otras oportunidades e interpretaciones. En ocasiones es la obra la que se reinterpreta una y otra vez, y en otras son los propios artistas los que se transforman en diferentes versiones de sí mismos.

La cantante Taylor Swift, cuando todavía era una joven desconocida empezando su carrera en Nashville, firmó en el año 2005 un contrato con la discográfica Big Machine Records. Cuando este venció en 2018, se pasó a Universal. Con el cambio, perdió los derechos sobre todas las versiones originales de sus primeros seis álbumes, muchos de los cuales ya se habían convertido en éxitos de masas y de ventas. Swift intentó de muchas formas recuperarlos y recomprarlos, e hizo varias ofertas que la discográfica rechazó. Ante esa imposibilidad, decidió grabar de nuevo todos sus antiguos álbumes y darles una segunda vida. En las ediciones de Taylor’s Version incluyó temas que no llegaron a salir en su lanzamiento original, volvió a sus raíces musicales desde la madurez actual y compartió con sus seguidores reflexiones sobre lo que le había supuesto ese particular viaje en el tiempo. Cuando lanzó Red: Taylor’s Version, la artista escribió que ese álbum era para ella la representación musical de todos los sentimientos de un corazón roto. Feliz, triste, confundido, solitario, devastado, eufórico, salvaje y torturado por las memorias del pasado. Con la compañía de Red: Taylor’s Version muchas viajamos también en el tiempo, reconfortadas sabiendo que quizás, como en el álbum de Taylor y en la novela de Zevin, otro mañana distinto es posible.

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