«Mujer tenías que ser»: así han cambiado las españolas al volante (y en los concesionarios)
Rosalía haciendo caballitos salvajes sobre una Honda o conduciendo su espectacular Ford F-150 Raptor ha abierto el debate sobre si seguir glorificando la gasolina como símbolo de estatus tiene sentido en un mundo al borde del colapso energético. ¿Pero y si el coche para las mujeres fuese, además de un medio de transporte, un instrumento de emancipación?
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En el videoclip del primer sencillo de Motomami, Saoko (rodado en una todavía tranquila Kiev) Rosalía aparecía junto a una pandilla de mujeres de su misma generación y sensibilidad estética haciendo caballitos sobre una Honda CBR 600, circulando por un circuito de asfalto a velocidades imposibles. Reaccionando a la visión de esas imágenes tan impactantes, la escritora, periodista y activistas medio ambiental Azahara Palomeque comentó que la sola visión de tanto viejo motor impulsado con combustibles fósiles le provocaba ecoansiedad.
La cantidad de tuiteros que se burlaron de esta apreciación con la misma vehemencia con la que los defensores del chuletón arremetieron contra Alberto Garzón cuando se atrevió a poner en entredicho el hábito español de comer carne dejó claro que como ella misma había avanzado estaba a punto de dar una “opinión impopular”.
Poner en duda la supremacía de los vehículos motorizados en un país en el que la dicotomía transporte público-privado se ha convertido en un verdadero caballo de batalla cultural entre fuerzas progresistas y conservadoras y en el que, según el Instituto Nacional de Estadística, hay un coche y medio por cada dos habitantes puede ser ciertamente impopular.
Y quizá sea extraño que un referente juvenil como Rosalía promueva el universo simbólico de los motores que rugen alimentados por combustibles fósiles, origen de muchos males del mundo contemporáneo. Sin embargo, hay algo profundamente transgresor en el hecho de ver a esas mujeres jóvenes conduciendo como auténticas expertas, con una determinación y un virtuosismo que hasta hace poco parecía vetado al público femenino. A pesar de que entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para 2030 esté el priorizar el transporte público en 137 países, incluido el nuestro, 2019 fue el año de mayor crecimiento del parque móvil en los últimos veinte. Los titulares de las matrículas son mayoritariamente hombres. En una ciudad como Madrid, el 70% de los usuarios de transporte público (según datos de 2019 del Ayuntamiento) son mujeres, toda vez que el coche particular es el medio de transporte favorito de los hombres. No resulta aventurado decir que el de los vehículos de motor ha sido tradicionalmente un ámbito masculino: en algunas ferias de automóvil (por ejemplo en el Essen Motor Show, el evento de tuning más importante de Europa) junto al modelo deportivo más agresivo que quepa imaginar siguen posando mujeres exuberantes, como una prolongación anacrónica de todo aquello que se supone que un verdadero hombre debe poseer. ¿Pero qué pasaría si fuese la mujer la que posee el coche? ¿Y si el vehículo fuese una frontera más de la lucha feminista?
