Los mundos infinitos de Yayoi Kusama se plasman en los nuevos bolsos de Louis Vuitton
Después de 10 años de su primera colaboración, Louis Vuitton vuelve a aliarse con la artista japonesa en una colección que aspira a ser una obra de arte para llevar.
«Tenemos que seguir creando, creando. Es importante que creemos”, le dijo, cogiéndole de la mano, Yayoi Kusama a Marc Jacobs durante su primer encuentro en Tokio, en 2006. Al diseñador le fascinaba el trabajo de la artista japonesa, en concreto, su obsesión por plasmar el infinito a través de puntos de distintos tamaños y su tenacidad para lograrlo: desde que se recluyera por decisión propia en el hospital psiquiátrico de Seiwa, en 1977, la artista ha trabajado en su estudio nueve horas diarias seis días a la semana. Desde Louis Vuitton, Jacobs fue pionero en convertir los bolsos de lujo en ob...
«Tenemos que seguir creando, creando. Es importante que creemos”, le dijo, cogiéndole de la mano, Yayoi Kusama a Marc Jacobs durante su primer encuentro en Tokio, en 2006. Al diseñador le fascinaba el trabajo de la artista japonesa, en concreto, su obsesión por plasmar el infinito a través de puntos de distintos tamaños y su tenacidad para lograrlo: desde que se recluyera por decisión propia en el hospital psiquiátrico de Seiwa, en 1977, la artista ha trabajado en su estudio nueve horas diarias seis días a la semana. Desde Louis Vuitton, Jacobs fue pionero en convertir los bolsos de lujo en objetos de arte, colaborando con Richard Prince o Takashi Murakami, entre otros, para convertir el famoso monogram de la casa francesa en una especie de lienzo en un producto que, a partir de entonces, acabaría dotado de las connotaciones de genialidad, exclusividad u originalidad que rodean a cualquier obra de arte. Una táctica exitosa que, como era de esperar, fue y sigue siendo copiada hasta la saciedad por otras enseñas de lujo.
Pero no fue hasta 2012, seis años después de aquel encuentro, cuando Jacobs pudo hacer realidad su sueño de trabajar junto a Kusama. Lanzaron Infinitely Kusama, una colección de ropa y accesorios estampados con los inconfundibles topos de la artista, que además creó varias obras para los escaparates de las tiendas. Ese año, Louis Vuitton le patrocinaba una gran exposición retrospectiva en el Museo Whitney de Nueva York, el mismo que había rechazado su trabajo en varias ocasiones (Kusama residió en la Gran Manzana durante la década de los sesenta), en parte por ser mujer. “Recuerdo ir caminando varias manzanas con un cuadro de varios metros bajo el brazo. Me dirigía al Whitney, a una audición de artistas jóvenes. No me cogieron, volví caminando y dormí dos días. Quería morirme”, contaba en el documental Infinito (2018). Hoy es la artista viva más cotizada del mundo. Y, desde aquella exposición, una imagen enmarcada de ella junto al diseñador cuelga en su estudio. Desde Louis Vuitton explican que su relación con la artista “nunca terminó, sino que evolucionó y se amplió con continuadas conversaciones durante la siguiente década”. De ahí que, cuando se cumplen 10 años de aquel primer encuentro, la casa haya decidido volver a la lanzar una colección junto a la japonesa.
Una línea de ropa, calzado y bolsos que parte precisamente de aquel baúl que la artista pintó con sus manos en 2012 y cuyos topos han sido replicados con el mismo tamaño y densidad en distintas piezas, incluidos los frascos de perfume, a través de una compleja técnica de serigrafiado. El Jardín de narcisos, que Kusama creó a base de esferas de acero y con el que triunfó pro primera vez en la Bienal de Venecia de 1966 (a pesar de no haber sido invitada) también se recoge en la colección. Los bolsos Capucines, Cannes o el Side Trunk y algunas prendas de cuero se decoran con tachuelas esféricas de distintos tamaños incrustadas a mano. Las flores que Kusama pintó en los noventa (la artista confesó que de pequeña, recluida en su casa, sentía que las flores hablaban) se tejen a mano en la lona de los bolsos o el punto. “¿Cuándo va la moda más allá de la moda?” se pregunta la marca en la campaña de lanzamiento. Probablemente cuando lo efímero, es decir, la propia moda, le presta sus herramientas a Kusama para reflejar el infinito. O cuando un accesorio de lujo deja atrás su diseño centenario para convertirse en el lienzo de una obra de arte.