No es un descuido, es una declaración de intenciones: la ropa interior pasa al primer plano
Enseñar el sujetador ha pasado de ser un descuido a toda una declaración de intenciones. Bajo el influjo de la estética Y2K y un fuerte deseo por jugar a vestirnos de nuevo tras el confinamiento, la pasarela se ha puesto de acuerdo para que este invierno pasemos un poco de frío al llevar la ropa íntima a un primer plano.
Este otoño se ha hecho realidad una fuerza cíclica en la moda que venía gestándose desde hace un tiempo: la ropa interior dejaría de ser interior para salir a la calle. Si en la primera de 2020 personalidades como Bella Hadid, Emily Ratajkowski o Emily Ratajkowski hicieron un guiño a la cultura dosmilera dejando aflorar una whale tail (ese triángulo que forma el tanga parecido a la cola de una ballena cuando queda a la vista) sobre pantalones de cintura baja o vestidos de escote trasero, el verano pasado será recordado por ...
Este otoño se ha hecho realidad una fuerza cíclica en la moda que venía gestándose desde hace un tiempo: la ropa interior dejaría de ser interior para salir a la calle. Si en la primera de 2020 personalidades como Bella Hadid, Emily Ratajkowski o Emily Ratajkowski hicieron un guiño a la cultura dosmilera dejando aflorar una whale tail (ese triángulo que forma el tanga parecido a la cola de una ballena cuando queda a la vista) sobre pantalones de cintura baja o vestidos de escote trasero, el verano pasado será recordado por el retorno del vestido desnudo (naked dress en inglés) que catapultó Kate Moss bajo un modelo de Dior en 1993, y que deja el cuerpo a la vista más como un gesto activista que el simple hecho de mostrar por mostrar.
Una legión de desfiles se han propuesto cerrar el presente año desdibujando aún más los límites convencionales entre intimidad y exterior dentro del armario para enseñarlo todo sin tener en cuenta el contexto que lo acompañe. Tagwalk, la plataforma digital que identifica tendencias al cruzar datos extraídos de todas las pasarelas del mundo, estableció la palabra transparent como la categoría líder para este otoño-invierno. Este término elude no solo al tejido traslúcido que a modo de un sutil velo muestra lo que tapa, sino a la propia cualidad de la prenda interior que ya no se esconde para mostrarse tal y como es.
El debut del parisino Matthieu Blazy como director creativo de Bottega Veneta capitanea la tendencia con su versión más glamourosa del vestido lencero, que popularizó Calvin Klein en los años noventa. Bajo un manto de lentejuelas cristalinas y bordados frutales que deja entrever una braguita retro, sobre este slipdress se asoma un sujetador en lila que genera la ilusión de varias capas sobre el escote. Ese efecto óptico se replica también en los vestidos sombríos de Givenchy y Erdem o en la colección más Gen Z de Versace, que introduce otra pieza íntima sobre la pasarela (y emblema de la generación TikTok): el top corsé.
Pero si hay un desfile que saca la ropa interior a la calle como consecuencia de la estética Y2K que imita las tendencias surgidas a principios del nuevo milenio es la propuesta otoñal de Miu Miu. Los creadores de la silueta más impactante de esta temporada, compuesta por una blazer o un abrigo de proporciones exageradas frente a una falda reducida hasta su mínima expresión, proponen llegar hasta el core del atuendo, la lencería. Bajo la influencia de aficiones de niños bien como el tenis o el ballet, Simons y Prada azuzan los roles de género desestructurando prendas y códigos mientras unas dulces braguitas de satén saltan a la vista y los sujetadores se insinúan entre tejidos transparentes.