Tal y como pudimos ver en sus redes sociales, para desplazarse por Los Angeles, Rosalía usa un Ford F-150 Raptor personalizado con tapicerías de piel rosa: una bestia que mide 5,58 metros de largo por 2,19 de ancho (sin contar los retrovisores) y 1,99 de alto, con una distancia entre ejes que se va hasta los 3,37 m y que cuesta 45.000 euros. No sabemos cómo tomó su decisión de compra, pero sí que esta responde al patrón más habitual en ese país entre las mujeres, que quieren vehículos con gran potencia y mucha capacidad, motivo por el que suelen elegir pick ups como este, según cuenta Marta García, presidenta ejecutiva de WWCoty, una asociación que aglutina a las 57 mujeres, de 42 países y 5 continentes que cada año desde 2009 eligen el Coche del Año. Esta agrupación se creó después de que su primera presidenta, la neozelandesa Sandy Myher, se diese cuenta de que en los jurados que premian los mejores vehículos del mercado no había mujeres. “Estamos tratando de hacer contacto con la ONU y que declaren el 24 de junio el día internacional de las conductoras porque ese día se levantó la prohibición de conducir a las mujeres en Arabia Saudí». García explica que para las mujeres, que en España empezaron a poder sacar licencia de conducir en 1920 pero solo comenzaron a poder hacerlo sin permiso de su padre o su cónyuge en 1975, el valor simbólico del vehículo motorizado es muy diferente que para los hombres: «Los más críticos con el coche quizá tienen la perspectiva de Occidente solamente, pero para las mujeres de muchos países significa el acceso a la independencia, a escapar, a tener un trabajo en otra localidad… queremos reivindicar el derecho a conducir porque es el derecho a la movilidad. Para una mujer un coche es en ocasiones un refugio. Yo he llorado en mi coche muchas veces, porque no quería subir a mi casa”. En la cultura popular, el coche fue un refugio para Thelma y Louise, esa pareja de amigas que salió a hacer un road trip por la Ruta 66 a bordo de un Mustang desde el que se tiraron de un barranco para escapar de una ley implacable con ellas. Lo fue también para la madre de Elio, el chico de Call me by your name que descubre su propia homosexualidad a la vez que la de su padre.
Según datos de la agencia global de estudios de mercado Group M El momento de la adquisición de un coche es, para una mujer, un momento tan importante como una mudanza, un nuevo empleo o incluso tener un hijo. La idea del coche como un espacio de intimidad femenina la comparte Lola Muñiz, una ejecutiva de 44 años que utiliza un SUV para desplazarse al trabajo y que asegura que las mejores ideas siempre se le ocurren conduciendo, porque ese trayecto entre el ámbito laboral y el doméstico, es solo y exclusivamente para ella: «Para mí no fue importante comprarme un coche, pero es importantísico conducir, y cuando he dejado de hacerlo porque durante temporadas que no he cogido el coche habitualmente he sentido que perdía independencia y no me ha gustado nada». De acuerdo con los datos que maneja WWCoty, en España cuando va una pareja dentro de un coche en el 63% de los casos conduce un hombre. Esa imagen, la del hombre conductor y la mujer copiloto era un estereotipo inamovible hasta cuando los jóvenes españoles de la próspera España del 92 pudieron empezar a acceder a un pequeño utilitario. La campaña de Renault Clio que puede ver bajo estas líneas es prueba de ello.
«Cuando estás en pareja muchas veces dejas que te lleven, no es una decisión consciente, pero suele ser así salvo que te encante conducir. Ahí vas tú con el telefonito tan tranquila, y de pronto te das cuenta de que te da respeto ir por el centro de Madrid, o aparcar en sitios muy congestionados o hacer un viaje largo», dice Lola Muñiz. ¿Por qué tantas mujeres siguen resistiéndose a tomar los mandos? La psicóloga especialista en género del gabinete madrileño Hortaleza 73, Violeta Alcocer, cuenta que en dinámicas de grupo que han realizado con mujeres con amaxofobia (fobia a conducir) se han encontrado con que la mayoría de ellas dicen que de forma incosciente sienten que tienen la obligación de conducir de forma agresiva o muy masculina y que es algo que no les nace espontáneamente, de manera que finalmente optan mejor por no arriesgarse. «Yo admito que tengo muchísimo miedo a que le pase algo a mi hija y ser la responsable, por eso en el último momento dejo que conduzca mi marido», explica Leticia Fernández, periodista madrileña de 38 años. No hay estadísticas fiables al respecto pero Marta García, como portavoz de su agrupación ofrece una explicación personalísima: “Yo creo que les da miedo porque tienen a alguien al lado cuestionando su forma de conducir. Cada vez que haces una maniobra la ven mejorable. Nos hacen creer que el territorio del automóvil es suyo”. Se refiere al consumo pero también al propio acto de la conducción. Aunque el ascenso de mujeres con carnet ha sido considerable desde los años 90 (en 1990 solo el 30% de los carnés eran obtenidos por mujeres) siguen siendo más los hombres con licencias. En Madrid la proporción es de 60-40. ¿Pero qué hay del mito de que las mujeres conducen peor? La DGT maneja un informe de 2018 realizado por la Universidad Politécnica de Madrid y la Cátedra Eduardo Barreiros que refleja que los hombres son más arriesgados al volante, sufren más accidentes y estos son más graves que los ocasionados por mujeres.Para llegar a esta conclusión, los expertos del Instituto de Investigación del Automóvil (INSIA) de la Universidad Politécnica de Madrid compararon ratios equiparables de hombres y mujeres del censo de conductores y analizaron su implicación en 200.000 siniestros producidos entre 2004 y 2013.
«La socialización de la conducción como territorio masculino empieza en la más tierna infancia, cuando a los niños se les regalan coches y a las niñas cochecitos», explica la psicóloga Alcocer. Las carreteras son culturalmente masculinas y también los concesionarios. De este último territorio se ha adueñado a base de tesón Maria Jesús Catalá (51 años), gerente del concesionario Vedat, de Valencia, el que tiene más delegaciones y mayor nivel de excelencia, ventas e influencia en su área, estratégica para Ford, por ser el lugar donde su ubica su fábrica española. Lleva al frente del negocio desde 1998 y cuando comenzó no se lo pusieron fácil: “Al principio de las reuniones que teníamos con otros concesionarios de la zona los hombres no me tenían en cuenta. Era la única mujer y encima muy joven. Recuerdo una comida en un restaurante donde estaban hablando de temas del negocio y todos dieron la opinión con respecto a la marca. Cuando llegaron a mi mesa me saltaron. Les tuve que explicar que yo tenía un punto de vista, exactamente igual que ellos. Algunos se quedaron sorprendidos, otros hicieron bromas pero yo ya dejé sentadas las bases”. Y sobre esas bases trabaja Rosa Brull (55), una de las responsables de ventas de Vedat: “Al principio era un poco duro a veces porque te venía el típico hombre de 40 a 50 años que pensaba que no tenías ni idea y te lo hacían notar, con la típica sonrisita sarcástica. Ahí tenía que tirar de toda la psicología posible y hacerle ver que sabía tanto o más, aunque a veces eso les de exactamente igual”. ¿Y hay hombres que rechazan ser atendidos por mujeres? “Sí he visto a clientes que se dirigen directamente a mis compañeros hombres, pero ya no pasa tanto”, matiza Brull, risueña. Esta actitud le suena familiar también a Marta Gacía, quien con 31 años de experiencia a sus espaldas como periodista de motor cuenta: “Es muy habitual que el ingeniero de la marca, cuando le preguntas por un detalle técnico, te empiece a responder a ti pero al segundo de empezar a hablar traslade su mirada al compañero varón. Pero yo sigo haciendo preguntas cada vez más complejas, ¡me encanta provocar un poco!”, dice entre carcajadas. Ella es quien señala que el factor económico es fundamental a la hora de hacerse con un coche: «Las mujeres ya no solo son trabajadoras. En los últimos quince años han accedido a puestos directivo, con buenos salarios y es cuando empieza a pensar en coche más lujosos, mejor equipados y más potentes». Cuando empiezan a ser «la pámpara», como dice Rosalía en Saoko, expresión dominicana que como ella misma ha explicado, significa «mujer que tiene dinero».