Este revelador destape, señala Iria Domínguez, experta en comunicación de moda, podría entenderse como una consecuencia más de la alteración global que ha generado la pandemia en todos los ámbitos, incluida la moda. “En el momento de diseñar estas colecciones los equipos creativos tenían en mente el que sería ‘el invierno del destape’ entendido como la vuelta a la vida, a vestirse, a jugar con las transparencias y el look de fiesta”, expresa. Tras el dominio de la streewear con prendas utilitarias y cómodas como sudaderas en los códigos estéticos antes del estallido de la pandemia, el nuevo contexto pedía un cambio drástico de guion: “Todas estas colecciones son lo contrario a cómo vestíamos en la época prepandémica. Son delicadas, románticas, opuestas a la dictadura de lo tecnológico que vivimos, con un punto escapista que nos aleja de las redes sociales y el metaverso, y simboliza lo que no podías hacer durante el confinamiento”.
En segundo lugar, apunta Domínguez, engancha con un pronunciado acercamiento a la cultura del do it yourself potenciada durante los meses más duros de la pandemia. La reclusión en nuestras casas indujo a crear y componer nuevos estilismos con prendas que teníamos cerca. La propia Miuccia Prada, que apareció entre bambalinas durante este desfile con unas enaguas y una camiseta, hizo apología de la tendencia: vestirse con lo más cercano para revolucionar el mundo. “Ese espíritu DIY invita a sacar las prendas propias de la intimidad de una casa (en la que hemos pasado tanto tiempo) a la calle (donde ansiábamos estar), como puede ser el camisón de tu madre o la propia ropa interior”.
Del ‘bra top’ a las faldas de muselina o el vestido de red
Pero las maneras de visibilizar la ropa interior sobre la pasarela no terminan aquí. La tendencia de convertir el sujetador en prenda superior única envuelto en texturas como el raso o el denim que sustituya a la camisa bajo chaquetas y abrigos deja de ser una idea descabellada en manos de Christopher Kane o en la odisea rosa de Valentino.
En cambio, bajo tejidos muselina como el chifón o el encaje, las prendas íntimas adquieren un nuevo dramatismo que abre un sugerente campo de experimentación. En la propuesta otoñal para la casa Fendi, por ejemplo, Kim Jones consigue que la prenda interior se intuya sexy bajo texturas etéreas, costuras abiertas y colores pastel sacados del tocador. Un efecto casi de ropa mojada que recuerda a las túnicas talladas en las esculturas helenísticas, y en donde un susurro parece un reto mucho más atractivo de conseguir que la simple obviedad.
Un objetivo similar persiguen las delicadas labores en hilo de Dior sobre sostenes en negro o el maxidress de encaje de Chanel que deja entrever un culotte lencero al más puro estilo de las musas seventies. La firma belga Ester Manas lo utiliza como una herramienta para abordar la diversidad de tallas bajo juegos impolutos de simetrías y colores. Ludovic De Saint-Sernin, el diseñador que trabaja la desnudez desde sus inicios para desdibujar el género en la moda, se deja de medias tintas y muestra a través de su vestido malla la ropa interior en todo su esplendor.
En un plano más terrenal para el armario del día a día, Lara Quetglass, fundadora de talk under light, la marca de lencería orgánica que busca el menor impacto sobre el planeta, recomienda la premisa de no seguir ninguna norma. “No existen reglas fijas de cómo mezclar la ropa interior en nuestros looks de cada día. Lo interesante es que cada cual decida su manera. Tanto si quieres mostrar tu cuerpo como sino, es importante sentirte bien con lo que llevas y jugar sin miedo si así lo sientes”. Jugar a la superposición de sujetadores sobre vestidos vaporosos, bodies o bajo tank tops livianos, mostrar toda su silueta o bien solo detalles como un tirante o la línea de encaje de una braguita, son fórmulas de incorporar fácilmente la tendencia: “Se trata de disfrutar del acto de vestirse, que cada cual encuentre su manera cómoda de mostrarse al mundo olvidándose de las modas, los estereotipos, las reglas del momento, los complejos propios o cualquier barrera que no le deje ser libre en estas decisiones”.