Para Patricia Fernández, 31 años, una de esas madrileñas que forma parte del conjunto minoritario de mujeres que se desplaza en coche por la ciudad, si la compra de su vehículo, un modesto monovolumen, no fue el momento más trascendente a nivel vital si lo fue económicamente. “Es el mayor desembolso que he hecho en mi vida”. Su padre la acompañó a dar ese gran paso. Este es un patrón habitual, pero cada vez menos frecuente, según cuentan Catalá y Brull, del concesionario Vedat: “Antes era raro ver a una mujer sola venir a comprar un coche, siempre venía con el novio, con el padre o con marido y ellos decían eso típico de: ‘Yo elijo el modelo, mi mujer el color’ pero cada vez vienen más mujeres solas y mucho antes que en el diseño, se fijan en la tecnología, el equipamiento y sobre todo la seguridad, para las mujeres la seguridad es muy importante”. Pero aunque la seguridad sea importante, las mujeres que viven en pareja siguen siendo las que hacen uso del coche más pequeño, el secundario, el de los recados, la intendencia y en resumen, los cuidados, atribuidos tradicionalmente a las mujeres: «Cosa que es completamente absurda porque es el que muchas familias dedican al transporte escolar”, dice García. La búsqueda de la sensación de seguridad entre las mujeres, «que aunque no sean las titulares de los coches son quienes determinan la decisión de compra de sus parejas en un 80%», explican desde el departamento de comunicación de Ford, es de hecho la razón esencial por la que hace una década se produjo el boom de ventas de SUV en toda Europa, que en la actualidad sigue siendo la categoría de vehículo más vendida.
La portavoz de WWCoty se queja de que los responsables de marketing nunca han entendido las demandas y necesidades de las mujeres, que por lo general se preocupan más por el consumo de los vehículos y son también las que más se interesan por los coches eléctricos, que es lo que serán prácticamente todos los coches a partir de 2030: «No han sabido conectar con nuestros sentimientos, nos siguen vendiendo prestaciones y habitabilidad”. El supuesto espíritu práctico femenino es el que hace que en el segmento de las motos, las principales ventas entre las mujeres sean de scooters y motos de menos de 125 cc, según confirma a S Moda el director de comunicación de Honda, Albert Cavero. Ese tipo de moto es la que se llaman commuter, muy diferentes a las del segmento fun, en el que se encuadran las motos que salen el videoclip de Rosalía, precisamente de la marca Honda. «En 2021 hubo un incremento de ventas en ese área del 8% al 11% en el año 2021 en el segmento». Cavero dice que las mujeres, cuando compran una moto, por lo que más se preocupan es por la ligereza, el volumen, la altura del asiento (facilidad en poner los pies en el suelo), la plataforma reposa pies plana, el gancho porta bultos, el cofre bajo el asiento, los elementos de seguridad (ABS) y la ecología (consumo, idle stop). En cuanto a si han vendido más motos gracias a Rosalía: «Lo lamento pero no disponemos de datos al respecto. En cualquier caso la imagen de la moto que muestra cierto video de Rosalía es totalmente contraria a nuestros valores de marca. Caballitos en plena ciudad, nulo equipamiento de protección…». Saoko, papi, saoko.
La escritora y activista medioambiental Azahara Palomeque, dos semanas después de aquella reacción desmesurada en redes, comprende la visión que proponen las mujeres de WWCoty y comparte el poder emancipador del coche, sin embargo, sigue sosteniendo que un modelo de movilidad basado en el transporte individual no es ni viable ni ético: «Entiendo que, para muchas mujeres, conducir haya sido un símbolo de libertad. Incluso en lo personal: crecí en una familia monoparental, con mi madre, y para ella fue fundamental tener un coche no sólo para viajar, sino sobre todo para poder trabajar. Sin embargo, en el contexto de crisis climática que vivimos, creo que es fundamental cuestionar ese «poder» que dan los combustibles fósiles y buscar alternativas más respetuosas con el medioambiente y la vida en general. Por otra parte, habría que incidir en la asociación «libertad-vehículo propio»: se puede ser igual de libre con un sistema de transporte público sostenible. El problema es que tenemos integrada una visión del coche, la moto, etc. como paradigma de mejora económica y social cuando ya no podemos permitirnos esos valores por una cuestión de límites biofísicos del planeta».